29/5/05

La caída

Por Ivor Davis
Publicado en THE NEW YORK TIMES

"¿Su Hitler no es demasiado humano?" A estas alturas, la pregunta se ha vuelto tediosa para Bruno Ganz. El veterano actor alemán es el último de una larga fila de actores que ha interpretado a Adolf Hitler, desde Charlie Chaplin a Anthony Hopkins. "La caída" -que se estrenará el 5 de Agosto en nuestro país- reconstruye los últimos días del Führer en su búnker subterráneo en Berlín. Algunos críticos han acusado a Ganz de hacer que su derrotero final sea demasiado... humano. 
Acomodándose en una reposera frente a su habitación de hotel en Palm Springs, California, Ganz confiesa que las críticas le molestan. "Bueno, cuando escuché ese tipo de comentarios por primera vez me sentí ofendido, porque lo que hice fue una especie de documental en lo que a mí respecta." 
El actor, de 64 años, tiene ocho más que Hitler cuando murió y no tiene problemas en reconocer que no conoce la mayoría de los retratos de Hitler que precedieron al suyo, pero que es fanático del Chaplin de “El gran dictador” (1940). Lo que sí hizo fue leer cada testimonio que pudo encontrar acerca de los últimos estertores del Tercer Reich y observar detenidamente los noticieros de la época. “No ha quedado mucho material cinematográfico, salvo algunas escenas de él saliendo del búnker para entregarle una medalla a un niño. Eso está en la película. Pero existe mucho material escrito, de gente que estuvo con él hasta el final y que lo conoció por años. Las secretarias, el personal militar, todos ellos escribieron libros acerca de su relación con Hitler.” 
Una de las descripciones más vívidas de lo que era la vida dentro del búnker provino de Traudl Junge, una de las secretarias de Hitler. Poco tiempo antes de su muerte, en 2002, Junge, de 82 años, mostró un retrato atrapante de sus experiencias en el documental “Blind Spot: Hitler’s Secretary”. 
Ganz sostiene que su intención fue crear una realidad, no un monstruo, por lo que necesitaba el testimonio de quienes lo conocieron como un ser humano y no como el símbolo de maldad en el que se convertiría. “Lo que aprendí de Hitler, la razón de la imagen que tengo de él, proviene de esos testigos que lo rodeaban. No se trata de cómo lo veo yo, Bruno Ganz. Me veo obligado a hacer mi papel sobre la base de lo que aprendí de estas personas y cómo lo veían ellas.” 
El actor prestó particular atención a la forma de caminar del Führer, sus gestos y sus muletillas al hablar, tomado todo esto de una conversación espontánea de Hitler con un diplomático finlandés, quien grabó secretamente el diálogo, de siete minutos de duración, durante una cena formal y más tarde logró sacarlo de Alemania. 
El tradicional Hitler de los discursos que incitan a la violencia también aparece en “La caída”, no porque es la idea estereotípica que se tiene del dictador, dice Ganz, sino porque es uno de esos casos en los cuales el estereotipo no está lejos de la verdad. “Solía gritar que sus generales lo traicionaban para que escuchara toda la gente que estaba fuera de su oficina, detrás de la puerta cerrada. Así que uno puede formarse su propia imagen.” 
Ganz interpreta a un Hitler que, en ocasiones, puede ser amable con sus secretarias, con niños y su perra, Blondie. Pero también al Hitler en plena decadencia física y mental: las manos le tiemblan debido al Parkinson y no cesa de insultar a quienes le traen malas noticias de los múltiples frentes de combate, en los que sus ejércitos se desmoronan poco a poco. Pero incluso en ese caso es capaz de comer su última cena, de ravioles, con apetito, y hasta encontrar el momento para felicitar al cocinero. 
Lo que es quizá más sorprendente es que Hitler –debilitado como estaba y obviamente irracional– pudiera despertar todavía tal lealtad fanática en sus seguidores: quizá la parte más difícil de ver del film es el momento en que Magda Goebbels, la mujer del ministro de propaganda nazi, pone cápsulas de cianuro en las bocas de sus hijos mientras duermen. Un mundo sin nacionalsocialismo es un mundo en el que no vale la pena vivir, dice. 
Algunos alemanes, poco acostumbrados a los retratos cinematográficos del dictador nazi, han objetado el hecho de que cualquier film que aborde ese tema sea estrenado en Alemania. Pero Ganz está contento porque muchos críticos influyentes, en su país y en el extranjero, han elogiado su actuación. The New York Times, por ejemplo, la ha calificado de “intrigante y perversamente carismática”. 
El actor, que ha aparecido en más de 80 telefilms y películas, comenzó su carrera en el teatro berlinés. Ha trabajado varias veces con el director Wim Wenders en clásicos como “El amigo americano” (1977) y “Las alas del deseo” (1987). Su debut en películas habladas en inglés se dio a través de un pequeño papel en “Los niños de Brasil” (1978). El público norteamericano pudo descubrirlo recientemente en “El embajador del miedo”, la nueva versión del clásico que terminó siendo un fracaso de taquilla. 
“Me gustó el guión, pero la película era muy fría emocionalmente, y no sé por qué. Quizá porque no sabías quién era el enemigo. En esta nueva versión, el enemigo está dentro de los Estados Unidos, que es mucho más complicado en un sentido político. En la versión anterior era primero Corea, después China y después los rusos, lo que es un cliché, pero funciona.” 
Aunque nació en Suiza, Ganz se considera alemán luego de haber vivido en ese país 40 años. Por eso no le es difícil entender por qué cierta gente no puede aceptar a un Hitler de carne y hueso. “A mí también me intimidaba. Compartía la idea de otros actores alemanes de que no debíamos darle rostro humano. Para muchos, Hitler tiene que ser un monstruo, el mal absoluto. Pero está mal, porque era un ser humano.” 


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