11/1/12

La Bella es un monstruo

Por Sara Gallardo

La Bella nunca tuvo compasión por la Bestia, sino fascinación. Los juguetes del palacio encantado tenían como objeto matar el tiempo hasta la gran hora de oír aquellos pasos…
Observe por favor a la Sirenita, cómo avanza por el bosque de pólipos hacia la Bruja del Mar que le pedirá su mejor arma: la voz. Me dirá que la Sirenita estaba haciendo un trato, aspiraba a tener un alma. Desde luego. Todas las ninfas, y todas las sirenas y todas las Bellas aspiran a eso. ¡Hay demasiados espejos en sus recámaras! Y para eso están los sátiros, está la Bestia, está la Bruja del Mar, no los pastores ni los silfos.
Porque los pastores y los silfos no son monstruos, y sólo el monstruo puede abrirse un camino hasta el recinto inexpugnable de la Bella.
Eso porque ella lo permite (lo pide). Ya se lo hará pagar después.
¿Por qué lo pide? Porque la Bella es inválida: no tiene acceso a su Bestia; debe salir a buscarla; su hechizo es una cacería.
Ante todo: la ninfa enamorada de sí no encontrará mirada de adoración que se compare a la del monstruo. Pues los galanes no adoran, admiran, y ella quiere ser adorada. Y ellos para colmo reparten esa admiración, derramándola en gran medida sobre sí mismos. Del que se tiene horror, la adoración entrera irá hacia ella. Así la bella, que sería una rosa en cualquier jardín, sólo en la tiniebla del monstruo será el sol.
Pero sobre todo en busca de su alma la Bella hechiza al monstruo, lo hace cobrar confianza, le abre las auroras de la felicidad, lo conduce hasta ese cenit para él que es la autoaceptación. En ese momento cae de rodillas. Lo tenemos cazado. Y con qué gratitud.
Sigue el período de los gozos.
Después los vasos comunicantes restablecen su equilibrio.
La Bella se ha satisfecho y se ha hastiado. Ya tuvo su ración. Pero éste ¿no se saciará nunca? Y se estremece. ¿Será verdad que se ha dejado cubrir de saliva, de gruñidos, de pelos?
Ah, pobre Bestia. La Bella lo ha llamado monstruo, ha levantado un espejo para que él se vea. Lo ha hecho a la manera de la Bella, con sólo mostrarse distraída, indiferente. Entonces la Bestia empujada a la soledad y a la entidad de monstruo se vengará. Se vengará de ella, y del mundo que ha permitido esto, y más que nada de sí mismo, que es un monstruo. Un monstruo maldito.
Adiós adoración.
El monstruo está solo con su caldero tiznado donde bulle el horror mezclado con serpientes, y donde ya no se refleja un ojo de oro. Entonces empuña su monstruosidad en la mano peluda.
Parte a vengarse de la Bella (a recuperarla).
Querrá oírla otra vez en sus abrazos. Pero ella tendrá asco de él. Entonces la forzará, y la Bella estará al borde de perder la razón de repugnancia y de furor.
Y el monstruo que la había halagado con regalos tratará de comprarle otros más costosos. Pero la Bella hará ver que vale más que los regalos y que los regalos no la tocan. Entonces él querrá hacerle notar lo que costaron. Y ella le hará notar su vulgaridad.
Entonces el monstruo, si la hizo de un hijo hará valer sus privilegios. Pero el hijo y ella formarán una silenciosa pareja de extranjeros. El monstruo querrá herir al hijo, alcanzarlo para alcanzar el corazón de la Bella. La Bella no demostrará su sufrimiento.
Todos estarán de parte de la Bella, hasta el monstruo. Y nadie, ni siquiera el monstruo, se habrá dado cuenta de algo que sólo sabe la Bella: que la Bella es un monstruo.


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