Por Jorge Guinzburg
Publicado en CLARIN
Estoy indignado, doctor —dije al comenzar
mi sesión terapéutica. Recibí un mail según el cual un filósofo español define
a los argentinos así: "No intentéis conocerlos, porque su alma vive en el
mundo impenetrable de la
dualidad. Beben en
una misma copa la alegría y la
amargura. Hacen música
de su llanto —el tango— y se ríen de la música de otro; toman en serio los
chistes y de todo lo serio hacen bromas".
"Ellos mismos —seguía— no se conocen.
Creen en la interpretación de los sueños, en Freud y el horóscopo chino,
visitan al médico y también al curandero, todo al mismo tiempo. Tratan a Dios
como ''el flaco'' y se mofan de los ritos religiosos, aunque los presidentes no
se pierden un Tedéum en la
Catedral. No renuncian
a sus ilusiones ni aprenden de sus desilusiones. No se puede discutir con los
argentinos porque saben y opinan de cualquier cosa y en una mesa de café
arreglan todo".
"Ellos son ''el pueblo elegido'', por
ellos mismos. Individualmente, se caracterizan por su simpatía y su
inteligencia, en grupo son insoportables por su griterío y apasionamiento. Cada
uno es un genio, y los genios no se llevan bien entre ellos; por eso es fácil
reunir argentinos; unirlos: imposible".
"Un argentino es capaz de lograr todo
en el mundo, menos el aplauso de otros argentinos. No le habléis de lógica
porque eso implica razonamiento y mesura. Son hiperbólicos y desmesurados, van
de un extremo a otro con sus opiniones y sus acciones. Cuando discuten no
dicen: No estoy de acuerdo, sino ¡Usted está equivocado!"
Pero eso no es nada, doctor —seguí
mientras mi indignación crecía. Además, el filósofo sostiene que "los
argentinos aman tanto la contradicción que llaman ''bárbara'' a una mujer
linda, ''bestia'' a un erudito y ''genio'' a un simple futbolista. Cuando
alguien les pide un favor no dicen simplemente sí, sino ¡cómo no!. Son el único
pueblo del mundo que comienza sus frases con la palabra no. Cuando alguien les
agradece, dicen: ''No, de nada'' con una sonrisa".
"Los argentinos tienen dos problemas
para cada solución. Pero intuyen las soluciones a todo problema. Cualquier
argentino dirá que sabe cómo se debe pagar la deuda externa, enderezar a los
militares, aconsejar al resto de América latina, disminuir el hambre de Africa y
enseñar economía en los EE.UU. Los argentinos tienen metáforas para referirse a
lo común con palabras extrañas. Por ejemplo, a un aumento de sueldos le llaman
rebalanceo de ingresos; a un incremento de impuestos, modificación de la base
imponible; y a una simple devaluación, una variación brusca del tipo de cambio.
Un programa económico es siempre un plan de ajuste y a una operación financiera
de especulación la denominan bicicleta".
"Tienen un altísimo número de
psicólogos y se ufanan de estar siempre al tanto de la última terapia. Tienen
un tremendo súper ego, pero no se lo mencionen porque se desestabilizan y
entran en crisis. Tienen un espantoso temor al ridículo, pero se describen a sí
mismos como liberados. Son prejuiciosos, pero creen ser amplios, generosos y
tolerantes. Son racistas al punto de hablar de ''negros de m'' o ''cabecitas
negras''.
Y como si esto fuera poco —continué— ese
filósofo español remata: "los argentinos son italianos que hablan en
español, pretenden sueldos norteamericanos y vivir como ingleses. Dan discursos
franceses y votan como senegaleses. Piensan como zurdos y viven como burgueses,
alaban el emprendimiento canadiense, tienen una organización boliviana, admiran
el orden suizo y practican un desorden iraquí".
Entiendo su indignación, Jorge —interpretó
mi terapeuta. Es muy feo que un extranjero hable tan mal de nosotros.
No, doctor —respondí. Yo lo viví como un
elogio. Me indigna que no nos hayamos dado cuenta solos de que somos los más
grandes del mundo.
Mi terapeuta no respondió, sólo me agregó
dos sesiones más por semana.