Todos los grandes hechos de la historia universal se repiten dos veces. Una vez como tragedia y la otra como parodia.
Karl Marx
El dieciocho brumario de Luis Bonaparte
27/9/06
24/9/06
Salí (pero abrigate)
Por Cecilia Sosa
Publicado en RADAR
Hubo un tiempo en que la comunidad judía en la Argentina tuvo su propio star system: teatros llenos, galanes, divas, nombres que movían multitudes, marquesinas de lujo, puestas porteñas que viajaban a Europa y Nueva York, autores, obras originales y clásicos... todo en idish (hasta Shakespeare). Ahora, el libro Localidades agotadas recupera 105 de los afiches que sobrevivieron al atentado a la AMIA y que hoy son piezas de colección que encierran anécdotas, celebridades y hasta conexiones con la mafia de aquella época de oro.
Difícil no sucumbir ante el encantado mundo de mafiosos y prostitutas que recrea El rufián moldavo, la novela de Edgardo Cozarinsky que persigue las huellas de una misteriosa obra de teatro idish por los confines del tiempo y la ciudad. Pero aun cuando el escritor jura haberlo fabulado todo, o casi todo, la historia parece conspirar a su favor. Ahora, una meticulosa investigación visual viene a correr el velo tendido sobre aquella época no tan lejana en la que la comunidad judía local llenaba las míticas salas del Teatro Excelsior, el Ombú, el Mitre y el Soleil (e incluso el Luna Park), para asistir a improbables representaciones de obras clásicas de la literatura universal o ignotas, cómicas o dramáticas, tiernas o sulfurantemente pedagógicas –todas ellas habladas en idish (¡hasta Shakespeare!)–, donde se producía esa extraña mezcla de asimilación y diferencia de la paisanada local.
Un equipo interdisciplinario con sede en la Fundación Iwo recuperó miles de afiches, sobrevivientes al atentado de la AMIA, y los acaba de publicar en el libro Localidades agotadas. En total, 105 posters que iluminan ese increíble período teatral que va desde 1901 hasta 1940 y que constituyen una ventana única a sus divas y divos, su particular marca estética, sus traspiés ortográficos, su sorprendente profusión de géneros y hasta la conexión mafiosa que a principios de siglo ocultaban su marquesinas de brillante neón.
A pedido de Radar, la historiadora Silvia Hansman (archivista de la Fundación Iwo), la antropóloga Susana Skura y la diseñadora gráfica Gabriela Kogan, autoras de Localidades agotadas, repasaron afiches e hicieron una colorida e intensa selección.
20/9/06
Balzac dixit
Cuanto más infame es su vida, más la valora el hombre,
y entonces es una protesta,
una venganza de todos los instantes.
La verdadera belleza radica en lo corrupto. El sufrimiento empieza con la comprensión.
17/9/06
Calixto Bieito y su versión de "Plataforma" de Michel Houellebecq: Mejor y más lejos que el original
Por Begoña Barrena
Publicado en EL PAIS (España)
Hay novelas que se quedan grabadas para siempre y no hay versión, teatral ni cinematográfica que las supere, y otras, las más, de las que sólo queda una bruma, el recuerdo fugaz de un tono, un estilo, un discurso. Plateforme de Michel Houellebecq (2001) pasó en, mi caso, a formar parte de la larga lista de novelas sin subrayar y, por tanto, prescindibles. El desencanto del personaje protagonista, Michel, por la vida en general y la suya en particular, —un escepticismo que quedaba compensado con una obsesión casi enfermiza por el placer sexual—, sus descripciones de sus escapadas a los peep-shows, de sus encuentros con prostitutas, de sus viajes de turismo sexual al continente asiático sin más emoción que la del propio orgasmo hacían de él un tipo algo mezquino y de su discurso, una fina ironía hueca y exenta de interés. Pues bien, el montaje de Calixto Bieito Plataforma, con el subtítulo Poema dramático hiperrealista para siete voces y un Yamaha, basado en la novela, es de los que condensan, rearman el material original y consigue, con el resultado, llegar más allá. La magnífica maquinaria escenográfica, una plataforma giratoria con una estructura central que divide el espacio y proporciona los claustrofóbicos rincones en los que discurre la acción de la novela en clave simbólica o realista, está al servicio de una estructura coral de la trama —gran trabajo, el de Bieto y Marc Rosich, responsables de la adaptación y de la dramaturgia—,y permite a Bieito desplegar en ella su lenguaje escénico habitual que, dado el contexto, aquí es tratado con mucha sutileza. Junto al protagonista, interpretado por Juan Echanove, que fue galardonado con el Premio al Mejor Intérprete en la pasada edición del Festival Internacional de Edimburgo, seis personajes, presentes en todo momento sobre el escenario, dan voz entregando su cuerpo a los puntos de vista que reafirman o complementan al del propio Michel sobre las relaciones entre Oriente y Occidente, el tema de fondo. Y así, girando con la plataforma, componen entre todos una partitura tan dura como atractiva.
Juan Echanove está sencillamente magnífico. Es el Michel que no vi en la novela. Con unos añitos más —40 parecían pocos para estar tan de vuelta de todo—, un dominio absoluto de la situación que le permiten desenvolverse con una naturalidad asombrosa, y estamos hablando de escenas muy íntimas, Echanove da pleno sentido al vacío de su personaje. El resto del reparto sabe estar a la altura, por corta o simbólica que sea su intervención. Lluís Villanueva no tiene mucho papel, pero lo clava. Carles Canut es básicamente un saber estar y un saber llevar esa enorme barriga al descubierto. Lo mismo con Mingo Ràfols y su camisa hawaiana. Boris Ruiz, siempre tan carismático. Y ojo con las chicas: Marta Domingo, más guapa que nunca, es la Valérie de la novela, el único personaje que le da la réplica a Michel y que, en escena, se las compone con gran soltura. Atención también a Belén Fabra, porque no es sólo una belleza que se pasea desnuda.
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