Por Pablo Lettieri
Hay un equívoco muy frecuente entre los habitantes de la gran ciudad que lleva a idealizar al hombre del campo como una persona con valores arraigados, de palabra y gran solidaridad, dueño hasta de cierta ingenuidad. Esta idealización de lo rural se contrapone a una concepción de lo urbano como reservorio de la corrupción y la violencia, de una ciudad poblada de seres crueles, egosístas y estafadores. Una simplificación que lleva a muchos a caer en la superficial dicotomía entre el bueno (campo) y el malo (ciudad), pero que no tiene en cuenta, por ejemplo, que los crímenes más resonantes de la Argentina en los últimos años ocurrieron precisamente en la serenidad de esos territorios...