Por Jonathan Rovner
Publicado en PAGINA 12
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Si hubiera una lista de los diez tópicos más eficaces que ha dado el arte contemporáneo, no sería del todo arriesgado decir que en esa lista el primer lugar lo ocupa la autorreferencialidad. Desde el cuadro de Magritte que dice “Esto no es una pipa” hasta Godard filmando su propia cámara, pasando por toda la proliferación de relatos protagonizados por escritores, artistas, profesores de literatura y filósofos que han aparecido en los últimos ciento cincuenta años, lo que casi todas estas obras maestras intentan hacer es ya no el arte por el arte, como quería Flaubert, sino más bien el arte sobre el arte.
Variaciones Goldberg, obra de teatro estrenada originalmente en 1991 y recientemente presentada en el Teatro San Martín de Buenos Aires por el maestro Alfredo Alcón, propone una nueva, aunque no del todo novedosa, forma de autorreferencialidad estética. Se trata de una obra de teatro en la que se representan los ensayos y preparativos para la representación de una obra de teatro, cuyo título no nos es revelado. En todo caso, y por si fuera poco, Variaciones Goldberg incurre en y recorre otro tópico favorito del arte de todos los tiempos, a saber: el intertexto bíblico; la reescritura, en clave laica y moderna, de los textos sagrados. Porque la obra de teatro que los personajes de Variaciones Goldberg ensayan y producen, es decir, la obra en cuestión, no es ni más ni menos que una versión teatral del Antiguo Testamento.
El resultado termina por ser hilarante. Posmoderna de principio a fin, los anacronismos, el humor, la intemporalidad y muchas otras formas de irreverencia se aglutinan en esta obra, como si se tratara de una doble celebración pagana, la del fin de la religión y la del fin de la filosofía. Así, las discusiones entre Mr. Jay y Goldberg parecen más escritas para la risa televisiva que para la solemne mirada de un público culto. Quizá sea por eso mismo que, antes de levantar el telón, Tagori indica que se exhiba la siguiente inscripción “DIOS HA MUERTO. Firmado: Nietzsche”, seguida de la frase inversa, “NIETZSCHE HA MUERTO. Firmado: Dios”.
De todo esto resulta que la riqueza semántica de Variaciones Goldberg está dada en que parece ser al mismo tiempo un tratado teórico, una lectura crítica y un ejercicio práctico de todo lo que fue el arte después de la modernidad. Los personajes de la obra superpuestos con los de la Biblia y los personajes de la Biblia, a su vez, superpuestos con los arquetipos de la industria del espectáculo. Entre el nuevo testamento, Becket y el humor judío a la Woody Allen, Variaciones Goldberg adquiere un doble nivel de densidad. Por un lado, la inevitable concentración de significados culturales que implica ver al teatro hablando de sí mismo. Por otro lado, la ya interminable fuente de cuestionamientos burgueses a los que lleva una lectura de la Biblia, en clave moderna. La obra comienza con la Virgen María, una mujer escéptica y de pocas pulgas, fregando las manchas de sangre que el ensayo de Caín y Abel había dejado en el escenario.
Variaciones Goldberg
George Tabori. Traducción de Pablo Gianera y Daniel Samoilovich. Adriana Hidalgo, Buenos Aires, 2003. 120 págs.