Por Pablo Lettieri
Pocas cosas me proporcionaron en mi infancia mayor felicidad que los Titanes en el ring.
No me perdía NUNCA un programa.
Pasara lo que pasara yo estaba allí, frente a la TV, todos los domingos (creo recordar que el programa iba los domingos por la tarde).
Recuerdo también que coleccionaba las fotos de los títanes. Fuera del "gran campeón", mi preferido era Yolanka, que llegaba al ring con su nave espacial y tenía un yogur con su nombre que, por supuesto, era el que yo tomaba por aquellos tiempos.
Había asimismo en algún tiempo (calculo que por 1971 ó 1972, yo tendría unos seis años) una especie de "PRODE" con las peleas de cada domingo. Si sacabas una cierta cantidad de puntos, ganabas una figuras en cartón que obtenías en los almacenes y que eran grosísimas...
Llegué hasta pedirle a mi viejo (que tenía acceso al canal que transmitía el programa) poder conocer a Martín, encuentro que se concretó (sin fotos que lo acrediten) y que no olvidaré mientras viva.
Muchos años después de aquellos en los que fui tan feliz, una noche caminaba por Melo y Callao, a unos metros de donde se decía (donde mi viejo me decía) Karadajián era dueño de un garage.
Y un día lo ví.
Salía de ese garage, muy elegante con un traje azul, con las muletas (ya le habían cortado una de sus piernas), acompañado por una morocha infartante.
Mi natural timidez sumada a cierto rechazo por las costumbres cholulas (tal vez porque, por distintos motivos, crecí cerca de personajes del mundo del espectáculo) hizo que siguiera mi camino pero, a los pocos metros, retrocedí y encaré al campeón.
Y me llevé su firma, dedicada, en un papel que conservo hasta hoy...
Los Titanes hicieron de mi infancia un territorio amable...