Por Ana Clara Pérez Cotten
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¿Por qué la crisis con el campo fomentó el debate?
Hubo una inflexión evidente. Los ámbitos académicos, que antes tendían a discusiones encriptadas, técnicas y autorreferenciales, se involucraron. Y en una maniobra no habitual, esta discusión de ideas interpeló a la sociedad.
Carta Abierta fue la primera en hablar de “clima destituyente”. Más tarde, este término fue defendido y atacado durante todo el conflicto.
“Clima destituyente” es una palabra-acontecimiento, un término que genera acontecimientos y que habla del presente pero también del pasado. Remite a cuando el poder de Arturo Illia fue socavado hasta que lo sacaron de la Casa Rosada, remite al hostigamiento que recibió Raúl Alfonsín y que derivó en la hiperinflación y su renuncia, y también a los mecanismos que debilitaron a la Alianza. “Clima destituyente”, como todo concepto, es una mezcla de reflexión y de azar. El término era más sutil, complejo y preciso que “golpista”. Esto no era un golpe tradicional porque no había militares asociados a corporaciones económicas.
En sus artículos en el diario Página/12 analizó el conflicto con un concepto freudiano: “El retorno de lo reprimido”. ¿En qué se basa ese análisis? ¿Qué es lo que retorna?
Creo que somos dichos por el pasado, que el pasado nos habita y que el presente se comprende mejor a la luz del devenir de la historia. El “retorno de lo reprimido” quiere decir que una sociedad que obtura ciertos núcleos de su pasado tiende a repetir, pero nunca la repetición es igual. La asociación de las entidades nos pareció sintomática, lo antiguo que se junta con lo nuevo. La Sociedad Rural no es igual hoy que hace cien años, pero tiene una tradición y apoyó, una por una, a todas las dictaduras. Nos pareció negativamente notable que muchos actores que se dicen democráticos se alíen a la Sociedad Rural en nombre de una supuesta virginidad del presente y olviden esa trayectoria nefasta.
¿El miedo a la hiperinflación no es también el “retorno de lo reprimido”?
El INDEC nunca fue un conjunto de virtudes virginales, es un espacio de intereses en pugna. Por un lado hay cierta sobreactuación de los medios y por el otro, errores claros del Gobierno que debería haberse dado cuenta de que allí se ofrecía un flanco débil y que iba a afectar la legitimación de toda la gestión. Creo que hay personas solventes, moral y políticamente, para sanear el INDEC.
¿Cómo fue la visita de Néstor Kirchner a Carta Abierta?
Fue un hecho inédito. Nunca antes un ex presidente aceptó condiciones de intercambio de iguales en una asamblea. Esa tarde decidimos no hacer la reunión en una sala más formal, con butacas y tarima y respetamos la estructura asamblearia de todos los sábados. Kirchner tuvo voluntad de dialogar y escuchar durante dos horas. Además, pudimos sacar al ex presidente de su rol mediático, de ese papel de histérico e hiperquinético que lo hace parecer un Hércules enloquecido. Nos encontramos con un tipo con el que podíamos tomar un café y discutir serenamente.
¿Cuáles fueron las críticas que se hicieron esa tarde?
Creemos que hay una deuda: el kirchnerismo no armó un sustento social y político, una alianza, y ese punto no resuelto tiene que ver con su derrota en el Senado. No es posible construir un país más equitativo si no es a partir de una ampliación de la base de sustentación del poder político.
¿Por qué a los intelectuales les cuesta tanto asumirse como kirchneristas?
Desde el principio de Carta Abierta, apareció este San Benito: “intelectuales K”. Yo hace muchísimos años que no tenía relación con el mundo político, me manejaba en un ámbito más bien académico. Nunca fui peronista, pero no puedo dejar de ver lo que pasa ahora. “El peronismo es el hecho maldito del país burgués”, dijo, en una frase enigmática, John William Cooke. Y es cierto, el peronismo siempre pone en cuestión el orden establecido. Y a mí, como filósofo político, eso me interesa mucho. El peronismo también se ocupó de la visibilidad de los invisibles y es tan vasto y complejo que albergó desde William Cooke hasta López Rega. En este momento, el peronismo es kirchnerista o rabiosamente antikirchnerista.
¿Y por qué, en el marco de esta antinomia, decidió ser kirchnerista?
Me hice kirchnerista por espanto. Sentí espanto por la clase media bienpensante que construía una versión racista y prejuiciosa de la realidad. No le tengo miedo a la gente que vive en Esteban Echeverría ni en Jujuy, creo que ese también es un país digno. Me espanta el vecino de clase media que dice “negro de mierda”. Hay un progresismo de época que es estéticamente correcto, respetuoso de la diversidad sexual y amante de Palermo Soho, pero que políticamente es muy reaccionario.
Otros intelectuales critican en términos más generales al Gobierno.
Sí, pero no todos los que conforman el mundo de la cultura y la universidad son antikirchneristas. Muchos corren al Gobierno por izquierda y acusan a los Kirchner por su impostura, dicen que todo es “pour la galerie”. Creo que resulta absurdo imaginar una reacción tan violenta de las entidades agropecuarias y de la oposición si el Gobierno sólo actuara una ficción. Hay intereses en pugna.
¿Julio Cobos es un traidor?
La traición implica amor, heroicidad, virtud. El traidor es el que, siendo el más virtuoso, quiebra una fraternidad. Este no es el caso, el voto del vicepresidente sólo pone en evidencia una mala alianza electoral. Cobos no está a la altura de la traición. Además, no creo que la palabra “traición” le haga bien al debate de ideas.
Él dijo que votó “no positivo” por sus convicciones.
Hay una lógica de la sinceridad que es errada. La política no es el espacio de las virtudes morales. Sí lo es el sacerdocio. Esa noche hubo una hiperactuación, fue un momento memorable, había algo dramático en sus palabras, pero también de vodevil. Actuó en función de su proyecto personal y en los días posteriores se mostró como el hombre nuevo que emergió de la crisis.
En su análisis tiene muy presente el rol de los medios. ¿Por qué la relación entre el Gobierno y la prensa es tan conflictiva?
Los medios se parecen al agua. Cuando uno se levanta, toma un vaso de agua y se baña, no piensa en lo importante que el agua es en su vida. Los medios se inscriben en nuestro lenguaje, su papel es importantísimo. El Gobierno se enfrentó contra algo desconocido, tal vez por la experiencia santacruceña, mucho más fácil de manejar. Pero creo que hay un cambio interesante: los medios dejaron de marcar la agenda y rompieron con la lógica de una política tinellizada. Desde Caras y Caretas, la relación entre el humor y la política es significativa, pero esta relación compleja puede devenir en una reducción irónica y nefasta. Los medios no perdonan que el Gobierno se haya sustraído de esta lógica antes compartida, no lo soportan.