Por Cristina Fernández
Publicado en TIEMPO ARGENTINO
Son las 17:40 horas del día lunes, en unos instantes más voy a recibir las cartas credenciales de nuevos embajadores en la República Argentina, un día más de gestión de gobierno, pero evidentemente un día diferente en mi vida que, como todos saben, cambió en forma definitiva.
He leído o escuchado que este es mi momento más difícil, en realidad es otra cosa, es mi momento más doloroso. El dolor es algo diferente a las dificultades o a las adversidades. Yo he tenido en mi vida política o en mi gobierno, en particular, muchísimas dificultades y muchísimas adversidades, pero el dolor es otra cosa... Es el dolor más grande que he tenido en mi vida, es la pérdida de quien fue mi compañero durante 35 años, compañero de vida, de lucha, de ideales. Una parte mía se fue con él, está en Río Gallegos. Pero no es este un momento para utilizar la cadena nacional para terapia emocional, sino para agradecer. Yo quería dedicar estos pocos y breves minutos para agradecer a todos y a todas, a todos los hombres y mujeres que se movilizaron, que quisieron verlo, que quisieron despedirlo, que rezaron por él, que lloraron por él, que no pudieron llegar tal vez acá porque vivían lejos pero se reunieron en otros lugares, que me entregaron rosarios... Los rosarios de él los tengo todos, colgados en mi casa de Río Gallegos. Agradecerles las flores y las cartas, las camisetas de Racing, que él adoraba, hasta también las otras camisetas que me regalaron que eran de otros clubes, pero igual a él el fútbol le gustaba mucho, y las banderas también que me entregaron.
Yo quiero agradecer mucho esa inmensa y formidable muestra de cariño y de amor, que él se la merecía. No voy a tener falsa humildad porque como decía una dirigente muy importante, que ya falleció: hay que ser muy grande para ser humilde y yo no soy grande, así que no voy a ser humilde, simplemente voy a decir que él se lo merecía. Y permítanme agradecerles en forma especial a las decenas, a las decenas de miles y miles de jóvenes que cantaron y marcharon con dolor y con alegría, cantando por él, por la patria.
Quiero decirles a todos esos jóvenes que en cada una de esas caras yo vi la cara de él cuando lo conocí, ahí estaba el rostro de él, exacto. Y decirles a esos jóvenes que tienen mucha más suerte que cuando él era joven, porque están en un país mucho pero mucho mejor, en un país que no los abandonó, en un país que no los condenó ni persiguió. Al contrario, en un país que los convocó, en un país que los ama, que los necesita, en un país que vamos a seguir haciéndolo distinto entre todos.
Y a los millones y millones de argentinos –que parece que somos más de 40 millones porque además tuvimos la suerte de que él nos debe de haber ayudado, ya que el Censo salió muy bien–, quiero decirles que siempre he tenido un gran sentido de la responsabilidad en todas las funciones que he cumplido: cuando fui legisladora provincial, cuando fui legisladora nacional y, más aún, como presidenta, porque siento que de mí depende la suerte de todos los argentinos.
Pero déjenme decirles que desde este miércoles, además de esa inmensa responsabilidad que siempre sentí y ejercí con mucho amor, con mucho corazón, con mucha convicción, con mucha pasión, siento otra gran responsabilidad, que es la de hacer honor a su memoria y hacer honor a su gobierno que transformó y cambió el país.