8/1/13

Beckett y Proust

Por William Burroughs

Toda la dicotomía interior/exterior, introversión/extroversión es una imposición binaria a datos que no son una cosa u otra y que no pueden ser definidos acertadamente en términos binarios. Los datos de la percepción simplemente no pueden reducirse con precisión a una opción binaria. Cualquier experiencia es a la vez objetiva y subjetiva. Obviamente, tiene que haber un sujeto que experimente, y tiene que haber algo para que el sujeto experimente. Por supuesto, hay matices y grados de énfasis.
Es indudable que algunas personas están más interesadas que otras por los datos interfísicos. Podemos considerar que existe un espectro con diversos grados de atención. Y me parece que Proust y Beckett están en extremos opuestos del espectro. Proust se preocupa principalmente por el tiempo. Beckett es virtualmente atemporal. Proust se dedica a hacer minuciosas descripciones de los objetos y personajes con sus entornos. ¿Pero cómo son los personajes –si es que se los puede llamar así– de Beckett, además de ser torpes y no jóvenes? ¿Y los entornos? ¿Qué entornos? Su escritura podría transcurrir en cualquier parte. El Innombrable dentro de su botella podría estar en París, en Hong Kong o en Helsinki. Los personajes de Proust están firmemente arraigados en el lugar y en el tiempo. Son de la alta sociedad francesa: duques y barones que tienen largos nombres esenciales. Son esos nombres. ¿Pero Watt, Malone, Murphy? ¿El Innombrable?
En Beckett no hay tiempo. Tomemos Esperando a Godot. Los personajes pueden esperar eternamente. Godot nunca llega. Tomemos Watt o Malone muere. No hay tiempo. Tomemos El Innombrable. El Innombrable es atemporal. Sólo aquello que puede nombrarse o designarse está sometido a1tiempo. Proust es todo nombres y todo tiempo. En Beckett no hay Memoria. Ni siquiera en La última cinta de Krapp hay memoria, en el sentido usual de recuerdo asociativo, sino que más bien se trata de un proceso mecánico puesto en marcha por alguna agitación o vibración: una puerta que se abre o se cierra.
Beckett es casi literalmente inhumano. Allí uno busca en vano motivaciones humanas como los celos, el odio o el amor. Hasta el miedo está ausente. No queda nada de las emociones humanas salvo el agotamiento y la angustia, teñidos de una remota tristeza.
Proust, por otro lado, refleja todo tipo de emociones: miedo, desprecio, odio, amor. En realidad, En busca del tiempo perdido es una elaborada y bella estructura creada amorosamente y que expone, como el mismo Proust dijo, la poesía del esnobismo.
El hecho de que Proust fuera snob lo humaniza de un modo en que Beckett jamás podría humanizarse. Las motivaciones básicas de Beckett son extremadamente oscuras. Proust, en cierto sentido, escribió para abarcar y volver apropiada una sociedad que nunca lo aceptó completamente. O al menos ése es sin duda un aspecto. ¿Pero Beckett?
Tal vez escribir es simplemente natural para él, una expresión de su ser que de algún modo se ve obligado a concretar. Es difícil discernir la naturaleza de esa obligación. Tal vez en su caso eso significa algo diferente de lo que habitualmente se alude por obligación de la palabra. ¿Estarnos obligados a respirar? Creo que él se acerca tanto como es posible a respirar su obra.
Beckett transgrede todas las reglas y convenciones del novelista: reglas arbitrarias, sin duda, que se desarrollaron a fines del siglo XVIII y se solidificaron en el siglo XIX.
No hay suspenso en Beckett. Beckett está por encima del suspenso. No hay ganchos al final de cada capítulo. No hay personajes como tales y sin duda no hay desarrollo de personaje. Él es quizás el escritor más puro de los que han existido. No hay allí nada más que la escritura misma.
No hay trucos, no hay adornos, nada con lo que el lector pueda identificarse. Todo se mueve hacia adentro más que hacia afuera, hacia adentro en dirección a una interioridad final, un núcleo último. Tal como los físicos avanzan del átomo al núcleo, a partículas cada vez más pequeñas a medida que penetran en el interior, del mismo modo el alcance de Beckett es siempre más pequeño y más preciso. Final de partida divide la psiquis en personas para actuar el final de juego de la división y el fútil intento de terminar la partida que no puede terminarse sin terminar también con todos los personajes, ya que ellos forman parte del mismo organismo.
Proust está en el otro extremo del espectro. Personajes y desarrollo de personaje, junto con la creación de entornos elaborados y diálogos realistas.
Beckett no tiene, en verdad, diálogo, ni oído para el diálogo. No lo necesita. Y no hay tiempo en Beckett, o no hay tiempo tal como lo conocemos. Tomemos Final de partida. Ningún tiempo es posible ya que sólo hay un personaje, y el tiempo es el cambio en relación con otras personas y objetos. Mientras que en Proust el tiempo es todo. La memoria traza evocaciones de la memoria siguiendo líneas de asociación. Es todo Pavlov.
Proust construyó ese elaborado juguete mecánico de títeres de la alta sociedad, haciendo reverencias para entrar y salir de cuartos y corredores y terrazas y jardines… una charada fantasmal, en tanto Beckett no admite ningún ser fuera del área de su propia percepción.
Si el papel del novelista es crear personajes y entornos en los que sus personajes puedan vivir y respirar, Beckett no es en absoluto un novelista. No hay suspenso en Beckett: todo ocurre en una especie de limbo gris, y tampoco hay entorno localizable. ¿Lo que ocurre está ocurriendo en París, Berlín, Sudamérica? No tiene importancia. No hay personajes ni entornos. Parece ser más bien el final de partida del escritor que finalmente ha asumido su rol de ventrílocuo que lee sus líneas a los muñecos mudos.
En Beckett podemos verlos al fin, con todas sus chillonas alteraciones y los bigotes falsos. Pero es siempre Monsieur Proust quien consigue vengarse finalmente de la sociedad que nunca terminó de aceptarlo. Él la aceptó completamente, y entonces fue suya. No tiene otra existencia. Todos ellos son los títeres de Mr. Proust.
Beckett se niega al juego. El Muñeco es visto como el muñeco. Malone muere. ¿Quién lo mató? ¿Quién lo creó? ¿El Innombrable? ¿Quién no lo nombró? Esperando a Godot. ¿Quién escribió Godot? Pero la pesadilla del ventrílocuo es cuando su muñeco empieza a hablar por su cuenta. ¿Y si el personaje de un escritor empezara a escribir por su cuenta? No es lo mismo. Ahórrame un gran problema. Debo reservarme el derecho a veto, ya sabes, viejo, para evitar que alguna basura se cuele en, sobre o bajo mi nombre. Buen tipo, viejo amable, sabía que me entenderías, nada mejor que un encuentro a mitad de camino, coincidir y estar en desacuerdo y todo eso. Así que volvamos a Proust.
Como a Proust, a mí también me interesan mucho el Tiempo y la Memoria, trazar las líneas de asociación y la intersección de los puntos de la memoria. Me preocupan mucho los entornos, los objetos, los paisajes escénicos, y los cuartos y las calles. ¿Dónde está el paisaje en Beckett? ¿Dónde están los ríos, la ciénaga, las ciudades, los cuartos, las calles? Y el diálogo en Beckett... ¿existe? Por cierto existe en mi obra. Tengo oído para el diálogo. Y tantas y tantas frases que escuché por ahí. “Todo lo que un judío quiere hacer es seducir a una chica cristiana.” “Voy a darte una oportunidad, extraordinario.” “Él era un individuo.” “Rabia en su peor forma”.
Beckett elimina áreas enteras de experiencia. Esas áreas simplemente no le interesan. Uno podría imaginarlo mostrando un completo desinterés por un extraterrestre.



Publicado originalmente en The Review of Literary Fiction, “Samuel Beckett number”, Illinois, verano de 1987. Reproducido en Los escritores de los escritores, El Ateneo, Buenos Aires, 1997. Traducción: Mirta Rosenberg.



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