Por William Burroughs
Toda la dicotomía interior/exterior,
introversión/extroversión es una imposición binaria a datos que no son una cosa
u otra y que no pueden ser definidos acertadamente en términos binarios. Los
datos de la percepción simplemente no pueden reducirse con precisión a una
opción binaria. Cualquier experiencia es a la vez objetiva y subjetiva.
Obviamente, tiene que haber un sujeto que experimente, y tiene que haber algo
para que el sujeto experimente. Por supuesto, hay matices y grados de énfasis.
Es
indudable que algunas personas están más interesadas que otras por los datos
interfísicos. Podemos considerar que existe un espectro con diversos grados de
atención. Y me parece que Proust y Beckett están en extremos opuestos del
espectro. Proust se preocupa principalmente
por el tiempo. Beckett es virtualmente
atemporal. Proust se dedica a hacer minuciosas
descripciones de los objetos y personajes
con sus entornos. ¿Pero cómo son los personajes –si es que se los
puede llamar así– de Beckett, además de ser
torpes y no jóvenes? ¿Y los
entornos? ¿Qué entornos? Su
escritura podría transcurrir en cualquier parte. El Innombrable dentro de su
botella podría estar en París, en Hong Kong o en Helsinki. Los personajes
de Proust están firmemente arraigados en
el lugar y en el tiempo.
Son de la alta sociedad francesa: duques y barones que tienen largos nombres esenciales.
Son esos nombres.
¿Pero Watt, Malone, Murphy? ¿El
Innombrable?
En
Beckett no hay tiempo. Tomemos Esperando
a Godot. Los personajes pueden esperar eternamente.
Godot nunca llega. Tomemos Watt o Malone
muere. No hay
tiempo. Tomemos El Innombrable. El Innombrable es atemporal. Sólo aquello
que puede nombrarse o designarse está sometido a1tiempo. Proust es todo nombres y todo tiempo. En Beckett no hay Memoria. Ni siquiera en La última cinta de Krapp hay memoria, en el sentido usual de recuerdo
asociativo, sino que más bien se trata de un proceso mecánico puesto
en marcha por alguna agitación o vibración: una puerta que se abre o se cierra.
Beckett es casi literalmente inhumano. Allí uno busca en vano motivaciones humanas como los celos, el
odio o el amor. Hasta el miedo está ausente. No queda nada de las
emociones humanas salvo el agotamiento y la angustia, teñidos de una remota
tristeza.
Proust,
por otro lado, refleja todo tipo
de emociones: miedo, desprecio, odio, amor.
En realidad, En busca del tiempo perdido es una elaborada y bella estructura creada amorosamente
y que expone, como el mismo
Proust dijo, la poesía del esnobismo.
El
hecho de que Proust fuera snob lo humaniza de un modo
en que Beckett jamás podría
humanizarse. Las motivaciones básicas de Beckett son extremadamente oscuras. Proust,
en cierto sentido, escribió para abarcar y volver apropiada una sociedad que nunca lo aceptó completamente.
O al menos ése
es sin duda un aspecto. ¿Pero Beckett?
Tal
vez escribir es simplemente natural
para él, una expresión de su ser
que de algún modo se ve obligado a concretar. Es difícil discernir la
naturaleza de esa
obligación. Tal vez en su caso eso significa algo diferente de lo que habitualmente se alude por obligación de la palabra. ¿Estarnos obligados a respirar? Creo que él se acerca
tanto como es posible a respirar su obra.
Beckett
transgrede todas las reglas y convenciones del novelista: reglas arbitrarias,
sin duda, que se desarrollaron a fines
del siglo XVIII y se solidificaron
en el siglo XIX.
No hay
suspenso en Beckett. Beckett está
por encima del suspenso. No hay
ganchos al final de cada
capítulo. No hay personajes como
tales y sin duda no hay desarrollo de personaje. Él es quizás el escritor más puro de los que han existido. No hay allí nada más que la escritura misma.
No hay trucos, no hay adornos,
nada con lo que el lector pueda identificarse.
Todo se mueve hacia adentro más que hacia afuera, hacia adentro en dirección
a una interioridad final, un núcleo último. Tal como los físicos avanzan del átomo al núcleo, a partículas cada vez más pequeñas a medida que penetran en el
interior, del mismo modo el alcance
de Beckett es siempre más pequeño y más preciso. Final de partida divide la psiquis en
personas para actuar el final de juego de la división y el fútil intento
de terminar la partida que no puede terminarse sin terminar también con todos
los personajes, ya que ellos forman parte del mismo organismo.
Proust
está en el otro extremo del espectro. Personajes y desarrollo
de personaje, junto con la
creación de entornos elaborados y diálogos realistas.
Beckett
no tiene, en verdad, diálogo, ni
oído para el diálogo. No lo necesita. Y no hay tiempo en Beckett, o no hay tiempo tal como lo
conocemos. Tomemos Final de partida. Ningún
tiempo es posible ya que sólo hay un personaje, y el tiempo
es el cambio en relación con otras
personas y objetos. Mientras que en Proust el tiempo es todo. La
memoria traza evocaciones de la
memoria siguiendo líneas de asociación.
Es todo Pavlov.
Proust
construyó ese
elaborado juguete mecánico de títeres de la alta sociedad,
haciendo reverencias para entrar
y salir de cuartos y corredores y terrazas y jardines… una
charada fantasmal, en tanto Beckett
no admite ningún ser fuera del área de su propia percepción.
Si el papel del novelista es crear personajes y entornos en los que sus personajes puedan vivir y respirar,
Beckett no es en absoluto un
novelista. No hay suspenso en Beckett: todo ocurre en una especie de limbo gris, y tampoco hay entorno localizable.
¿Lo que ocurre está ocurriendo en París, Berlín, Sudamérica? No tiene importancia. No
hay personajes ni entornos. Parece
ser más bien el final de partida del escritor
que finalmente ha asumido su rol de
ventrílocuo que lee sus líneas a los muñecos mudos.
En Beckett podemos verlos al fin, con
todas sus chillonas alteraciones y
los bigotes falsos. Pero es siempre Monsieur Proust quien consigue
vengarse finalmente de la sociedad
que nunca terminó de aceptarlo. Él
la aceptó completamente, y entonces fue suya. No tiene otra existencia. Todos
ellos son los títeres de Mr. Proust.
Beckett se niega
al juego. El Muñeco es visto como el muñeco. Malone muere. ¿Quién lo
mató? ¿Quién lo creó? ¿El Innombrable? ¿Quién
no lo nombró? Esperando a
Godot. ¿Quién escribió Godot? Pero la pesadilla del ventrílocuo es cuando su muñeco empieza a hablar por su cuenta. ¿Y si el personaje de un escritor empezara a escribir por su
cuenta? No es lo mismo. Ahórrame un gran problema. Debo reservarme el derecho a veto, ya sabes,
viejo, para evitar que alguna basura se cuele en, sobre o bajo
mi nombre. Buen tipo, viejo amable,
sabía que me entenderías, nada
mejor que un encuentro a mitad de camino, coincidir y estar en desacuerdo y todo eso. Así que volvamos a Proust.
Como a
Proust, a mí también me
interesan mucho el Tiempo y la Memoria,
trazar las líneas de asociación y la intersección de los puntos de la memoria. Me preocupan mucho los entornos, los objetos, los paisajes escénicos, y los cuartos y las calles. ¿Dónde está el paisaje en Beckett? ¿Dónde
están los ríos, la ciénaga, las
ciudades, los cuartos, las calles? Y el diálogo en Beckett... ¿existe? Por cierto existe en mi obra.
Tengo oído para el diálogo. Y tantas y tantas frases que escuché por ahí. “Todo lo que un judío
quiere hacer es seducir a una chica cristiana.” “Voy a darte una oportunidad, extraordinario.” “Él
era un individuo.” “Rabia en su peor forma”.
Beckett elimina áreas enteras de experiencia. Esas áreas
simplemente no le interesan. Uno podría imaginarlo mostrando un completo desinterés por un extraterrestre.
Publicado originalmente en The Review of Literary Fiction, “Samuel Beckett number”, Illinois, verano de 1987. Rep roducido en Los
escritores de los escritores, El Ateneo, Buenos Aires, 1997. Traducción:
Mirta Rosenberg.