29/1/13

Slavoj Zizek contra "La noche más oscura"


Desde las páginas del diario británico The Guardian, el autor de Violencia en acto respondió a una carta que la realizadora Kathryn Bigelow hizo llegar al periódico estadounidense Los Angeles Times argumentando sobre el derecho a "representar" algo —la tortura, en este caso— sin que eso implique "respaldarlo".

"Para quienes trabajamos en las artes sabemos que representar no es respaldar. Si lo fuera, ningún artista podría pintar prácticas inhumanas, ningún autor podría escribir sobre ellas y ningún cineasta podría sumergirse en los asuntos más espinosos de nuestra época", escribió Bigelow.

Zizek respondió que "la normalización de la tortura en `La noche…` es un síntoma del vacío moral al que nos acercamos gradualmente. Si hay alguna duda de esto, hay que tratar de imaginar alguna película importante de Hollywood en que se retrate la tortura de una forma similar en los últimos 20 años. Es impensable".

El film será estrenado en la Argentina el próximo jueves y llega precedido por una serie de consideraciones morales y estéticas que no sólo aseguran un éxito de público casi seguro sino también la reactivación de una polémica que no es tan fácil de zanjar por mucha pericia o dinero que haya en juego.

La ideología de un objeto artístico ¿se corresponde punto por punto con aquello que se pretende representar, si es que lo pretende; las opiniones políticas de un autor, con la circulación social de su obra?

Las cosas se complican porque la película de Bigelow no es un equivalente de "La fiesta de todos" (la pieza de Sergio Renán que saludaba el triunfo de la selección argentina de fútbol en el Mundial 78), así como tampoco alcanza la perfección formal de "El triunfo de la voluntad", que convirtió a Leni Riefenstahl en la cineasta favorita de Joseph Goebbels, el ministro de propaganda del Reich.

 El aspecto común entre las tres películas probablemente sea la financiación; nadie dijo que el Pentágono o la CIA pusieron dinero para “La noche…” pero es indudable que buena parte de los pasos de la operación que se narra salieron de algún lugar cercano a ese edificio. Por lo demás, descartar lo del dinero sería arriesgado. Y en los otros casos, una irresponsabilidad.

Y una irresponsabilidad también comparar la propaganda política de la patria futbolera con la seguridad y elegancia de Bigelow para filmar una posible reconstrucción histórica que puede pasar como una muestra de objetividad cinematográfica, pretensión que no tuvo Riefanstahl, quien jamás negó su credo y que con una cámara era capaz de retratar un congreso partidario donde las galas de la masa con el líder podrían estar ocurriendo en Múnich como en la Roma de las Lupercalias.

La responsabilidad política es inevitable en los tres casos. "La noche más oscura" no tiene nada de objetiva, sus recursos fílmicos son impecables y la trama (incluyendo el elogio de la predestinación de raíz luterana que asalta a la protagonista) es tan llevadera como en cualquier película de género, sea de James Bond o "El loco de la motosierra"”—donde las cuotas de  violencia son tan altas que no escandalizan a Zizek, tampoco a los indignados progresistas neoyorquinos ni a los locales.

Bigelow sabe de la tortura; el truco de la objetividad le permite traficar la idea de que someter a alguien a picana eléctrica es por razón de Estado. La misma falacia atraviesa Stanley Kubrick en "Full Metal Jackett", Francis Ford Coppola en "Apocalypse Now" y Terrence Malick en "La delgada línea roja".

 Esa falacia no atraviesa a "Un condenado a muerte se escapa", de Robert Bresson; tampoco a "La Chinoise", de Jean-Luc Godard. ¿Será que Bigelow es un avatar de la libertad de expresión y Zizek un bolchevique irredento? La libertad de expresión es imprescindible para calcular, servir al amo que se desee y filmar.

El apuro de Zizek redunda en propaganda para Bigelow. La tortura no desaparecerá con los comités de ética que suelen crear los mismos estados que la practican.

Se trata de una película. Y nada más: mercancía para la sociedad del espectáculo. ¿Es cierto lo que se cuenta, no es cierto, importa que lo sea? Importaría que Bigelow (o sus actores) dijeran que la guerra en el Medio Oriente es un objetivo estratégico de la Casa Blanca, sea demócrata o republicana.

De lo contrario es pensar que la filosofía de Martin Heidegger, rector de la Universidad de Friburgo en 1933, autorizaba la práctica política nazi; o que los opúsculos de Ezra Pound, la de Mussolini.

Heidegger nunca se disculpó por ese año en los claustros fascistas, pero es lógico si se está convencido, como se sospecha lo estaba, que no hay una relación axiomática entre la vida de las personas y sus producciones literarias, científicas, cinematográficas o filosóficas.


notas