11/2/13

El país donde los acuerdos de precios funcionan y el libre mercado fracasa

Por Artemio López
Publicado en INFOBAE

La semana que se cierra, como es habitual, estuvo signada por la iniciativa excluyente de la presidenta Cristina Kirchner, quien anunció, por segunda vez en el exitoso ciclo de peronismo kirchnerista, otra gran medida de gestión orientada a sostener los niveles de consumo y el empleo, mejorando las condiciones de vida cotidiana del conjunto de la ciudadanía, en especial, de los sectores más vulnerables.
Se trata del acuerdo de precios, el cual, inmediatamente de anunciado, como también es habitual, recibió la réplica Totalmente Negativa por parte de la cadena del desánimo, desplegada con sagrada furia por los medios opositores  y por el coro de políticos y sabios neoliberales que le son funcionales.
El argumento central de aquellos que sustentaron las “bellas” posiciones de libre mercado durante los años noventa y antes es falaz, y puede resumirse en una patética sentencia: “Los controles de precios siempre han fallado en la Argentina“.
¡LES VA A SALIR UNA JOROBITA!
En esta humildísima columna vamos a señalar los tres acuerdos de precios peronistas exitosos y a rememorar, a vuelo de pájaro, la derrota por goleada de los “curtidores” de la teoría neoliberal y la supuesta superioridad del libre mercado en la fijación de precios.
1. Viajemos, entonces, al año 1952, cuando Juan Domingo Perón crea la Comisión Nacional de Precios y Salarios que tenía la función de vincular aumentos salariales con los niveles de productividad y evitar aumentos de precios no justificados.  Las medidas de control o acuerdo de precios que generó el “Pocho” lograron revertir la situación, y la inflación pasó del 38% en 1952 al 4% en 1953 y cayó al 3,8% en el año 1954. Por otra parte, en términos generales, puede decirse que el nivel de actividad económica, en su conjunto, se reactivó y pasó de una caída de 6% del PBI en1952 a un crecimiento del 5,4% en 1953.
Hacia 1954 el Producto Bruto Interno se ubicaba un 10% por sobre el del año 1952, mientras que el incremento de precios había sido tan solo del 8% acumulado bianual, los salarios reales mantenían los niveles de principios de la década y la participación de los trabajadores sobre la renta fue la máxima en la historia nacional.
En este sentido, la serie estadística histórica sobre la distribución funcional del ingreso muestra dos años clave: 1954 y 1974. En ambos se alcanzó la máxima participación de los asalariados en el Producto. En 1954, el registro fue de 50,1%, alcanzándose así el deseado fifty-fifty.
Frente a esto, como sabemos, la reacción conservadora apeló al golpe de Estado para derrocar al gobierno peronista y desarticular el proceso socioeconómico que permitió conquistar la Justicia Social, conquista que siempre supuso en el país transitar etapas de acuerdos de precios.
2. En el año 1973, con el regreso definitivo del General Perón, el Pacto Social, que impulsara como principal medida de política económica supuso también acuerdo de precios, y fue tan exitoso que logró bajar la inflación drásticamente del 100% existente, cuando iniciara el gobierno el “Tío” Cámpora, al 30% en solo un año.
Luego, acontecimientos políticos, trágicos unos y muy desestabilizantes otros,como el asesinato de Rucci, la muerte del General Perón y la ausencia de poder político que supuso, impulsaron el sabotaje permanente al “Plan Gelbard” por parte del poder económico transnacional, la izquierda mágica y la derecha esotérica.
Este proceso desestabilizador hizo trepar el IPC al 76% en pocos meses y forzó la renuncia del ministro elegido por Perón, “maldito” para la derecha, que se opuso a la política de distribución del ingreso, y para la izquierda, que nunca entendió la apuesta peronista a un capitalismo con equidad. Gelbard fue perseguido ferozmente por la dictadura de Videla-Martínez de Hoz en 1976, que le quitó su nacionalidad argentina. Se exilió en los Estados Unidos y murió, apátrida, en octubre de 1977. Sus restos reposan en un cementerio de California.
Muerto Perón, la ofensiva contra el Plan Gelbard finalmente culminó con el llamado “Plan de los Tres Chiflados“, en referencia a López Rega, Celestino Rodrigo, autor del “Rodrigazo”, y el siniestro Caballo de Troya neoliberal Ricardo Zinn, integrantes todos ellos de la, en esos días, nutrida orden esotérica “Los caballeros de Fuego”, que sostenía, entre otras lindezas y así lo expresaba López Rega en reuniones de gabinete, que Perón era la reencarnación de un Faraón Egipcio. (¡Úpalala!)
Zinn, liberal y antiperonista furioso, reconoció explícitamente que su plan tenía como objetivo de fondo la destrucción del modelo político social implementado a partir de 1946 y que tuvo su recomienzo a mediados del año 1973 con la llegada al gobierno de Héctor Cámpora y Juan Perón, a punto de que ya en el año 1974, y también como efecto del control de precios, la participación de los trabajadores en el Producto alcanzó el 47,0%, ¡segundo récord histórico!
Así las cosas, vemos que el plan de acuerdo de precios implementado por Gelbard y sostenido políticamente por Perón no fracasó como consecuencia de asépticas “inconsistencias de teoría económica”, como pretenden hacernos creer los gurúes neoliberales -incluido el ex ministro Lavagna, otro prócer al que ya le haremos pelo y barba-, sino que fue fracasado por la ofensiva política de los sectores conservadores que no culminaron su tarea sino hasta el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 y las consecuencias por todos conocidas.
3. Por último, llegamos al año 2006, durante la etapa más reciente de acuerdos de precios que fue desplegada exitosamente por otro gran patriota peronista, Néstor Kirchner, que supuso la muy oportuna eyección del Ministerio de Economía deRoberto Lavagna, quien, según Kirchner, en lugar de establecer compromisos efectivos con los formadores de precios “éste tomaba cafecito”.
En efecto, en los inicios del año 2006, con el sistema de controles de precios funcionando, la inversión de la curva histórica de impacto de la inflación desagregada por quintiles de población (cada una de las cinco partes en que se divide la sociedad) resultó una nota destacada de la política económica tras la partida del entonces protocandidato del radicalismo, conocido como “El Pálido Lavagna”- Néstor dixit.
Las consecuencias casi inmediatas del acuerdo de precios del año 2006 fueron inmejorables.Veamos esto más de cerca.
En el quintil poblacional más bajo -el 20% más pobre de la sociedad-, el 46,6% del ingreso del hogar se destina a alimentos y bebidas, por lo que moderar la inflación de la canasta básica alimentaria resulta central para mejorar las condiciones socioeconómicas de la población más vulnerable.
En el lapso comprendido entre los meses de enero de 2002 y mayo de 2003, la inflación de la canasta básica de alimentos duplicaba el Índice de Precios al Consumidor general (IPC). Esta relación IPC/Canasta alimentaria se alteró drásticamente durante la gestión de gobierno de Néstor Kirchner, y hasta el ante último trimestre de gestión del ex ministro Lavagna, los alimentos aumentaban mucho menos que el IPC general.
Esta relación virtuosa para un país en crisis socioeconómica de la profundidad que tuvo la Argentina -que supone el aumento de la canasta alimentaria por debajo el IPC general- cambió sustancialmente en los meses de septiembre, octubre y noviembre de 2005, cuando se proyectaba una inflación anualizada de canasta de alimentos del 24,7% lo que hubiera supuesto, por el lado del gasto de los hogares, 1,2 millones de indigentes más -no existía la Asignación Universal por Hijo como mecanismo compensador.
Este enorme fracaso de Lavagna en el control inflacionario que de persistir hubiera generado un gran deterioro social, tras la implantación de los acuerdos de precios se detuvo, y los sectores más vulnerables recibieron a partir de enero de 2006 mucho menor impacto inflacionario.
El alza del índice de precios en alimentos y bebidas de 2006 para el 20% más pobre fue del 3,3%, para el segundo quintil, 20% mayoritariamente clase media baja, fue del 3,8%, y para el tercer quintil, clase media plena, ascendió apenas al 3,8%, valores inferiores al 4,9% del aumento general de alimentos y bebidas, y muy por debajo del 25% de canasta básica que dejara como pesada herencia Lavagna.
De esta forma, mediante el control de precios y contra toda la mala onda tirada entonces por el señor “Pálido”, junto al FMI y la derecha económica, medios y gurúes, en el año 2006 Néstor Kirchner, mediante el acuerdo de precios, logró que el índice inflacionario de 2006 bajara al 9,8% anual, 2,5 puntos por debajo del nivel del año anterior, cuando había trepado a 12,3% y, muy especialmente, se detuvo drásticamente el aumento de la canasta básica de alimentos que cayó 20 puntos en un año.
Finalmente -y como para que tengan, guarden y repartan-, ¿qué hicieron los gurúes libremercadistas durante sus diversas gestiones de gobierno, incluida la última dictadura?  Fácil: tomaron un país con 3% de pobreza en 1975 y lo devolvieron con 54% en 2003, mientras a la indigencia la dispararon del 2% al 27,6 en igual lapso. Por suerte, el desempleo solo pasó del 3% en 1975 al 24% en 2003, y la participación de los trabajadores sobre el producto cayó del 47% de 1974 al 17% de mayo del 2003.
Ahora sí, en materia inflacionaria debemos reconocer que los gurúes libremercadistas anduvieron al pelete: por ejemplo, 178% de inflación en 1978 con el “Oreja” Martínez de Hoz, congelando salarios y con los milicos asesinando, persiguiendo y prohibiendo la actividad sindical.
A los éxitos en el control inflacionario bajo el paradigma de los sabios neoliberales debemos agregar dos ciclos de híper durante los años 1989 y 1990 y una salida a toda orquesta de la súper estabilidad de precios con deflación incluida  en diciembre de 2001, cuando mandaron a la indigencia, al hambre digámoslo sin rodeos, a 4 de cada 10 menores de 15 años a nivel nacional -por citar solo un ejemplo sensible de los grandes hits a que nos tienen acostumbrados los neoliberalotes  argentos, esa especie de joyas nunca taxi,  que, como pollo al espiedo, están quemados hasta el culo, pero igual siguen girando… (¡Ay, perdón, me crispé!)


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