Por Pablo Lettieri
Publicado en TEATRO
A poco
de observarlo, se pueden encontrar en su figura interminable los mismos rasgos vivaces
de ese joven activista y estudiante de cine que aparece en las revistas de cine
a fines de los sesenta. Pero no es hasta cuando comienza a hablar que Harun
Farocki (Alemania, 1944) convence al espectador que mantiene intactos los empeños
que han guiado su obra: unir la crítica política y social con el
cuestionamiento permanente del lenguaje y los soportes cinematográficos. Fue precisamente
por su militancia política que durante los míticos ‘68 lo echaron de la recién
creada Escuela Superior de Cine de Berlín y se lanzó a escandalizar con sus films,
por entonces considerados “guerrilleros”. Desde el primero de ellos, Fuego inextinguible (1969), experimento
fílmico sobre la fabricación del napalm, hasta algunas de sus más recientes
videoinstalaciones como Serious games
III: Immersion (2010), en la que denuncia la utilización de dispositivos
virtuales por parte de psicólogos estadounidenses para trabajar con las
perturbaciones psíquicas de los soldados que regresan de Irak, Farocki realizó casi
un centenar de producciones para cine, video y TV, exhibidas tanto en salas
cinematográficas como en museos, galerías y otros espacios no convencionales. En
la senda de sus admirados Godard y Straub, sumó a su condición de realizador
las tareas de docente, teórico y crítico del cine. En cumplimiento de esta
última, dirigió durante una década la prestigiosa Filmkritik , desde
cuyas páginas disparó contra verdaderas “vacas sagradas” como Fassbinder,
Herzog y Wenders, a quienes tildó de conformistas y traidores por buscar
adecuar sus films al gusto de los espectadores. A su vez, los especialistas han
resaltado de Farocki su vocación por resignificar las imágenes, por reflexionar
sobre las representaciones visuales y sus usos, fundamentalmente en el campo de
la industria bélica y en tanto dispositivos de vigilancia y control.
Sintetizando: su búsqueda está orientada a revelar las diversas, complejas y
sutiles formas con las que el poder se sirve de las imágenes para intervenir en
la vida y en la muerte de los seres humanos. Muy en línea con este propósito fue
la conferencia que este artista radical ofreció en el Teatro SHA, organizada
por el Goethe-Institut, la
Fundación Proa , la Universidad del Cine y la Sala Lugones del
Complejo Teatral de Buenos Aires. Cómo
mostrar a las víctimas, el título de la muestra, es también el de un
artículo de su libro Desconfiar de las
imágenes (publicado por Caja Negra Editora), en la que Farocki se mete
con la siempre escabrosa cuestión de la representación de las víctimas del
exterminio nazi, a partir de films representativos como Noche y niebla de Resnais, Mi
lucha de Erwin Leiser y apoyándose en la proyección de su propia obra Respiro (Aufscub, 2007). En ella, el director resucita un material filmado
por Rudolf Reslauer, prisionero del campo de tránsito de judíos de Westbork, en
Holanda, encargado a su vez por el comandante del campo, Albert Gemmeker, quien
buscaba mostrarlo como una especie de empresa exitosa y productiva. Las
imágenes mudas de trenes llegando y saliendo, del registro de los prisioneros y
de las tareas diarias, son intervenidas mínimamente por Farocki con una serie
de intertítulos, a través de los cuales reflexiona sobre la ambigüedad del
documento. “Somos nosotros quienes debemos preguntarnos qué hacer con las
imágenes de las víctimas, más allá de lo que los nazis hicieron con ellas”, asegura
Farocki, empeñado en utilizar las imágenes para hacer visible aquello que ellas
ocultan.
Harun Farocki: Cómo mostrar a las víctimas. 19 de marzo
de 2013. Teatro SHA (Sarmiento 2255)