31/8/11

Vienen por más

Por Horacio Verbitsky
Publicado en PAGINA 12

La Cámara Nacional Electoral concluyó ayer el escrutinio definitivo de las elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias del domingo 14. La presidente CFK y Amado Boudou se impusieron con 10.762.217 votos, equivalentes al 50,24 por ciento de los válidos emitidos. Esto es, casi 400.000 votos o un 0,17 por ciento más de los que le atribuyó el escrutinio provisorio del Ministerio del Interior. La diferencia con la segunda fórmula (Alfonsín-González Fraga) pasa a ser así de 8,150 millones de votos o el 38.04 por ciento. Al presentar estos datos, el ministro Florencio Randa-zzo repasó las dudas que los diarios Clarín y La Nación arrojaron desde el día siguiente de los comicios sobre la limpieza del escrutinio y las afirmaciones de aquellos partidos políticos que insinuaron que se habría realizado fraude en contra de la oposición. Dijo que esas sombras arrojadas sobre una elección ejemplar atentaban contra la calidad institucional. Dos periodistas de esos diarios reaccionaron airados, uno de ellos llegó a interrumpir al ministro a los gritos. Cuando se calmó, preguntó si de ahora en adelante deberían pedir permiso antes de escribir algo que no le gustara al gobierno. El otro quiso saber qué vendría después de la grave acusación formulada por el ministro. Estas quejas se multiplicarán hoy en diarios y radios de la cadena de medios exaltados. Luego de dos semanas de tapas, artículos y editoriales que enturbiaron el acto fundamental de la democracia, con alegaciones que se han demostrado imaginarias y malintencionadas, lo mínimo que esos medios deberían soportar con decoro es el señalamiento, tan en público como lo hacen ellos, de las falsedades que propalaron. La reacción altiva y prepotente ante los duros datos que disiparon sus ilusiones preanuncia que seguirán en la misma tónica que los condujo al callejón sin salida en el que se encerraron. Con el mismo método obtendrán idénticos resultados, tal vez con una mayor diferencia, dado el hartazgo que producen con su incapacidad crónica de advertir la realidad. Si vienen por más, es muy posible que lo encuentren. Sigan así.





30/8/11

Canción de la niñez


Cuando el niño era niño 
era el tiempo de las preguntas.
¿Por qué yo soy yo
y no soy tú?
¿Por qué estoy aquí
y por qué no allá?
¿Cuándo empezó el tiempo
y dónde estaba el espacio?
¿Es la vida bajo el sol
tan solo un sueño?
Lo que veo y oigo y huelo
¿no es solo la apariencia de
un mundo frente al mundo?”

Lied Vom Kindsein (Canción de la niñez)
en Der Himmel über Berlin de Wim Wenders

29/8/11

Los fabulosos calavera

Una puesta clásica con toques cool. Un Hamlet mujer. Un unipersonal loser e irreverente. Una ambientada en los ’90. Un infantil de aires tangueros. Y una versión hipermoderna con pantallas y farándula. Desde hace 300 años no hay día en que no se haga una puesta de Hamlet en el mundo, pero nunca antes Buenos Aires había tenido media docena de versiones al mismo tiempo sobre sus escenarios. Radar las vio (incluso una que todavía no llegó) y éstas son algunas pistas de cómo el fantasma de la obra habita las puestas más disímiles.

Por Liliana Viola
Publicado en RADAR

Alguien lo dijo mientras se acomodaba en la primera fila del Teatro Presidente Alvear para el estreno de Hamlet con Mike Amigorena: “Es que acá no importa el argumento, venimos a ver cómo hicieron lo que ya conocemos. Y éste es un Hamlet comercial, la gente quiere ver a los actores de la tele haciendo Shakespeare”. Más que apuntar a la remanida “vigencia” del clásico, el comentario actualiza la cuestión del teatro en el mundo contemporáneo: por qué volver una vez más a la platea, pulsión morbosa y cándida de sentarse a esperar la epifanía, tropezar con las mismas calaveras, leer y decodificar las acciones y juzgar en vivo a los actores que en tiempos digitales sostienen recursos milenarios. Jugar con el aburrimiento como con fuego. En el caso de Hamlet, está el plus de que se trata de un viejo amigo, el loco que pregunta sobre ser o no ser y que, por alguna ecuación que nadie descifra, desde el día de su estreno en 1601 permaneció 40 años en cartel y desde hace tres siglos no deja de representarse ni un solo día, según afirman los libros de records.
La certeza de que ya nadie en este mundo verá Hamlet por primera vez avivó durante todo el siglo XX el fuego de las relecturas más desorbitadas. Desde El Rey León, que acusa a Hamlet como subtexto, hasta una de las más brillantes sátiras nazis de los años ‘40 (To Be or not To Be de Ernst Lubitsch), pasando por una tendencia reciente a hacerlo fracasar contra los zombies (Hamlet vs. Zombies, 2011). Nótese, antes de seguir, que citar al público y los records resulta en este caso un gesto más pretencioso que convocar a René Girard o a Jung, si se tiene en cuenta que, como apuntaba el crítico polaco Jan Kott, “la lista de bibliografía sobre Hamlet es dos veces más voluminosa que la guía telefónica de Varsovia”. Vale decir, no sólo los que no nacieron ya saben quién es sino que lo que diga cualquiera de ahora en más, ya estaba escrito.
Pero, ¿qué comentario o qué lamento precedía a la sentencia de aquel espectador? No alcanzamos a oír. Pudo ser la molestia ante la perspectiva del final cantado, donde más de la mitad del elenco termina muerto. O tal vez éste fuera el quinto Hamlet al que, como esta cronista, le tocaba asistir en los últimos días. Porque así es: combinando los horarios de la cartelera porteña, cualquiera puede encontrarse con cuatro o cinco príncipes de Dinamarca en una misma semana, dos de ellos con sólo cruzar la calle Corrientes.
¿Será blasfemo relacionar esta yuxtaposición de fantasmas con la presencia de los espíritus locales en la reciente vida política argentina? Seguro, es una tentación. Un ex presidente que presta trajes, gestos y vocabulario a su hijo para que se presente a las elecciones. Otro ex presidente, viento que llega del Sur y abre las puertas de Olivos cuando su viuda está por pronunciar el nombre de los traidores. En un contexto de lucha más mediática que sangrienta, con odios contenidos, pero bajo presiones mucho menos trágicas que las que amenazaban a la corona en tiempos de Shakespeare, no tenemos, es cierto, apariciones que claman venganza. Ni algo huele mal sino todo lo contrario en la recuperación y la reiteración de la palabra “memoria”, con las diversas acepciones que va tomando a 35 años de la dictadura. Aparecidos (desaparecidos) rondan más persistentes que nunca los tribunales, las representaciones sociales, los estudios críticos sobre nuestro pasado claramente “dinamarqués”. Pero si la conexión entre cartelera y presente resulta forzada, sólo queda agregar que algunas de las versiones nombradas aquí hacen referencia explícita a los años ‘90, a los efectos del neoliberalismo y a la corrupción de los gobernantes mediante chistes y sobreentendidos que reciben risitas nerviosas del público.
Coincidencia u oportunidad, lo cierto es que hasta hace poco la oferta porteña incluía también una versión para niños con aires tangueros ambientada en los años ‘30, y en septiembre sumará, como una de las atracciones principales del Festival Internacional de Buenos Aires (FIBA), la inquietante puesta del alemán Thomas Ostermeier en la que seis actores vestidos de noche, sentados a una mesa como una especie de media última cena tendida a la vera de un cementerio o lodazal, interpretan a los 20 personajes de la obra. No sólo por economía sino por honrar a la locura: Hamlet, poco a poco, deja de reconocer a las personas de su entorno y se pregunta sin tregua dónde está la verdad de los discursos que escucha. Estrenada en Grecia en 2008, desde entonces no ha dejado de recorrer países y festivales. Los actores se proyectan en la pantalla, porque así de virtuales son los fantasmas, y porque cámara en mano graban gestos y movimientos íntimos vueltos ahora gigantes. Hamlet registra la lujuria de su madre y de su tío con la voracidad de un Gran Hermano. Todos sufren el embate de una lluvia realista y los efectos de sonido, iluminación y sorpresas escenográficas. La reina canta como Carla Bruni y muere por los chismes de la farándula (¡por fin alguien repara en la pobre Gertrudis, que en el resto de las versiones posa como un florero sólo por acostarse con el cuñado y porque Shakespeare le negó parlamentos citables!). Y Hamlet (Lars Eidinger)... Francamente, ese muchacho no está nada bien. Haciendo honor a la ley tácita que dice que quien haga de Hamlet puede ser sobreactuado, desbordado, afeminado, patético, engreído, pero nunca mediocre, el actor construye un esperpento que por momentos asquea.
“Tenía ganas de expresar mi cólera contra Hamlet porque no actúa. ¡Tenía ganas de violentarle un poco y de darle una buena patada en el culo!”, ha explicado el director cada vez que le han pedido explicaciones, y se las han pedido en cada país que estuvo. “Lo que también me interesa es el eterno problema de la locura: quería demostrar que la locura toma posesión de él y que él ya no puede esconderse más tiempo tras la máscara de loco que se ha puesto al principio de la obra.” En términos políticos, esta versión pone el foco no ya en la duda sobre si ejecutar la venganza sino en el poco tiempo que las decisiones políticas admiten cuanto más importantes son los asuntos. Es esta incapacidad de tomar una decisión lo que convierte a Hamlet en no apto para el poder y eso, para Ostermeier, no es necesariamente algo bueno. Nada queda aquí del personaje romántico que no se corrompe, las urgencias sociales no son tan simples para el alemán. Una cosa es sopesar los motivos y muy otra que muera gente en el transcurso de la reflexión: “Me parece que es un tema muy actual para nosotros, que sabemos mucho cómo analizar los problemas nacidos de la injusticia social, pero no conseguimos realmente actuar en su contra, política y globalmente”.
Las variaciones locales, que también tienen ese impulso de tomar partido por algo, incluyen un Hamlet representado por una mujer (Gabriela Toscano, en Hamlet o la metamorfosis), un Hamlet representado por un solo actor que ensaya día y noche en su monoambiente y se carga al elenco completo con los objetos que encuentra al paso (Marcelo Savignone en Hamlet x Hamlet), otro alejadísimo de Dinamarca y de Shakespeare (Hamlet. El señor de los cielos, dirigido por Rubén Pires), ambientado en Latinoamérica en los años ‘90, con un padre fantasma basado en Amado Carrillo Fuentes, el conocido narcotraficante mexicano que murió tras someterse a una extensa cirugía plástica para cambiar su rostro y un hijo educado en una escuela de cine en la Argentina, que hace documentales y es medio zonzo. Completa la lista el que dirige Juan Carlos Gené, que el espectador del comienzo calificaba de comercial, y que es, para sorpresa de algunos y decepción de los que querían seguir viendo algo de tele, el que más se ajusta a una versión tradicional “sin agregados”, asumiendo el riesgo de resultar bastante aburrida, didáctica y respetuosa del original. Claro que, a 400 años de distancia, originales son Laurence Olivier, Richard Burton, John Gielgud y también Alfredo Alcón en la traducción de Luis Gregorich, que es quien también presta su adaptación para el Hamlet de Amigorena. Ninguno de los citados llega a las tres o cuatro horas reglamentarias (Gené y Ostermeier sobrepasan las dos horas, el más breve es Hamlet x Hamlet con 60 minutos) y aun los más fieles se han arreglado para eludir los datos coyunturales y las desviaciones más engorrosas. “Seguro van a salir del teatro entendiendo exactamente de qué se trata la obra”, declaró Amigorena refiriéndose a la transparencia de un texto donde los personajes mantienen un trato hiperformal propio del imaginario palaciego, pero que consigue fuertes sobresaltos en la platea cada vez que se tratan de vos. En tren de respetar, Amigorena respeta incluso la visión que Jorge Luis Borges tiene de Hamlet cuando le reprocha la excentricidad de su famosa frase (“y el resto es silencio”) para justificarlo enseguida con su borgeana palmada en la espalda: “Pero está bien, no hay otro que pueda decir eso antes de morir. Después de todo, era un dandy y le encantaba lucirse”.
Se podría conjeturar que lo que marca la diferencia entre una puesta y otra es cómo responde cada una a preguntas inevitables: “Pero, ¿qué le pasa a este tipo? ¿Por qué hace lo que hace y no lo que tiene que hacer?”. Tan naturalizada la venganza y tanto prestigio otorga, que la actitud de Hamlet resulta siempre sospechosa. De hecho, “Hamlet” en política es un insulto.
Algunos responden con el complejo de Edipo, con un dilema moral, con el contexto histórico, con insania. ¿Qué le pasa al Hamlet de Amigorena? Nada de esto. Le pasa que es demasiado cool. Más cool que su madre Luisa Kuliok, que su rotundo padre Edward Nutkiewicz, que la blonda y alelada Ofelia de Esmeralda Mitre y que el original Polonio robado del comic y de las viejas películas argentinas que ha creado Horacio Peña. Le quedan increíblemente bien los trajes, el peinado estilizado y también los rollers con los que se desliza sobre el escenario cuando simula el pico de locura; hasta el vestido rosa viejo le queda cool. Amigorena no sufre, no se emociona, sino que se sabe la esgrima y la letra perfectamente, lo que le permite decir los famosos monólogos como quien entrega su cuerpo a un mantra.

¿SER HOMBRE O SER MUJER? ESA NO ES LA CUESTION
En el polo opuesto de lo cool, el Hamlet de Gabriela Toscano dirigido por Carlos Rivas irrumpe desde el fondo de un sillón desvencijado. Sabíamos que aparecería de un momento a otro, de hecho, anunciando la disrupción que preceden dos actrices en roles masculinos. Primero un relator (Catherine Biquard), cabeza de una compañía trashumante que viene a representar la obra que estamos viendo mientras triplica la apuesta del teatro dentro del teatro del mismo Shakespeare. Al rato aparece Horacio, una jovencita alta con sobretodo y el pelo tímidamente recogido en dos trenzas, algo encorvada y un sutil trabajo con la voz (Mercedes Spangenberg). Pero hasta que no aparezca Hamlet esta apuesta le debe más al colegio secundario que se quedó sin varones que a la ambigüedad que comandará la trama. Hamlet aparece y todo cobra sentido. Gabriela Toscano no espera a que nos convenzamos de que una mujer puede hacer de varón: ella ya es Hamlet desde el fondo de ese sillón. Al poco tiempo a nadie le importa el sexo de la actriz, que por otra parte no se ha esforzado en travestirse: calzas que le ajustan las caderas, una camisola negra lo suficiente ajustada como para que no se nos escamotee un Hamlet con tetas y el pelo largo, atado. “De haberme puesto un bigote, por ejemplo, ahí sí me habría costado más hacerlo”, explica Toscano, quien por más que se le repregunte no encuentra mucha ciencia en su metamorfosis. “Saco la parte masculina que tengo y uso la femenina que tiene Hamlet; cuando me toca besar a Ofelia, cuando la miro, la miro como un hombre. Me siento mal cuando tengo que agarrarme a trompadas con Laertes, que es tanto más alto y más fuerte.” Es cierto, se nota; pero pasa. Descubrimos aquí que Hamlet, además de lo dicho, ya no responde a un género definido. Atravesado por la pasión hasta llegar al ataque de epilepsia, más triste que un hijo por la muerte de su padre, ¡oh paradoja!, el personaje que pronuncia una de las frases más misóginas de Shakespeare (“Fragilidad: tu nombre es mujer”), ahora debe hacerlo desde un cuerpo femenino. La propuesta de la metamorfosis, no en sentido kafkiano, es la más psicológica de todas las que ofrece la cartelera. Enamorado de su padre, enamorado de su madre y enamorado de Horacio o de lo que Ofelia tiene de Horacio, Hamlet es la carne del dolor. Incapaz de sentir otra cosa. ¿Para qué? Mientras en la versión de Ostermeier la misma actriz hace de Gertrudis y de Ofelia, ya que Hamlet castiga a la segunda por lo que hizo la primera, aquí Ofelia y Horacio tienen una sola actriz. Un cambio mínimo de vestuario y una sutileza en la actitud logran que no nos resistamos. Las escenas de Ofelia con su padre cuando la baña, la peina, la seca, la besa, mientras le enseña cómo negarse a Hamlet, marcan la intensidad sexual de este enfoque. Y la estremecedora despedida de Horacio que quiere suprimirse cuando su amigo se muere mientras se le cuelan bajo el sobretodo las faldas de Ofelia, confirma que la podredumbre que se huele en esta Dinamarca no sólo es política sino amor reprimido.

LOS ESPEJOS DEFORMANTES
Si la prueba de fuego y de fama es hacer Hamlet, Marcelo Savignone retoma esa condena y la devuelve en forma de parodia y ejercicio de destreza en Hamlet x Hamlet. “Si nadie me convoca”, parece gritar desde su decorado (el monoambiente de un perdedor) al teatro de enfrente en la calle Corrientes (donde brilla la elocuente puesta de Gené con alfombra roja y féretro multifunción), “pues lo haré solo”. Y la verdad es que lo hace. Un actor poseído por la obra, que sólo lee Hamlet, sólo habla con su libreto y sólo se relaciona por teléfono con su amigo Horacio y con su novia Ofelia, consigue transmitir una versión básica, sorprendente y entretenida. Sin más calavera que un bollo de papel, ni más Ofelia que una máscara, y sin ninguna otra compañía que videos de películas, banda musical y una ingeniosa iluminación, Savignone se las arregla muy bien para burlarse de muchos clichés, incluido el de “ser o no ser”. Poco espacio para la burla y la risa deja en cambio Hamlet. El señor de los cielos. Con la carcasa de Shakespeare se monta una denuncia nada solapada ni estetizada sino enojadísima. De hecho el protagonista, antes de comenzar, pide unos minutos para recordarnos, como en una asamblea universitaria, los estragos del neoliberalismo en la región. Como el bardo eligió Dinamarca para no herir susceptibilidades, Pires elige México. A partir de eso, nada es silencio sino denuncia. Los personajes malos son más malos que los de Shakespeare (¡el más malo se llama Mauricio!) y las víctimas, como Ofelia, no estudian abogacía, como les mandan, sino circo y malabares.
A la salida de uno de estos teatros, alguien comenta que el año pasado fue a Londres y pudo ver la versión de Jude Law: tres horas de tortura intentando entender algo del inglés, “cuando de pronto escucho que está diciendo: “To be or not to be. That is the question”. Y ya no pude contener las lágrimas. Para mí fue la mejor puesta que vi en mi vida”. ¿Será que hay un Hamlet esperando para cada uno? ¿Por eso no hay competencia y hoy pueden convivir tantos en la misma ciudad? Siempre se dice, cuando se pretende hacer una buena crítica de Hamlet, que el actor consiguió retratarlo, que transmite la esencia del personaje. “¿Y qué si fuera cierto?”, se pregunta y nos responde C.S. Lewis. “Yo caminaría días enteros para conocer a Beatriz o a Falstaff. Y no cruzaría la calle para encontrarme con Hamlet. No sería necesario. El está siempre donde yo estoy.”



21/8/11

Un fantasma del futuro

Por Pablo Paredes

Vallejo es la segunda mujer en llegar a la presidencia de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECh) y es la primera, contando hombres y mujeres, en tener su rostro pintado en muros y kioscos del país. Anoche la vi sonreír por segunda vez, lo hizo por un canal de Internet mientras se le escapaba una puteada juguetona. La primera vez, fue hace un par de semanas a la una de la mañana en la fría plaza Italia de Santiago. Yo venía de comer con el poeta Bruno Vidal; ella caminaba junto a un ex presidente de la FECh. La calle estaba vacía, el joven reconoció a Bruno y lo saludó. Nos presentó a Camila, que sonrió como nunca lo haría si estuviesen ahí las cámaras de la televisión chilena, siempre deseosas de farandulizarla. Es que el machismo chileno también reina en los medios y le cuesta mucho trabajo permitirse que una mujer sea bella e inteligente. Te ha tocado difícil, Camila, tuve ganas de decirle en esos 40 segundos del encuentro, pero sólo la miré, y muy poco, pues me invadió una paranoia con respecto a que ella pudiese llegar a pensar que yo era un machista más. Así que tampoco le dije que yo hacía teatro como su padre, ni que, aunque con mucho menos inteligencia, también milité en las Juventudes Comunistas, como ella. Se fue. Me mordí la lengua. Le dije a Bruno que habíamos visto un fantasma del futuro, un fantasma que recorría el país. Un chiste pertinente, pero malo.

Ver a Camila de cuerpo entero era ponerle un cuerpo a esa activa abstracción que llamamos Movimiento Estudiantil. A veces soy duro de mollera –más bien de pecho– y necesito de un símbolo, no tanto para entender una necesidad política, que es más que evidente, sino para también quererla. Creo que eso es lo que nos pasa a los chilenos y chilenas con Camila. Algo muy distinto a lo que les pasa al gobierno y los encapuchados, que se vuelven más erráticos de lo normal, porque en sus libros no cabe, bajo ningún punto de vista, que alguien de ojos claros sea de izquierda y porque, a decir verdad, la segregación étnica, económica y social del país escasamente lo permite.

No es fácil ser linda cuando el país se pone feo, instalar inteligencia cuando la legítima rabia acumulada empieza a chorrearse por los muros de liceos y universidades, decir éste no es el país que queremos, mientras los medios se solazan con un éxito macroeconómico que no salpica a la educación. Camila lo hizo de manera brillante y ahora, cuando digo su nombre, también se me aparecen esos otros cuerpos hermosos, aunque de manera muy distinta. Me refiero a los cuerpos, brutalmente generosos, de los adolescentes que ya llevan más de un mes en huelga de hambre por lo que demandamos la inmensa mayoría de los chilenos: que el Estado garantice educación gratuita y de calidad.

Eso es lo que volvimos a pedir hoy, los 100.000 empapados que marchábamos mientras el cerro San Cristóbal se coronaba con nieve como nunca lo hace. En unas horas más comenzará el ruido del caceroleo y el domingo volveremos otra vez a las calles, nuestras ciudades se llenarán otra vez de manifestantes y la estudiante de Geografía, cosa fundamental para entender el desastre y la belleza de Chile, irá adelante con un gran lienzo, entre los profesores y dirigentes estudiantiles de todas las universidades y liceos; atrás de ellos, desbordándolos, ese carnaval rabioso cantando: y va a caer, y va a caer, la educación de Pinochet.

Hoy, cuando la marcha ya terminaba, con mis amigos nos hicimos paso entre la multitud, llegamos a estar a sólo 50 metros del escenario donde estaba Camila y algo así como un árbol gigante de camarógrafos y reporteros gráficos. Por supuesto que ella no sonrió, aunque esta vez no se pudo aguantar soltar un esbozo saludando al mar de paraguas rebeldes. Está bien, Camila, no les sonrías a los medios, nosotros sabemos que por dentro estás feliz al vernos tan dignos, tan empoderados. Quise gritarle eso, pero es muy difícil, en ese contexto, atreverse a gritar algo que no rime, así que sólo se lo comenté a mi amiga Nicole, que la ama profundamente y que desea tanto besarla como verla convertida pronto en nuestra “Compañera Presidenta”.

Al volver a casa, pensé en cuánto deseo que la tercera sonrisa que le vea a Camila sea porque los estudiantes, y quienes los apoyamos, le hayamos doblado la mano al neoliberalismo y que este terremoto feliz de nuestra historia haya revuelto lo suficiente nuestras ciudades como para que ya no haya más apartheid de escuelas buenas para ricos y malas para pobres, para que unos ojos verdes no sean patrimonio ni de buenos ni de malos, ni de lindos ni de feos, sino que simplemente sean.

Pensé en cuánto deseo que el país entero sea el lindo.

Pablo Paredes (Santiago de Chile, 1982) es poeta y dramaturgo.

19/8/11

Con el plasma y Tinelli votan cualquier cosa

Por Raúl Dellatorre
Publicado en PAGINA 12
 
No le importó reconocer que “cuando nos convenía, nosotros (población rural) nos vendimos como el 15 por ciento del padrón, pero en realidad no llegamos al 8”. Tampoco, admitir que “sí, a nosotros nos va bien”, aunque hasta hace poco afirmaba que, con esta política, Argentina iba camino a quedarse sin trigo y sin carne. Hace menos de un mes, el sábado 23 de julio, Hugo Biolcati cerraba su discurso de inauguración de la Exposición Rural señalando: “Estoy seguro de que esta larga noche está llegando a su fin (...). Pronto, todos juntos en las urnas, podremos devolver a la Patria los valores que fuimos olvidando”. Ayer, el propio titular de la Sociedad Rural, tras las primarias abiertas del domingo pasado, admitía su desilusión con la oposición, “atomizada y sin propuestas”, y con la gente que concurrió a votar, que “mira a Tinelli y si puede pagar el plasma, no le importa más nada (...). Esa gente votó a Cristina”.
Pero Biolcati dijo más. Hace menos de un mes, también en el marco de la Exposición Rural, se ufanaba ante otros dirigentes empresarios líderes: “Soy opositor, el campo se puede dar el lujo de ser opositor”. Ayer sostuvo que “la oposición le presentó a la sociedad su cara más desagradable”, alianzas surgidas como “fruto de una ingeniería electoral con objetivos egoístas y personalistas”. Y hace más tiempo aún, en la misma tribuna de la Rural pero en la inauguración de la Exposición 2010, también en un sábado de julio, Biolcati aseguraba que “la sociedad ya no admite más este estilo crispado, arrogante y confrontativo” del gobierno de Cristina Kirchner, y lo reiteró desde entonces incontables veces. Ayer, el mismo dirigente rural admitía que “mucha gente de los pueblos y las ciudades que acompañaron al campo en 2008, sin tener idea de lo que era la Resolución 125, ahora nos dicen ‘bueno, muchachos, no sigan hinchando, si no les va mal’. Y sí, a nosotros nos va bien, y tenemos una oposición que no presenta ninguna propuesta, y ante la posibilidad de que la crisis económica internacional impacte acá, el ciudadano votó la continuidad del Gobierno”.
Biolcati participó ayer como invitado principal en los desayunos de trabajo de la Asociación de Dirigentes de Empresa. Obviamente, el tema excluyente era la lectura política de los resultados del último domingo, que le pegaron un sonoro cachetazo a las aspiraciones de la oposición por acabar prontamente con el ciclo kirchnerista. Entre esos aspirantes, Biolcati siempre se había mostrado como el más entusiasta. Y el más activo, además, por alcanzar esa meta. Nunca lo disimuló.
Pero ayer, frente a los números que mostraron las urnas, el dirigente rural tuvo una reacción entre visceral, desbocada, confesional e indignada. Indignado con la oposición, partidos y alianzas que no supieron presentar, a su criterio, una alternativa para derrotar al Gobierno. Y con los votantes, que eligieron la continuidad. No “el voto del campo”, ya que según su explicación “el productor agropecuario no votó a Cristina, pero tampoco pudo encontrar una oferta atractiva en la oposición y atomizó su voto, como lo hizo la mitad que no votó al Gobierno”. “La que no acompañó (una propuesta opositora) fue la gente que apoyó la protesta del campo en 2008, esa gente votó a Cristina, no la del campo”, diferenció.
A partir de allí despotricó sin miramientos a ese segmento de la población, que fue la que sostuvo los cortes de rutas y concentraciones en el interior, golpeó cacerolas en Plaza de Mayo y barrios del norte de la Capital Federal y colmó los actos que encabezaban orgullosos los cuatro jinetes de la Mesa de Enlace en la lucha contra las retenciones a las exportaciones. “Esa gente votó a Cristina, esa gente a la que no le importa que aparezcan casos como el de Schoklender ni que haya inseguridad”, se fue desmesurando Biolcati. “Sólo le importa pagar el plasma. Encima aparece Zaffaroni explicando que él no sabía que había prostíbulos en sus departamentos, pero a nadie se le ocurre preguntar cómo es que tiene 17 departamentos un juez de la Corte con lo que gana.” Y remató subrayando “a la gente en el interior no le va mal. Mira el programa de Tinelli y si puede pagar el plasma, no le importa más nada”.
A esa altura, la incomodidad de las autoridades e invitados de la Asociación de Dirigentes de Empresa era evidente, pero Biolcati, acodado sobre la mesa, seguía adelante. “En 2008 mucha gente de los pueblos y las ciudades apoyó la protesta del campo, pero la mayoría no tenía ni idea de lo que era la 125”, la resolución que establecía las retenciones móviles. “Creyeron que con el voto no positivo de Cobos ya estaba, que el campo había ganado. Y no fue así.” Luego cuestionó los armados que intentó la oposición, que hasta la última exposición rural fue su compañera de ruta.
“Ricardo Alfonsín se juntó con De Narváez haciendo creer que había una
conjunción de radicales y peronistas, pero ningún peronista cree que De Narváez sea peronista.” “La pelea de Binner, Carrió y el centroizquierda, y la de Duhalde con Rodríguez Saá, que resultó el moño de todo esto, fueron fruto de la ingeniería electoral con objetivos egoístas y personalistas.” La mayoría de los ayer nombrados, no hace mucho, apenas tres semanas atrás, aplaudía entusiasmada y llenaba de elogios la palabra de Biolcati en la Rural. Ayer se deben haber sentido como peones de estancia del irritado patrón.

16/8/11

Cambio de actitud


Jugamos con Chacarita, un equipo difícil. Y ganamos 1 a 0, en un partido también muy difícil. Es sólo el comienzo, pero al menos se nota un cambio de actitud. Que invita a ilusionarnos...



15/8/11

Barcelona

Por Horacio Verbitsky
Publicado en PAGINA 12
 
CFK no está capacitada para gobernar, la sociedad se cansó de su autoritarismo y su soberbia, el país vive en el desorden, la inseguridad golpea a todas las clases sociales, la inflación corroe los ingresos populares, la corrupción ha llegado a niveles inauditos, pese a la favorable coyuntura internacional se está desaprovechando una ocasión única para el desarrollo, los derechos humanos son una cobertura para robar, el federalismo ha sido abolido a golpes de caja, la presidente está más atenta a los espejos que a las ventanas, los pocos colaboradores con quienes se comunica dicen que a ella no se le habla, se la escucha, los resultados de la Capital, Santa Fe y Córdoba son la primicia del derrumbe. Este es el alimento cotidiano desde hace más de tres años. Pocas veces el discurso político y mediático de oposición ha sido tan persistente y uniforme, con piezas intercambiables. Sin embargo, las únicas dudas para las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias de hoy tal como las expresan analistas, encuestadores y políticos se reducen a determinar si Cristina obtendrá más del 40 por ciento de los votos y quién será el segundo candidato más votado detrás de ella. La incongruencia es indisimulable: o mañana de madrugada, cuando se disponga de un panorama nacional definido (ya que en Buenos Aires, Entre Ríos, San Luis y San Juan se eligen también candidaturas provinciales y municipales, ejecutivas y legislativas con múltiples listas y combinaciones posibles) se asistirá a una enorme sorpresa, o la vulgata del pensamiento único se revelará como una mera expresión de deseos y la sociedad dará la espalda a quienes se ofrecen como sus mejores intérpretes y desinteresados redentores.

Metas
En teoría todas las candidaturas presidenciales están en un pie de igualdad, y por primera vez hasta las fuerzas más pequeñas gozaron del mismo espacio, gratuito, en los mejores horarios de la televisión (más un plus para cada uno de acuerdo a los votos obtenidos en la elección anterior). Cada fuerza lo aprovechó como mejor pudo. Esta es una de las reformas debidas a la nueva ley de los partidos políticos y el régimen electoral, que tiende a reducir la incidencia del poder económico y de los aparatos partidarios. Pero en la práctica, las metas de cada uno son distintas. Podrían agruparse en tres franjas:

1
Cristina Fernández de Kirchner-Amado Boudou: superar el 40 por ciento de los votos válidos emitidos. Esto reforzaría su favoritismo para imponerse en las elecciones presidenciales, dentro de dos meses.

2
Ricardo Alfonsín-Javier González Fraga, Eduardo Duhalde-Mario Das Neves, Alberto Rodríguez Saá-José María Vernet y Hermes Binner-Norma Morandini: obtener el segundo lugar, con la esperanza de aglutinar todo el voto opositor en la primera vuelta presidencial.

3
Elisa Carrió-Adrián Pérez, Alcira Argumedo-Jorge Cardelli y José Saúl Wermus (Jorge Altamira)-Christian Castillo: llegar al 1,5 por ciento del padrón en la mayor cantidad posible de distritos, ya que ése es el piso que les permitiría presentarse en octubre con listas completas.

También en otras categorías, o entre una y otra, hay objetivos parciales:

Daniel Scioli aspira a mantener el record por el cual desde 1983 cada vez que la gobernación de Buenos Aires se puso en juego al mismo tiempo que el Poder Ejecutivo Nacional, el candidato bonaerense obtuvo más votos que el presidente de su misma lista. Esto no tiene mayor importancia para la obtención del cargo, que se adjudica por simple mayoría en vuelta única, sino como proyección política futura: pese a que en 2007 la diferencia no llegó al 2,5 por ciento, Scioli pudo jactarse de su aporte a la elección de Cristina. Distinto sería si los términos se invirtieran, hoy y/o en octubre.

José Manuel De la Sota tiene objetivos afines a los de Scioli. Si bien ya fue electo gobernador de Córdoba, hoy presentará una lista de candidatos a diputados que competirá con la única autorizada por la presidente, con el sello del Frente para la Victoria. Cada voto menos que recaude su lista respecto de los que él obtuvo el domingo pasado, lo alejará un paso de su propósito de proyectarse a la escena nacional, en el que pocos creen fuera de Córdoba.

Payadas y payasadas
Los cierres de campaña exacerbaron algunas características de cada candidato. La diputada Elisa Carrió dijo que la familia de Dios es tan grande que caben ella misma, “el payador, el payaso y Llambías” (sic), según la transcripción del azorado cronista de este diario, a quien le impactó el estruendoso silencio que se produjo. Para Alcira Argumedo, Proyecto Sur debería tomar conciencia de su fuerza y apelar al sentido del humor. No es un caso único. El ex senador Eduardo Duhalde, quien ya intentó llegar a la presidencia por elecciones hace doce años, dijo que le asombraba la cantidad de estúpidos que había en la Argentina y, al día siguiente, que el gobierno ofendió a los porteños al considerar que votaron mal. Como si el esfuerzo de la campaña le hubiera limado el superyó, dijo que no competía con Ricardo Alfonsín, Hermes Binner y Elisa Carrió, sino sólo con la presidente. “Con todo respeto”, aclaró. Por haber tenido hace cuarenta años un fugaz cargo en el sindicato municipal de Lomas de Zamora se proclamó el primer sindicalista presidente, antes que Lula. Podrán discutirlo el mes próximo, cuando el ex mandatario brasileño llegue al país con el propósito de apoyar a Cristina y, según dijo, explicarles a algunos amigos argentinos que en la actual coyuntura global y regional, no hay mejor perspectiva para los pueblos de Sudamérica que la reelección de CFK. La Argentina fue anfitrión y parte en la primera reunión del Consejo Sudamericano de Economía y Finanzas, que reúne a los ministros de Hacienda y a los presidentes de los bancos centrales para coordinar medidas defensivas. En la primera reunión, además del incremento y la desdolarización del comercio intrarregional, se analizaron tres recursos, alternativos o complementarios, aún está por verse: la ampliación del Fondo Latinoamericano de Reservas (Flare) que desde hace tres décadas integran Venezuela, Colombia, Uruguay, Ecuador, Perú, Bolivia y Costa Rica; el fortalecimiento de la Corporación Andina de Fomento, como propone desde hace años su presidente, el asombroso bailarín boliviano Enrique García; o la puesta en marcha del demorado Banco del Sur.

Un plan de negocios
Mucho antes de que se abriera el proceso electoral, Duhalde suscribió junto con el ex jefe de gabinete de Fernando de la Rúa, Rodolfo Terragno, un Plan del Bicentenario. En medio de una tibia sopa de generalidades contiene un solo trozo de carne: el plan de incentivos para la inversión transnacional elaborado por los secretarios de Energía de Raúl Alfonsín, Carlos Menem, Fernando de la Rúa y el propio Duhalde, los de la privatización de YPF, la exportación descontrolada de un recurso estratégico agotable y la disminución del horizonte de reservas. En diciembre de 2010, Duhalde y Terragno maquillaron este programa como un “Acuerdo de Gobernabilidad y Políticas Públicas” y se lo hicieron firmar también a Maurizio Macrì, Margarita Stolbizer, Hermes Binner y Ricardo Alfonsín. Al presentar el compromiso, Terragno fue explícito: su inspirador es el ex secretario de energía Daniel Montamat, quien plantea la necesidad de ofrecer al capital extranjero condiciones para una inversión de 7000 millones de dólares anuales en petróleo y gas. Con toda coherencia, la plataforma del Peornismo opositor que presenta Duhalde reivindica las reformas neoliberales realizadas cuando fue vicepresidente de Carlos Menem y rechaza medidas centrales del actual gobierno, como la recuperación del sistema previsional, el uso de sus recursos para dinamizar la inversión productiva y el empleo de una parte de las reservas excedentes para proseguir el desendeudamiento que inició Néstor Kirchner y que, por primera vez, pone a la Argentina a salvo del torbellino financiero global.

Calma radicales
Duhalde propone aplicar, en cambio, el esquema de metas de inflación, en desacuerdo con el cual Kirchner no renovó el mandato de Alfonso de Prat Gay al frente del Banco Central y lo sustituyó con Redrado, quien hoy acompaña al pesificador asimétrico de Lomas de Zamora. Coincide en esto con Javier González Fraga, jefe de los equipos económicos del duhaldista Movimiento Productivo Argentino y candidato a la vicepresidencia del radicalismo. JFG es uno de los más íntimos amigos personales de Eduardo Amadeo, candidato duhaldista a la gobernación bonaerense, y mentor intelectual de Alfonso de Prat Gay, a quien Alfonsín dijo que le gustaría tener como ministro de Economía. Este anuncio enfureció a Elisa Carrió porque “Ricardito”, como aún lo llamaba, sólo la notificó por los diarios de esta apertura del libro de pases, y ensombreció al estructuralista cepalino Adrián Ramos, que encabezaba el equipo económico de Alfonsín y se orientaba hacia otro esquema, de reformas graduales más atentas a la producción y el empleo. El temor de Alfonsín a la inflación se comprende sin necesidad de grandes explicaciones. Pero las propuestas de González Fraga y la trama de relaciones tejidas con Amadeo, De Prat Gay y Redrado, todos ellos hombres del sector financiero, muestran que las peleas del Grupo Ahhh... en el Congreso, no se trasladarían en forma necesaria y automática a un eventual gobierno de coalición que los incluiría, de posiciones bien vistas por el establishment. A esto se refería Francisco de Narváez cuando reveló que entre el Peornismo opositor y lo que queda de la UCR hay más conversaciones de las que se conocen, con vistas al futuro. JGF insiste en la flotación pura del tipo de cambio, la independencia del Banco Central y la reducción de las retenciones a la exportación de soja e hidrocarburos, que es como exponer a un niño desnudo a la granizada del viernes. Para reemplazar los ingresos que el Estado obtiene por las retenciones, postula reiniciar el ciclo del endeudamiento, aprovechando que luego de ocho años de kirchnerismo la deuda pública en dólares con acreedores privados es la más baja de la historia en relación con el Producto y una de las menores del mundo. Abandonar el esquema actual de flotación administrada de la moneda y reducir o eliminar retenciones a las exportaciones de commodities cuyos precios siguen en alza, conduciría a una apreciación del peso capaz de liquidar a breve plazo la reconstrucción industrial de estos años. Es cierto, como repiten CFK y su ministra Débora Giorgi, que la economía argentina es la única de América que no se reprimarizó, mérito significativo pero que también se explica porque su desindustrialización fue de una profundidad excepcional en la década de MenemDuhalde, Cavallo y De la Rúa. Pero aún moderando el entusiasmo, es inocultable el contraste con Brasil, donde se aplican las políticas que ilusionan a la oposición argentina. En el “país serio” del discurso alfonsinista, el encarecimiento de la moneda nacional debido a las exportaciones, sin los tipos de cambio diferenciales que aquí generan las retenciones, tiende a producir aumentos de precios internos, que se intentan contener con aumentos de tasas de interés. Pero esto a su vez promueve el ingreso de capitales especulativos y aumenta la deuda pública, al estilo de la convertibilidad argentina. Ese perfecto círculo vicioso, en el que también crecen las importaciones deteriora la producción nacional y el empleo, como también ocurre en Chile, otro modelo admirado por el arco que va de Alfonsín a Macri. La vituperada inflación argentina, que expresa la puja distributiva y no parece en riesgo de incrementarse más allá de los (decrecientes) niveles actuales, no ha afectado la productividad del trabajo ni la competitividad de la industria, ya que el costo laboral por unidad de producto está entre un 25 y un 50 por ciento por debajo del de 2001 (según se mida contra el dólar o contra el tipo de cambio real multilateral) (1). Esta constelación garantiza niveles de actividad y de empleo que ya desearía España.

Frente Antiinflacionario Progresista
Más notable es que también Hermes Binner, que no tiene nexos conocidos con el sistema financiero ni las grandes empresas, se incline por el mismo tipo de enfoque de metas de inflación. El acuerdo con González Fraga y De Narváez lo alejó de Alfonsín por razones políticas y, si se quiere, estéticas. Pero no implicó ninguna diferencia de fondo en materia económica. Por el contrario, entre ambos frentes predominan las coincidencias. “Hay que confiar en el capitalismo”, respondió el líder socialista cuando le preguntaron por las consecuencias de la crisis global que estalla hoy en Europa y Estados Unidos. Es difícil advertir qué tendría de progresista, para no hablar ya de socialista, la intención de enfriar la demanda mediante la suba de la tasa de interés y garantizar la sustentabilidad de la deuda mediante medidas fiscales, reducir la excesiva inversión pública y generar un clima beneficioso para la inversión privada, como propone. El GEN, que forma parte del FAP, presentó además un proyecto de ley de entidades financieras que, a diferencia del que elaboró el diputado Carlos Heller, sólo agrega algunas reglas de protección al usuario a la ley neoliberal vigente. Según el director del Centro de Economía y Finanzas para el Desarrollo (CEFID-Ar), Guillermo Wierzba, de este modo el FAP replica “el programa de los abdicantes partidos socialistas europeos en el momento de su peor crisis” y tiende a producir “la chilenización de la economía argentina”. Tal vez Claudio Lozano o Humberto Tumini podrían explicar qué tiene este proyecto de progresista, pero están muy ocupados tratando de persuadir al electorado de que hoy no le renueve el voto de confianza a Cristina.

 

10/8/11

Vendrás alguna vez

Música Alfredo Malerba
Letra Luis César Amadori
Tango. 1938


Si supieras que estoy solo
entre tanta y tanta gente,
si supieras que estoy triste
mientras ríen locamente;
tengo todo y me parece
que sin vos no tengo nada...
y en la noche atormentada de mi amor,
te pregunta temblando mi voz.

Vendrás alguna vez... decime.
Vendrás por el camino de mi soledad.
Ya no me importa lo que dirá la gente
ya ves, humildemente te pido que volvás.

Vendrás alguna vez... mentime.
Mentime si es que nunca... nunca volverás.
Porque prefiero vivir de esa mentira,
que andar tras de la muerte sabiendo la verdad.

Tu pasado me persigue,
tan tenaz como la sombra,
y en la noche solitaria
oigo al viento que te nombra.

Yo te llamo en mi amargura
aunque nadie me conteste,
y es inútil que proteste, mi rencor
es más fuerte que todo mi amor.

9/8/11

Ejemplo

Por Claudio Díaz

He tomado la decisión de renunciar al cargo de redactor que ejercía y, como es de rigor en estos casos, quiero despedirme de los amigos que gané durante mis siete años de permanencia en el diario y de los buenos compañeros con los que compartí muchas tardes entretenidas.

Pero no quiero irme sin antes explicarles, a ustedes y también a quienes ocupan los cargos jerárquicos de esta empresa, los motivos de mi retiro. A fines de marzo la revista Veintitrés me pidió una opinión sobre el rol que cumplen los medios periodísticos y algunos intelectuales en la elaboración del discurso político actual.

Yo efectué una dura crítica a lo que se da en llamar el Grupo Clarín y acentué, particularmente, lo que a mi criterio había sido una clara manipulación informativa durante la cobertura del conflicto Gobierno vs. Campo, tanto por parte del diario como de Canal 13 y TN. En este caso no hice más que expresar, libremente, la vergüenza que me provocó -como periodista pero también como simple ciudadano- el ejercicio “periodístico” del Planeta Clarín y sus satélites.

La reacción por parte de la empresa, como es de suponer, fue inmediata.

Y hasta la consideré razonable.

Es más: a uno de los colegas aludidos, Julio Blanck, le dí explicaciones acerca de por qué yo lo incluía en una lista de hombres de prensa que -desde mi punto de vista- sostienen un discurso “progresista” pero le terminan haciendo el juego al llamado establishment.

Hasta ahí todo bien.

Lo que siguió después es distinto.

Las autoridades editoriales (en este momento no se me ocurre otro término) le comunicaron a mis jefes que “de ahora en más” dejara de escribir la página 3 del Zonal (que se supone es la más “importante”) y que me limitara a hacer -es textual- “notas blandas”.

Una estupidez, realmente.

Pero pocas horas después se emitió otra orden: que no se me autorizara a tomar la totalidad de días de vacaciones adeudados, que había pedido para esta semana…

No dieron argumento alguno para justificar la negativa. La verdad es que por ninguno de estos dos castigos tendría que haberme hecho mala sangre.

Sin embargo, dije “basta” y tomé la decisión de no seguir adelante con mi trabajo en el Zonal, harto del doble discurso de este diario, de su hipocresía, de pontificar en sus editoriales y notas de opinión una cosa para después hacer otra.

Es tanta la repugnancia que sentí por quienes posan como adalides de la libertad de expresión que me dije a mi mismo: “hasta aquí llegué”.

Quiero decir: hace más de 20 años que ejerzo el oficio de periodista; conozco perfectamente los condicionamientos que nos ponen para atenuar o directamente diluir nuestra vocación de contar y decir las cosas como uno cree que son, aun a riesgo de equivocarse.

En fin, en casi todos lados he comprobado (eso tan viejo pero siempre vigente) que una cosa es la libertad de prensa y otra la libertad de empresa.

Pero lo que viví en Clarín en los últimos tiempos superó todo… Gracias a Dios, ¡todavía tengo vergüenza!

Pero lo que ya no tengo es estómago para tragarme las cosas que hace este diario en nombre del periodismo.

A esta altura ya no puedo soportar tanto cinismo.

Como cuando desde un título o una nota se insiste en que no decrece el nivel del trabajo en negro y las condiciones laborales son cada vez más precarias, siendo que en todas las redacciones del Grupo se emplea a pasantes a los que se los explota de manera desvergonzada, obligándolos a hacer tareas de redactor por la misma paga que recibe un cadete, sin obra social ni vacaciones.

Es el mismo cinismo de despotricar contra la desocupación al tiempo que se lanzan a la calle nuevos productos sin contratar a trabajadores, duplicando y hasta triplicando el horario de los que ya están dentro de la maquinaria.

Es el mismo cinismo de presionar a redactores para que se conviertan en editores, bajo la promesa (falsa) de que “algún día” se les reconocerá la diferencia salarial.

Si, como se sostiene el martes 15 en la cotidiana carta del editor al lector, “son los medios y los periodistas los que deben regularse y actuar con responsabilidad democrática”, pues bien Sr. Kirschbaum, yo empiezo por esa tarea. Porque si Clarín tanto se rasga las vestiduras asegurando que respeta la libertad de expresión, ¿por qué sanciona a un periodista que vierte, ejercitando esa libertad de pensamiento, una opinión?

Tengo otras cosas para decirle a usted y a quienes lo secundan (si es que a esta altura todavía están leyendo…): la demonización que practica el diario a través de un “inocente” semáforo que cumple la misión de dividir al mundo en ángeles y demonios (según el interés ideológico o comercial del Grupo), ha llegado al nivel de un verdadero pasquín que nada tiene que envidiarle a las publicaciones partidarias.

Es peor todavía, porque éstas tienen la honestidad de reconocerse como expresiones de un partido político o de un espacio ideológico.

En cambio, Clarín se imprime bajo el infame rótulo de periodismo independiente…

En pos de engrosar la cuenta bancaria se ha perdido todo decoro.

Da la sensación de que los que se llaman periodistas o columnistas ya ni sienten un mínimo de pudor por haberse convertido en contadores del negocio mediático, desvividos por saber cuánto dinero ingresa a las arcas; lo único que les falta es salir con el camión de Juncadella.

Digo esto porque ha sido patética, en la misma carta del editor del martes 15, la reacción editorial contra otros medios periodísticos competidores que estarían atreviéndose a morder un pedazo del queso que el Grupo quiere deglutirse, como de costumbre, solito y solo, calificando a aquellos de miserables, travestidos y miembros de una jauría.

¡Después cuestionan a D’Elía o a Moyano por las palabras “ofensivas” que lanzan contra el periodismo independiente y democrático!

La mayoría de quienes me conocen saben de mi simpatía y hasta cierta militancia por el peronismo.

Pero también saben que no me une ningún tipo de relación con el gobierno, ni con su tan temido Observatorio de Medios, ni con los jóvenes de la Cámpora ni tampoco con sus “grupos de choque”.

La aclaración vale para que estén tranquilos y no piensen que durante estos siete años fui un agente infiltrado en el Zonal Morón.

Simplemente amo el trabajo periodístico, tengo pensamiento propio (aunque, qué le vamos a hacer…: no es el políticamente correcto) y un compromiso de honrar mi oficio.

A Ricardo Kirschbaum, a Ricardo Roa y a tantos otros que mandan les digo que estoy preparado para asumir lo que venga, porque no me extrañaría que las redacciones de otros medios empiecen a recibir llamados telefónicos pidiendo que se me prohíba trabajar de lo que soy.

Tan libre me siento, tan espiritualmente íntegro de poderles decir lo que les digo (aunque les resbale), que ya no me importa si la larga mano del Grupo le pone candado a mi futuro para no dejarme otra opción que trabajar como remisero o repositor de supermercado.

Me voy orgulloso de haber seguido aprendiendo lo que es vocación, oficio, dignidad y ejercicio responsable del buen periodismo.

Que me lo dieron los jefes de los zonales y un montón de amigos y compañeros a quienes no voy a nombrar para evitarles quedar marcados por mi cercanía afectiva.

Me voy avergonzado de la conducta de quienes deberían honrar el trabajo periodístico y no lo hacen.

POSDATA: Mis queridos amigos: aquí les he reenviado el texto del correo que despaché hoy a compañeros del diario y a los principales jerarcas (Kirschbaum, Roa, Blanck, Van der Kooy, entre otros) explicando los motivos de mi renuncia.

Desde mañana, viernes, dejo de trabajar. Ya saben que también dejo el celular del Grupo.

De modo que para comunicarse conmigo por ahora tienen el teléfono de casa y este correo. Espero contar con un nuevo celular la próxima semana.

Fuerte abrazo para todos.

Claudio


A los 52 años y producto de una cáncer sin remedio, en la madrugada del viernes 5 de agosto falleció el periodista e investigador Claudio Díaz, hombre de extensa trayectoria en el periodismo y autor de numerosos libros. En ocasión de las polémicas públicas alrededor de la Resolución 125 sobre retenciones a las exportaciones agropecuarias, Díaz decidió renunciar como empleado del Grupo Clarín sin recibir indemnización ni pago alguno, ejerciendo el periodismo con actitud militante y comprometida con la verdad. Tras la renuncia y luego de la publicación de la carta abierta que aparece más arriba, su casa fue asaltada por desconocidos y encapuchados que golpearon a la madre del periodista. Revolvieron el interior de la casa sin llevarse nada. Su valiente decisión le valió una declaración del secretario general de la CGT, Hugo Moyano, quien lo nombró "héroe civil". Entre sus libros se destacan Manual del antiperonismo ilustrado, Diario de guerra. Clarín el gran engaño argentino, y Movimiento Obrero Argentino. Claudio Díaz recibió en 1989 el Premio Latinoamericano de Periodismo José Martí, que le entregó Fidel Castro en persona, por su trabajo de investigación sobre sectas pentecostales en Argentina (escrito junto con Alfredo Silleta). Asismismo, integró la agrupación Oesterheld e integró la Cooperativa de la gente cordial, que administra el Canal 4 de televisión de Haedo. Díaz cobró notoriedad cuando a los 12 años ganó el concurso del programa de televisión Odol pregunta, al contestar sobre seleccionados de fútbol de Argentina. Y con el dinero obtenido le compró una casa a su mamá.






Gardel eterno


4/8/11

Achtung Baby! 20 años

Lanzado originalmente en noviembre de 1991, Achtung Baby fue, al decir de Bono, "el sonido de cuatro hombres talando el árbol de Joshua.
El álbum significó una nueva dirección para U2, con temas como The Fly, Mysterious Ways, One y The Real Thing.
Para celebrar la ocasión U2 lanzó una edición de aniversario con canciones inéditas, las sesiones de grabación originales, videos, remixes, caras B y un material documental.
Son cinco ediciones físicas que incluyen vinilo, CD, DVD y opciones digitales.

La fiesta de todos

Por Fernando D´addario
Publicado en PAGINA 12

No se sabe qué habrá sentido Fito Páez cuando los altoparlantes del bunker macrista escupieron, en medio de los festejos por el triunfo PRO, los acordes de “Dale alegría a mi corazón”. Es probable que le haya causado más gracia que asco (el que escribe estas líneas se aventura a proyectar en el vapuleado rosarino sus propios sentimientos al respecto), en una suerte de hidalgo reconocimiento a la ironía del ganador. Macri y los suyos no suelen incurrir en gestos irónicos: sus reacciones, aunque estudiadas, apuntan a lo lineal, a las emociones básicas y elementales. Un lapsus de ligera sutileza –aunque materializado en forma de gastada– siempre es bienvenido.
Gilda, en cambio, no puede opinar sobre la utilización de “No me arrepiento de este amor” porque está muerta. Es posible conjeturar, sin embargo, que no le hubiera desagradado escuchar uno de sus hits en boca de Macri. Su música, al menos, no es hostil al espíritu PRO. “No me arrepiento de este amor” es el prototipo de la cumbia “blanca”, simpática, pum para arriba, ajena a cualquier especulación conflictiva. Una cumbia, digamos, “no crispada”. Le permite a Macri, además, fingir (tras un esfuerzo encomiable) que lo popular no le da tanto asquito.
Pero a Manuel Quieto, líder de La Mancha de Rolando, no le gustó nada prender el televisor y escuchar en cadena nacional su canción “Arde la ciudad”. Un poco porque no se sentía “bienvenido” al jolgorio. Pero fundamentalmente, uno intuye, su irritación fue producto de una evaluación un poco más profunda: el espíritu del tema en cuestión está en los antípodas del clima festilindo post-menemista que Durán Barba eligió para las celebraciones macristas. Aunque las letras no se explican, ésta en particular alude a aquella “fiesta de todos” que la dictadura impuso durante el Mundial ’78 para tapar sus secuestros, sus desapariciones y sus torturas. Cuando Manu Quieto canta “la gente festeja y vuelve a reír, / pero este carnaval, que hoy no te deja dormir, / mires donde mires ella está ahí”, se está refiriendo a la estupidez colectiva que contagió a buena parte de la sociedad argentina hace más de treinta años. Esa clase de alegría boba que se parece al adormecimiento. Manu sabe de lo que habla porque es sobrino de Roberto Quieto, líder montonero secuestrado por la Triple A en 1975. Cuando un comando se lo llevó, Manuel, que tenía un año, estaba en sus brazos.
Sin caer en reduccionismos injustos –no es lo mismo, claro, la dictadura que el conservadurismo neoliberal de Macri–, “Arde la ciudad” podría servir para burlarse amargamente, también hoy, de ese cotillón de globos amarillos y papel picado que el actual oficialismo porteño despliega para instaurar una nueva y artificial “fiesta de todos”. Quieto se quejó apelando al capital simbólico que encierra su canción. La contestación del PRO fue inherente a su lógica: el tema se puede usar porque se le pagó a Sadaic.
Resulta hasta osado pedirle a Macri una lectura comprensiva de los textos que utiliza para arengar a sus adeptos. Durán Barba lo sabe bien y explota esa aparente limitación de su cliente hasta convertirla en una expresión de espontaneidad (¿o impunidad?) positiva. Macri no leyó la letra de “Arde la ciudad” porque su límite es muy preciso: sólo llega hasta el envoltorio de las cosas; su curiosidad musical no trasciende la frontera de un estribillo pegadizo.
Ya que de marketing se trata, podría haber celebrado con la gran marca cultural/turística de la ciudad, bailándose un tangazo de Pugliese con María Eugenia Vidal. ¿O no dijo alguna vez que el tango es “la soja de la ciudad”? Pero tanto artificio se le hubiese vuelto en contra: la presunta idiosincrasia tanguera de los porteños, cargada de nostalgia y cuestionamientos metafísicos, está a años luz de la tilinguería PRO que se pretende inocular en los –bastante permeables, debe reconocerse– vecinos de esta hermosa ciudad.



2/8/11

"El peor enemigo de la revolución es el burgués que muchos revolucionarios llevan adentro".

Mao Tse Tung



1/8/11

El amarillo gana de local

Por Mario Wainfeld
Publicado en PAGINA 12

Mauricio Macri fue reelegido con amplia diferencia sobre Daniel Filmus. El resultado convalida su legitimidad y su potencia electoral en el distrito. En una perspectiva futurista, lo instala como un presidenciable para 2015. Es un dirigente valorado por la mayoría de los “vecinos”, que volvieron a plebiscitarlo.
Tras cuatro años plenos de vicisitudes en la Argentina y en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), las elecciones mostraron un escenario bastante estable, en el que se incrementó el margen para Macri, otro motivo para su festejo.
El líder de PRO hizo una gran elección. Prevaleció en todas las comunas, lo que expresa un aval policlasista, aunque hay marcadas diferencias entre las de clase alta y las más populares, donde Filmus estuvo más cerca. No gravitaron las patentes zozobras de la gestión, o bien una fracción envidiable del electorado las consideró menos relevantes que otras variables. A ojo del cronista, éstas combinan el predicamento del candidato, el sesgo antikirchnerista del padrón capitalino, algún aval a sus políticas domésticas, el buen uso de la “ventaja deportiva” de que gozan en la etapa los oficialismos provinciales. Nada original, acaso, ni nada unidimensional.
Filmus llegó a un final discreto aunque (visto con la perspectiva del final) nunca amenazó la chance del favorito. Tal vez, en general, se subestimó el peso de Macri, jugando de local.
En el territorio, Macri ejerce su supremacía. Gobernar en estos años es un buen plafón para revalidar y un trampolín factible a grandes ligas. Macri eligió posponer el salto, un hecho central en la coyuntura. Desde 2003 amaga para pujar por la presidencia, pero a la hora de la verdad se refugia en el terruño.
El Frente para la Victoria (FpV) logró mandar a la banquina rápidamente al diputado Fernando Solanas, mejorar los de-sempeños históricos del kirchnerismo en la primera vuelta y remontar la floja cosecha de 2009. En el ballottage pudo aminorar el cálculo del “72 por ciento de los porteños antikirchneristas” divulgado por dirigentes opositores y los medios dominantes. Su acervo de primera vuelta es, verosímilmente, el piso de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner en la Ciudad Autónoma. Y, como aseveró Filmus en su discurso, admitiendo el veredicto porteño, el FpV es el primer partido del distrito con aspirante a presidente.
Cabe inferir que de los ocho puntos que añadió ayer, la mayor parte corresponde a quienes se pronunciaron por Pino Solanas tres semanas atrás.
En 1983, cuando la recuperación de la democracia, tres añejos partidos provinciales consiguieron las gobernaciones: el Bloquismo sanjuanino, el Autonomista Liberal en Corrientes, el Movimiento Popular Neuquino (MPN). En competencias ulteriores, coronaron partidos de nítida matriz procesista: la Fuerza Republicana del represor Antonio Domingo Bussi en Tucumán y Acción Chaqueña. Gobernaron un solo turno. Lo mismo ocurrió con el partido Renovador salteño, con más recorrido previo y clara complicidad con la dictadura. Esas fuerzas provinciales jamás pudieron (tampoco desearon especialmente) traspasar sus fronteras. En ocasiones pudieron ser determinantes en el espacio nacional por su peso en el Senado.
Hoy día, solo el MPN sigue en pie, invicto e imbatible. Las demás se fueron diluyendo, sucumbiendo a la lógica mayormente bipartidista de los electorados del interior.
El PRO y el socialismo santafesino, que llegaron a gobernar en 2007, suplen a su modo esas experiencias y matizan el espectro político democrático. El PRO siempre se autorretrató como una referencia nacional, pero recién en 2011 obtuvo resultados interesantes, con candidatos propios más allá de la Capital. Dentro del distrito es un partido organizado, con mejor implantación territorial que cualquier otro. Más allá de la General Paz, su armado es entre inexistente y vacilante. Ayer, en un esfuerzo de producción, el jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta pidió, apenas pasadas las seis de la tarde, el voto para un puñadito de candidatos dispersos en la geografía nacional. El diputado Federico Pinedo, en suelo propio, y otros en Entre Ríos, Vicente López y Lanús (sic).
Dentro del kirchnerismo se debatirá si el saldo es positivo o negativo. El cronista lo tildaría de pasable. El clima de ayer en dirigentes y militantes era, en primera mirada, poco entusiasta o resignado. Tal vez hayan incidido fantasías o voluntarismos. Claro que, como es artículo de fe en la competencia política, algo se pudo hacer mejor para minimizar la distancia, dudosamente para acceder a lo que hubiera sido una proeza.
En opinión del cronista, se debería revisar no sólo la campaña (que fue floja y con varias conducciones paralelas) o la fórmula (la mejor dentro de lo disponible). Es forzoso evaluar los cuatro años transcurridos en los que ni Filmus ni ningún dirigente de primer nivel se mantuvo activo como referencia en el distrito, organizando a su militancia, articulando con organizaciones sociales, discutiendo en el día a día, constituyéndose en actor activo en los conflictos sociales y culturales que los hubo por arrobas.
De modo más inminente, el kirchnerismo debería autocriticar su internismo en la campaña, acrecentado en las semanas recientes. Y sofrenar el ansia (ostensible en varios dirigentes o grupos) de saldar cuentas locales prematura e inoportunamente. Hasta el 23 de octubre toda interferencia localista es indeseable. Sería meter ruido en la disputa nacional, que es prioritaria y está lanzada. Sobrará tiempo para reacomodar el espacio porteño.
Filmus reconoció gallardamente, aunque sin especial fervor, el resultado. Saludó al ganador, enalteció a la ciudadanía. La Presidenta llamó por teléfono a Macri y lo felicitó. Esos gestos siempre valen, acaso no para cosechar adhesiones, sí para transmitir mensajes constructivos a la opinión pública.
“Mauricio” agradeció los plácemes y pronunció un discurso que sería edificante para quien no lo conociera. De tono republicano, reprobando la corrupción, levantando banderas más bien ajenas: la cultura del trabajo, el ascenso social, el esfuerzo. Repitió que hará un road show para conversar con todos los presidenciables, incluyendo a Cristina Kirchner. Se colocó en un rol casi de estadista y de una suerte de líder nacional, gran elector. No lo es, porque así lo resolvió meses atrás. Es (ni menos ni más) un mandatario con alto conocimiento público, taita en su bastión, que le hurtó el cuerpo a la disputa por la Casa Rosada.
Tanto él como sus compañeros rehuyeron responder a quién apoyarán en octubre. El asedio busca forzarlo a definirse, lo que no le conviene, porque arriesga una fracción de su capital simbólico. Y porque, en el fondo, su estrategia se fundó en la certeza de que la Presidenta sería reelecta, como él. Si otra figura del Grupo A llegara a la Casa Rosada, Macri perdería el sitial de alternativa predilecta de la oposición y su vanguardia corporativa. Habrá que ver cómo zafa del brete, quién le dice con una convocatoria abierta a pronunciarse contra el kirchnerismo pero sin definir preferencias entre sus colegas del Grupo A.
Las primarias abiertas del 14 de agosto están al caer. La publicidad radial y televisiva presenta a todos los candidatos, lo que implica un avance que se puede perfeccionar en próximas oportunidades. La sensación térmica para la contienda es fría, parece que son pocos los ciudadanos que están al tanto de sus reglas, no digamos motivados. La falta de disputa interna en el primer nivel les resta sabor y legibilidad a las primarias que serán, de cualquier forma, una medición interesante acerca de la intención de voto. Los variados referentes de la oferta opositora esperan que sean los propios ciudadanos quienes reparen su dispersión, su falta de liderazgo y de cohesión.
El conjunto opositor ha exacerbado la valoración de los resultados de Santa Fe y Capital, predecibles ambos. El triunfalismo, podría apuntarse, cambió de bando durante julio.
El kirchnerismo, seguramente, podía haber cumplido mejor papel relativo y la irrupción de Miguel Del Sel fue un batacazo en contra. En la mirada global, Santa Fe y la Capital son distritos siempre ariscos para el FpV. De cualquier forma, los pronunciamientos desfavorables deben ser internalizados, analizados y jamás desdeñados. Y la conflictividad interna, una señal de alerta.
Macri seguirá al mando de la CABA hasta 2015, tras dos jornadas de rescatables participación y conducta ciudadana. Nadie celebró en las calles porteñas, un hecho peculiar en una jornada previsible.

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