Por Mario Wainfeld
Publicado en PAGINA 12
Mauricio Macri fue reelegido con amplia diferencia sobre Daniel Filmus. El resultado convalida su legitimidad y su potencia electoral en el distrito. En una perspectiva futurista, lo instala como un presidenciable para 2015. Es un dirigente valorado por la mayoría de los “vecinos”, que volvieron a plebiscitarlo.
Tras cuatro años plenos de vicisitudes en la Argentina y en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), las elecciones mostraron un escenario bastante estable, en el que se incrementó el margen para Macri, otro motivo para su festejo.
El líder de PRO hizo una gran elección. Prevaleció en todas las comunas, lo que expresa un aval policlasista, aunque hay marcadas diferencias entre las de clase alta y las más populares, donde Filmus estuvo más cerca. No gravitaron las patentes zozobras de la gestión, o bien una fracción envidiable del electorado las consideró menos relevantes que otras variables. A ojo del cronista, éstas combinan el predicamento del candidato, el sesgo antikirchnerista del padrón capitalino, algún aval a sus políticas domésticas, el buen uso de la “ventaja deportiva” de que gozan en la etapa los oficialismos provinciales. Nada original, acaso, ni nada unidimensional.
Filmus llegó a un final discreto aunque (visto con la perspectiva del final) nunca amenazó la chance del favorito. Tal vez, en general, se subestimó el peso de Macri, jugando de local.
En el territorio, Macri ejerce su supremacía. Gobernar en estos años es un buen plafón para revalidar y un trampolín factible a grandes ligas. Macri eligió posponer el salto, un hecho central en la coyuntura. Desde 2003 amaga para pujar por la presidencia, pero a la hora de la verdad se refugia en el terruño.
El Frente para la Victoria (FpV) logró mandar a la banquina rápidamente al diputado Fernando Solanas, mejorar los de-sempeños históricos del kirchnerismo en la primera vuelta y remontar la floja cosecha de 2009. En el ballottage pudo aminorar el cálculo del “72 por ciento de los porteños antikirchneristas” divulgado por dirigentes opositores y los medios dominantes. Su acervo de primera vuelta es, verosímilmente, el piso de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner en la Ciudad Autónoma. Y, como aseveró Filmus en su discurso, admitiendo el veredicto porteño, el FpV es el primer partido del distrito con aspirante a presidente.
Cabe inferir que de los ocho puntos que añadió ayer, la mayor parte corresponde a quienes se pronunciaron por Pino Solanas tres semanas atrás.
En 1983, cuando la recuperación de la democracia, tres añejos partidos provinciales consiguieron las gobernaciones: el Bloquismo sanjuanino, el Autonomista Liberal en Corrientes, el Movimiento Popular Neuquino (MPN). En competencias ulteriores, coronaron partidos de nítida matriz procesista: la Fuerza Republicana del represor Antonio Domingo Bussi en Tucumán y Acción Chaqueña. Gobernaron un solo turno. Lo mismo ocurrió con el partido Renovador salteño, con más recorrido previo y clara complicidad con la dictadura. Esas fuerzas provinciales jamás pudieron (tampoco desearon especialmente) traspasar sus fronteras. En ocasiones pudieron ser determinantes en el espacio nacional por su peso en el Senado.
Hoy día, solo el MPN sigue en pie, invicto e imbatible. Las demás se fueron diluyendo, sucumbiendo a la lógica mayormente bipartidista de los electorados del interior.
El PRO y el socialismo santafesino, que llegaron a gobernar en 2007, suplen a su modo esas experiencias y matizan el espectro político democrático. El PRO siempre se autorretrató como una referencia nacional, pero recién en 2011 obtuvo resultados interesantes, con candidatos propios más allá de la Capital. Dentro del distrito es un partido organizado, con mejor implantación territorial que cualquier otro. Más allá de la General Paz, su armado es entre inexistente y vacilante. Ayer, en un esfuerzo de producción, el jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta pidió, apenas pasadas las seis de la tarde, el voto para un puñadito de candidatos dispersos en la geografía nacional. El diputado Federico Pinedo, en suelo propio, y otros en Entre Ríos, Vicente López y Lanús (sic).
Dentro del kirchnerismo se debatirá si el saldo es positivo o negativo. El cronista lo tildaría de pasable. El clima de ayer en dirigentes y militantes era, en primera mirada, poco entusiasta o resignado. Tal vez hayan incidido fantasías o voluntarismos. Claro que, como es artículo de fe en la competencia política, algo se pudo hacer mejor para minimizar la distancia, dudosamente para acceder a lo que hubiera sido una proeza.
En opinión del cronista, se debería revisar no sólo la campaña (que fue floja y con varias conducciones paralelas) o la fórmula (la mejor dentro de lo disponible). Es forzoso evaluar los cuatro años transcurridos en los que ni Filmus ni ningún dirigente de primer nivel se mantuvo activo como referencia en el distrito, organizando a su militancia, articulando con organizaciones sociales, discutiendo en el día a día, constituyéndose en actor activo en los conflictos sociales y culturales que los hubo por arrobas.
De modo más inminente, el kirchnerismo debería autocriticar su internismo en la campaña, acrecentado en las semanas recientes. Y sofrenar el ansia (ostensible en varios dirigentes o grupos) de saldar cuentas locales prematura e inoportunamente. Hasta el 23 de octubre toda interferencia localista es indeseable. Sería meter ruido en la disputa nacional, que es prioritaria y está lanzada. Sobrará tiempo para reacomodar el espacio porteño.
Filmus reconoció gallardamente, aunque sin especial fervor, el resultado. Saludó al ganador, enalteció a la ciudadanía. La Presidenta llamó por teléfono a Macri y lo felicitó. Esos gestos siempre valen, acaso no para cosechar adhesiones, sí para transmitir mensajes constructivos a la opinión pública.
“Mauricio” agradeció los plácemes y pronunció un discurso que sería edificante para quien no lo conociera. De tono republicano, reprobando la corrupción, levantando banderas más bien ajenas: la cultura del trabajo, el ascenso social, el esfuerzo. Repitió que hará un road show para conversar con todos los presidenciables, incluyendo a Cristina Kirchner. Se colocó en un rol casi de estadista y de una suerte de líder nacional, gran elector. No lo es, porque así lo resolvió meses atrás. Es (ni menos ni más) un mandatario con alto conocimiento público, taita en su bastión, que le hurtó el cuerpo a la disputa por la Casa Rosada.
Tanto él como sus compañeros rehuyeron responder a quién apoyarán en octubre. El asedio busca forzarlo a definirse, lo que no le conviene, porque arriesga una fracción de su capital simbólico. Y porque, en el fondo, su estrategia se fundó en la certeza de que la Presidenta sería reelecta, como él. Si otra figura del Grupo A llegara a la Casa Rosada, Macri perdería el sitial de alternativa predilecta de la oposición y su vanguardia corporativa. Habrá que ver cómo zafa del brete, quién le dice con una convocatoria abierta a pronunciarse contra el kirchnerismo pero sin definir preferencias entre sus colegas del Grupo A.
Las primarias abiertas del 14 de agosto están al caer. La publicidad radial y televisiva presenta a todos los candidatos, lo que implica un avance que se puede perfeccionar en próximas oportunidades. La sensación térmica para la contienda es fría, parece que son pocos los ciudadanos que están al tanto de sus reglas, no digamos motivados. La falta de disputa interna en el primer nivel les resta sabor y legibilidad a las primarias que serán, de cualquier forma, una medición interesante acerca de la intención de voto. Los variados referentes de la oferta opositora esperan que sean los propios ciudadanos quienes reparen su dispersión, su falta de liderazgo y de cohesión.
El conjunto opositor ha exacerbado la valoración de los resultados de Santa Fe y Capital, predecibles ambos. El triunfalismo, podría apuntarse, cambió de bando durante julio.
El kirchnerismo, seguramente, podía haber cumplido mejor papel relativo y la irrupción de Miguel Del Sel fue un batacazo en contra. En la mirada global, Santa Fe y la Capital son distritos siempre ariscos para el FpV. De cualquier forma, los pronunciamientos desfavorables deben ser internalizados, analizados y jamás desdeñados. Y la conflictividad interna, una señal de alerta.
Macri seguirá al mando de la CABA hasta 2015, tras dos jornadas de rescatables participación y conducta ciudadana. Nadie celebró en las calles porteñas, un hecho peculiar en una jornada previsible.