27/9/11

Amigorena, Mitre y la realidad

Por Eduardo Anguita
Publicado en TIEMPO ARGENTINO

Cuando Orson Welles se lanzó a escribir, producir, dirigir y protagonizar no sabía que terminaría siendo el responsable de una de las películas que hizo historia en el cine. Lo que sí tenía claro era contra quién había apuntado con su mirada y no sólo con las cámaras. Corría 1941 y Estados Unidos se involucraba en la Segunda Guerra...
El miedo debía cundir por todos lados. Welles hizo El ciudadano Kane (así, con K) como una radiografía del poderoso empresario mediático William Randolph Hearst, quien hizo lo indecible para evitar que Hollywood lo mostrara tal como era. Hearst se creía blindado frente a los escándalos porque tenía 28 diarios, desde Los Ángeles hasta Washington y Boston. Welles contaba con su talento y su talante. Había demostrado, apenas tres años antes, el impacto que tenía la radio. Fue cuando transmitió en vivo y en directo una invasión de marcianos que, por supuesto, nunca existió. En realidad, La guerra de los mundos fue la adaptación al radioteatro de la novela homónima escrita por su casi homónimo Herbert Wells. Hubo pánico en Nueva York. No hay carrera de periodismo o comunicación que no tome La guerra de los mundos para graficar el poderío que tienen los medios a la hora de manipular mensajes. Alcanza con darle formato realista, casi de noticiero, a una ficción. El ciudadano fue una vuelta más de tuerca, porque se atrevió a poner en escena a Hearst, alguien cuyo negocio era estar detrás de la escena al mismo tiempo que ponía en escena a quien quisiera. La trama es descomunal porque trasciende la valentía del autor. El ciudadano Kane muestra la condición humana atravesada por el poder. Casi casi un Hamlet del siglo XX. No, desde ya, como el Hamlet que protagoniza Mike Amigorena, con Esmeralda Mitre interpretando a Ofelia. “Es un regalo del cielo”, dijo la hija de Bartolomé Mitre en declaraciones periodísticas cuando se estrenó la obra. Puede ser que el cielo haya tenido que ver. Pero hay algunos otros motivos terrenos que convierten este Hamlet en una comedia de enredos y lo saca del sacrosanto lugar de la tragedia shakesperiana. El Alvear depende del Ministerio de Cultura de la Ciudad, donde el novio de Esmeralda Mitre, Darío Lopérfido, tiene muchos amigos. Por otra parte Esmeralda es una de las herederas del diario La Nación, sin perjuicio de su trayectoria dramática, cuestión en la que el autor de estas líneas no está en condiciones de abrir juicio. Además, este Hamlet cuenta con la dirección de Juan Carlos Gené, un gigante, con quien la Mitre tomó clases.
¿A qué viene tanta historia? Simplemente a darle contexto a la ¿sorpresiva? decisión de Amigorena de borrarse del papel de empresario poderoso de medios en la miniserie El Pacto que esta noche iba a estrenarse en América Televisión. Si bien el personaje interpretado por Amigorena tiene un nombre de ficción es lo más parecido a Héctor Magnetto, quizá con algunos toques de Bartolomé Mitre. La miniserie recrea, como es de estado público, la trama de negocios sucios que Clarín y La Nación hicieron para despojar a los accionistas de Papel Prensa con el apoyo de la sangrienta dictadura militar. Rafael Ianover –tenedor de acciones de Papel Prensa por encargo de su dueño David Graiver– le relató con detalles a toda la sociedad que las reuniones para el despojo se hicieron en las oficinas de La Nación. Uno de los detalles escabrosos, que bien podría servir para ilustrar un Hamlet moderno, era que a los herederos de Graiver y a él mismo, los tenían en oficinas distintas de ese diario, sin que entre ellos supieran qué pasaba. Tenían que firmar sí o sí el despojo. La causa Papel Prensa está más que documentada y tramita en dos juzgados federales. El número tres de La Plata, a cargo de Arnaldo Corazza, porque las torturas y desapariciones se hicieron en campos clandestinos de detención del Conurbano Bonaerense. También llegó al número tres de la Ciudad de Buenos Aires, a cargo de Daniel Rafecas y está ahora en manos de la Cámara Federal porque Rafecas considera que no es procedente dividir la causa. El motivo por el que está en Buenos Aires es precisamente porque el despojo se habría concretado en las oficinas de La Nación. Y el director era Bartolomé, el papá de Esmeralda, la chica que trabaja en el teatro con Mike.
Ahora bien, ¿cuánto importa que Ofelia y Hamlet sean amigos fuera de la obra dirigida por Gené? O, también, ¿a alguien le interesa saber si Gené tiene presente que el padre de la Ofelia de la obra era uno de los tipos acusado de ser parte del terrorismo de Estado? Porque, es sabido, Gené tuvo que salir del país en 1976 a todo raje sin que La Nación se lamentara. Y no es necesario recurrir a Welles para buscar ejemplos de personas que no desdoblan la ficción y la realidad de acuerdo a las conveniencias o los temores de turno. Gené formó parte de una generación de artistas que eran, además, militantes gremiales y primeras figuras de las tablas o las miniseries. Cualquiera que peine canas recuerda las cosas maravillosas –que podían verse en televisión durante la dictadura de Alejandro Lanusse– con actores como Gené, Bárbara Mugica, Emilio Alfaro o Carlos Carella. Precisamente Carella fue uno de los actores de una película que recreaba una historia real ocurrida en 1956 y que se filmó en esos años de Lanusse. Se trata de Operación Masacre, dirigida por Jorge Cedrón. Contaba Víctor Laplace –que también trabajó en la obra y que era un militante comprometido igual que Carella– que los horarios de filmación muchas veces se supeditaban al horario en que podían hacerse de los uniformes policiales que les facilitaban algunos compañeros y que, desde ya, no podían alquilar en casas de vestuario. Es decir, algunos uniformados se jugaban para darles durante la noche sus propios uniformes.
Los tiempos son los tiempos y nadie tiene derecho a exigirle a Mike Amigorena que se inspire en Welles o en Carella. Pero no vendría mal que se tome un rato para leer Silencio por Sangre, escrito por Daniel Cecchini y Jorge Mancinelli, donde están relatados los pormenores de la historia en la que se basa el personaje que acaba de resignar. También podría preguntarle a Gené, en algún tiempo libre que les deje Hamlet, qué pasaba en esos años. Por el mundo del teatro también anda Osvaldo Papaleo, hermano de Lidia, la viuda de Graiver. Ambos le pueden contar lo que es pasarse un largo tiempo en Puesto Vasco, con el genocida Ramón Camps encima.
No soy de la idea de que sea conveniente convertir a Amigorena en Enemigorena. Sí me parece un llamado de atención para que la realidad y la ficción dialoguen más. Entonces, si Amigorena no tiene dimensión de lo que significa interpretar un personaje muy parecido a Magnetto, sería bueno que no aceptara de entrada. Ahora que las cosas están hechas, debe quedar claro que la cultura, por suerte, sigue a buen recaudo. El Pacto podrá cambiar de escenarios, de actores, de situaciones, de giros retóricos. Pero, eso sí, cuando se estrene, van a temblar los que tienen que temblar y vamos a aprender un poco más los que tenemos que ayudar a que se sepa la verdad con auxilio de la ficción.

26/9/11

en el principio era el Verbo

"En el principio era el Verbo,
y el Verbo era con Dios,
y el Verbo era Dios.
Este era en el principio con Dios.
Todas las cosas por él fueron hechas."

Juan 1:1-3

23/9/11

"The Master is here"

Renfield

22/9/11

R.E.M. sella el final de una época del rock alternativo

Por Iñigo López Palacios  
Publicado en EL PAIS (España)

"Un hombre sabio dijo: la gran habilidad para ir a una fiesta es saber cuándo es el momento de irse", dijo anoche Michael Stipe en un comunicado colgado en la web de R.E.M. con el que se anunciaba la separación tras 31 años de la banda que lidera. Eran cuatro párrafos, uno firmado por todo el grupo, y los otros tres por Mike, Michael y Peter. Es decir, por el bajista Mike Mills, el cantante Michael Stipe y el guitarrista Peter Buck.
Son los tres fundadores del grupo que continuaban después de que el batería Bill Berry abandonase el grupo en 1997, dos años después de sufrir un derrame cerebral en pleno concierto de la banda en Lausana, Suiza.
Inciden los cuatro en sus mensajes en los mismos argumentos: son amigos y siempre lo serán; han llegado mucho más lejos como banda de lo que nunca imaginaron y ahora se sienten sin ganas de continuar porque ya no saben que hacer. Estarían engañando a sus fans. Tras tanto tiempo juntos no es fácil, pero es lo único honrado. "Es el momento de hacerlo", concluye Mike Mills.
La verdad es que hacía ya bastantes años que R.E.M. habían perdido la trascendencia cultural que una vez tuvieron. Que fue enorme. Son la banda básica para entender el acceso del rock alternativo a los estadios. No solo lo lograron antes que nadie -en 1988, su quinto disco, Document, fue el primero de su carrera que vendió un millón de copias-, sino que tras firmar por la multinacional Warner consiguieron en 1991 convertirse en la banda de rock más importante del planeta con Out of time, su séptimo álbum. Y entretanto, nadie fue capaz de reprocharles nada.
Se les considera los creadores de un modelo, el de la gestión inteligente del éxito. De un éxito conseguido sin concesiones artísticas, que la mayoría de las bandas alternativas que les siguieron quisieron imitar. Fueron el modelo de Sonic Youth, de Radiohead y de Nirvana. Cobain estaba obsesionado con ellos, envidiaba la aparente facilidad con la que Stipe manejaba la fama.
Hay que entender que R.E.M. nació a principios de los ochenta. Eran un grupo de rock estadounidense cuando lo que se llevaba era el pop británico de Wham!, Culture Club o Duran Duran. Frente a la frivolidad, los sintetizadores y el pop de colorines ellos apostaban por las guitarras cristalinas del folk pop de los sesenta, las letras crípticas de Stipe y el compromiso político. Pioneros del rock de buenas intenciones, pregonaron las virtudes de la ecología con una oficina sostenible en su ciudad, Athens, una urbe universitaria del Estado de Georgia en la que siempre mantuvieron su cuartel general. Se aseguraron de mantener el control creativo sobre su obra, en una época en la que los grandes eran marionetas de sus sellos, tomaron partido por los demócratas en medio de la era Reagan, eran pacifistas y mantenían un estrecho contacto con sus fans.
Este es un modelo que ahora resulta familiar, pero que ellos crearon. Cuando el resto de las bandas de éxito, ya fueran Van Halen o Whitney Houston, aprovechaban sus primeros beneficios para comprarse un descapotable, ellos lo usaron para contratar un abogado que defendiera sus derechos. Cuando triunfaron con Out of time, el disco que contenía su gran éxito Losing my religion, y otros cuatro sencillos y vendió 16 millones de copias, aseguraban que lo que les había guiado era crear un clásico. Y todo el mundo les creyó y les aplaudió. Eran honrados y decentes.
Con el éxito, el ambiguo Stipe salió del armario y se convirtió en un personaje del corazón. Buck, la otra mitad creativa, se dedicó a producir a bandas pequeñas, esos "grupos de chicos de 19 años que quieren cambiar el mundo", de los que habla en su comunicado. Las ventas eran decentes, sacaban un álbum cada dos años que no era muy bueno, pero tampoco malo, giraban y, finalmente, se convirtieron en unos señores de 50 años que hacían música intrascendente. Su último disco, Colapse into now, se publicó en primavera. Era posiblemente su mejor esfuerzo de la última década. Ahora preparaban el enésimo recopilatorio, que será póstumo.

20/9/11

La ecuación de la droga

He aprendido la ecuación de la droga.
La droga no es, como el alcohol o la yerba, un medio para incrementar el disfrute de la vida. 
La droga no es un estimulante. 
Es un modo de vivir. 

William Burroughs

Insatisfacción

ilustración de Nuno


En la época de los placeres programables,
la insatisfacción es una queja malévola
o el peculiar anhelo del dandy.

Juan Villoro

Ciudades

Construimos las ciudades para contener algo que se desborda sin cesar. Buscamos protegernos entre esas paredes.
Gestos corteses, sonrisas, negocios, las calles muestran letreros luminosos, con palabras nos guían hacia una existencia ordenada, alejándonos del campo. 
Construimos ciudades para vivir mejor.  

Jorge Accame
Forastero

19/9/11

lo que no somos

Eso es sólo lo que podemos decirte:
lo que no somos
lo que no queremos

Eugenio Montale

Arte

Cuando el
espíritu
se desvanece
aparece
la
forma

Charles Bukowski
Arte

18/9/11

Adoración

Adoren la música, no a los músicos.

Eddie Vedder

17/9/11

Descubrimiento

Mi trabajo es observar y hacer observar.
Porque el mundo está lleno de cosas para mirar.
Basta con saber verlas.
Es un continuo descubrimiento.

Jacques Tati

16/9/11

Indio Solari: "Yo soy un tipo de izquierda"

El cantante más popular de rock de la Argentina, Carlos "Indio" Solari, se refirió a sus ideologías: "Yo soy un tipo de izquierda, pero si me preguntás de qué izquierda, no sé. ¿De la nueva izquierda? Siempre hay una nueva izquierda, pero antes que eso, me considero un artista, porque no tengo otra forma de llamarle a lo que hago. Yo tengo un estilo, pero no es neutral, es de izquierda. Independientemente de que coincida o no en su articulado con la manera de ver la izquierda de los demás, pero el estilo nunca es neutral. Sin embargo, independientemente de cualquier actitud política, cuando vivís en un grupo social, yo no creo en el artista militante; creo que el artista no tiene que formar parte del sentido común de la sociedad. Los políticos, sí. El resto de las construcciones, sí. Pero el artista tiene que estar en la frontera, cruzarla, volver, correr riesgos".
En una larga entrevista de nueve páginas que brindó a La Garganta Poderosa, la primera revista de cultura villera escrita, fotografiada, dirigida y financiada por vecinos de distintos barrios marginados de la Argentina, Indio analizó cómo percibe a la Argentina en la actualidad: "No creo que haya dogmas políticos que solucionen los problemas políticos para siempre. Son eventuales, circunstanciales. Por ejemplo, yo tengo una buena opinión de lo que está pasando en este momento, y eso no me pone en las filas del kirchnerismo, ni mucho menos. Simplemente, como ciudadano, me doy cuenta de que están pasando cosas importantes. Pero el artista tiene que preservar un lugar donde no forma parte del sentido común, porque lo tiene que exceder, haciendo experiencias no ordinarias y aplicándolas no sólo en la plástica, la música o la lírica.".
El ex líder de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota profundizó acerca del futuro de la humanidad: "Mi preocupación en este momento es que tengo un hijo de 11 años, y me imagino un mundo futuro desesperanzador, porque es como que hoy en día vamos tirando papel picado en la cubierta de un barco, y hay un iceberg que te está esperando. Los recursos naturales se están agotando, y cada vez la condición humana es más longeva. Me gusta que estemos en un buen momento acá, pero si uno se pone profundo, no encuentra respuestas esperanzadoras, al menos yo no las tengo. Y me cuesta mucho encontrarlas. El sistema es tan perverso…Me gustaría entender que el iceberg se está derritiendo y que el barco va a pasar tocando la bocina, pero no veo eso, sinceramente. Quizá sea mi ceguera, o quizá soy corto de vista, intelectualmente".

Lettieri espresso bar + cafe

15/9/11

Ciencias morales

Los muros del colegio son gruesos y consistentes. Prometen preservar la rutina de los días de estudio de todo lo que pueda estar pasando fuera, de todo lo que - de hecho - está efectivamente pasando fuera, en las calles vecinas, en Buenos Aires, en esa Argentina de 1982. ¿Pero qué espacio limitan esos muros, un lugar de adquisición del saber o un recinto sadiano?
Porque el colegio extiende su jurisdicción más allá de la enseñanza, imparte a sus alumnos una rigurosidad que no deben descuidar en ninguna circunstancia de sus vidas, una impecable moral que debe constituirse en el inflexible esqueleto de todos sus actos.
María Teresa es preceptora en este colegio, o sea, una inocente - o quizá sólo ignorante - maestra de ceremonias. Tiene veinte años, empezó a trabajar cuando todavía era verano, y el señor Biasutto, el jefe de preceptores, le reveló en su primera entrevista la actitud que convenía adoptar con los alumnos. Porque no era fácil obtener lo que él llamaba "el punto justo" para la mejor vigilancia. Una mirada alerta a la que no se le escapo para nada pero que no fuera evidente, para no poner sobre aviso a los estudiantes. Una mirada a la que nada le pasara inadvertido, pero que pudiese pasar inadvertida ella misma. Quizá la mirada del perverso, o del carcelero, o del amo. Y María Teresa, que admira al señor Biasutto, se perfecciona como preceptora, se esmera en la aplicación de las normas y la corrección de las conductas. Pero si todo está prohibido - hasta para ella misma -, todo es trasgresión. Y cuando María Teresa, persiguiendo un vago, quizá inexistente olor a tabaco, comienza a esconderse en los lavabos de los chicos para sorprender a los que fuman y llevarlos anta la autoridad, y poco a poco hace de ello un hábito oscuramente excitante, no es de la violación de las reglas sino de su aplicación a ultranza de donde surgirán la torsión y el desvío, de la rigurosa vigilancia de una completa rectitud, de la custodia que tal vez estén siendo aplicadas más allá del recinto de este pequeño mundo cerrado que nos descubre Martín Kohan. Porque extramuros de ese colegio donde estudian y han estudiado las futuras clases dirigentes, hay otro mundo, hay un país que acaso se le asemeja. Ciencias morales confirma indiscutiblemente la extraordinaria madurez narrativa de uno de los autores más inteligentes, más estimulantes, de la reciente literatura argentina.

Martín Kohan. Ciencias morales. Editorial Anagrama, 2007

Thomas Ostermeier

Por Gerhard Jörder

Thomas Ostermeier es uno de los directores escénicos y generales de teatro de la generación intermedia. Su carrera teatral fue singular. En pocos años logró el salto desde la escuela superior de teatro, pasando por la dirección general de un pequeño escenario cultural berlinés hasta la dirección artística de uno de los teatros más importantes de habla alemana. Desde 1999 es responsable junto a Jens Hillje, Sasha Waltz y Jochen Sandig de la dirección artística de la Berliner Schaubühne am Lehniner Platz. Ha realizado en total treinta puestas. Además trabajó en el Festival de Salzburgo, en el Edinburgh International Festival, en el Deutsches Schauspielhaus de Hamburgo, en los Kammerspiele de Munich y pronto lo hará en el Burgtheater de Viena.
La fama precoz también fue una hipoteca para el director. Después de los éxitos aclamados en la “Baracke” de Berlín y de la doble convocatoria al Encuentro de teatro de Berlín en 1998 era previsible que el trabajo en la Schaubühne, este “templo sagrado” del teatro alemán, desde un principio estaría signado por la enorme presión de la expectativa. El comienzo con un elenco de teatro y baile joven no resultó sencillo. Las primeras puestas de Ostermeier en la Schaubühne fueron comentadas por la crítica con desilusión. Antes, en el bunker de la pequeña “Baracke”, su predilección por las “pequeñas obras sucias” de jóvenes autores de habla inglesa había tocado con precisión el nervio del lugar y de la época; “Shoppen & Ficken” (1998), una historia decadente de Mark Ravenhill, un brillante acto de equilibrista entre slapstick y tragedia, se había convertido allí en una puesta de culto.
En cambio, en los ambientes “sofisticados” de la Schaubühne el proyecto de descubrir realidad concreta también en la sociedad marginal (p.ej. con “Personenkreis 3.1”, 2000 de Lars Noréns) le fue criticado como pose socio-romántica. Aún así, Ostermeier no se dejó amedrentar en su ímpetu: Una y otra vez retomó el tema de los underdogs sociales: En “Der starke Stamm” de Marieluise Fleißer (2002), “Wunschkonzert” de Franz Xaver Kroetz (2003), “Woyzeck” de Büchner (2003).
El concepto de realismo de Ostermeier en última instancia apunta a iluminar. Aboga por un nuevo contenido del teatro, en contra de la arbitrariedad de la destrucción y la estética del todo vale. “Justamente debido a que las experiencias sociales del hombre son tan discontinuas y muchas veces fragmentadas aumenta la necesidad de al menos fingir cierta unidad, contexto y diseño.” Ese, dice, es el motivo del planteo realista de su trabajo. La moral no se encuentra sin embargo en la expresión directa, sino en la forma.
Relato narrativo y presencia del lenguaje corporal son características de sus puestas. En cuanto a la fidelidad al texto y al trabajo actoral Ostermeier es tradicionalista. El actor se encuentra en el centro. A menudo se le exige máximo compromiso físico. La emoción debe verse en la acción concreta, no en “actuaciones psicologizantes”. Sorprende que el director, que inicialmente se apoyaba en un elenco muy joven, busque trabajar cada vez más con actores experimentados. El principal interés de Ostermeier se centraba al comienzo en el teatro contemporáneo. Con talleres y el Festival de nuevo drama internacional (FIND) impuso el director y su equipo impusieron nuevos parámetros para la promoción de autores en el teatro alemán. El mismo ha puesto en escena muchos estrenos y primeras presentaciones de obras. Con el tiempo también aumentó su interés por obras modernas clásicas. “Nora” de Ibsen (2002) se convirtió en su mayor éxito de los últimos años. La puesta ilustra como el concepto de realidad de Ostermeier incluye totalmente la realidad mediática actual: El drama emancipatorio se traslada directamente a la sociedad de clase media actual y al mundo de imágenes del consumismo. Las citas visuales y acústicas del cine, telenovelas, comics y del pop exaservadas grotescamente y con gran efecto ponen de manifiesto, que la búsqueda de identidad del hombre moderno está rodeada de clichés de roles inflacionarios.

Entrevista con Raúl Serrano: "Todo el teatro es mentira"


Por Mercedes Méndez
Publicado en TIEMPO ARGENTINO

Las paredes del living de la casa del reconocido director Raúl Serrano están tapadas de libros. El artista que hace diez años fundó una escuela donde aplica su método de actuación que se expandió por toda Latinoamérica, demuestra, con tanta literatura teatral, su necesidad de investigar. Ahora, después de cuatro años sin dirigir espectáculos, presenta en su teatro, Del Artefacto, la obra El viaje de Don Juan, basada en el texto de Molière, uno de sus autores favoritos. Además, habla de sus alumnos y su trabajo como maestro de actores, de sus clases y sobre su participación en política, cuando se presentó como candidato a diputado por la Ciudad en la lista de Daniel Filmus. La historia de un comunista que, por primera vez, se encontró con un gobierno real.
El viaje de Don Juan implica la vuelta de Raúl Serrano con una obra propia, después de años dedicados a la docencia. El director se propuso con esta pieza desechar lo espiritual y concentrarse en el cuerpo. Su Don Juan no busca enamorar mujeres, sino que trata de conquistar a Dios y dice que su espectáculo investiga "las represiones culturales que operan en el cuerpo, que es una mezcla de fisiología y de cultura". "Me interesó mostrar esa contradicción. La cultura es una mediación del cuerpo. Mucha gente vive su cuerpo como una cárcel", explica. 
-¿Cómo definiría a su teatro?
-Me interesa un teatro más acorde con lo humano. Yo considero que todo el teatro es mentira. El actor puede estar en una escena violando a Desdémona y después se va a comer a Pipo. Es lo bueno del teatro. No hay riesgo. El teatro es el único lenguaje artístico que mantiene el aura. El único arte que no se puede reproducir y que, por eso, mantiene su signo distintivo. El teatro es artesanía. No es industria. Expresa la capacidad individual junto con una idea colectiva.
-¿Por eso crece tanto el teatro independiente?
-La Argentina es uno de los países primeros en el mundo en cuanto al desarrollo del teatro. Hay más de 200 salas. ¡Ojo a sentir que afuera es mejor que acá, porque no lo es! En esto somos pioneros. Hay que estar orgullosos con lo que somos, parece que la periferia le está dando varias lecciones al centro. No veo ningún problema en que los artistas generen más teatro del que los espectadores pueden llegar a ver durante un fin de semana. Estamos hablando de gente que trabaja sin plata, que le quieren vencer a la alienación. Es un modelo de trabajo libre, donde no se piensa en términos de mercado, sino de valores. Estamos dando un ejemplo político. Para mí, en el germen de este movimiento de teatro independiente está el anticipo de un nuevo modo de vida social. Una forma de rescatar el nexo entre el individuo y el grupo.
-¿El actual momento político tiene que ver con este nuevo modo de vida social?
-Estoy muy contento con la época política que estamos viviendo. Durante los '90, con el neoliberalismo instalado, el grupo de quienes toda la vida militamos en el Partido Comunista nos sentimos derrotados. Nos preguntamos si nuestra lucha, los ideales por los que habíamos dado la vida, no se habían vuelto una utopía. Pero en 2003, con la aparición de Néstor Kirchner, cambiaron las cosas. Para mí esto es muy importante. A mi edad, significa sentir que no fracasamos. Fue emocionante ver cómo se construía una fuerza política, donde los jóvenes son el motor. Yo creo en el socialismo y, por el momento, todo lo que ha hecho la señora presidenta va en ese sentido. Ahora, si tengo que hablar de mi gobierno ideal, seguro que no lo es, pero lo ideal es ideal porque existe sólo en el pensamiento. Este es mi gobierno real, el que trabaja con las fuerzas que cuenta. Néstor Kirchner y Cristina Fernández nos han dado un ejemplo de acumulación política.

Antes de estrenar El Viaje de Don Juan, Serrano había presentado hace cuatro años en el Centro Cultural de la Cooperación la obra El deseo bajo los olmos. A pesar de tanta experiencia, el director reconoce que con esa pieza no tuvo satisfacciones. "Yo lo estaba estrenando cuando murió mi esposa, Alicia Bruzzo, y tuve una situación extraña con una serie de juicios que me hicieron y no me pude comprometer tanto con la obra. Ese espectáculo lo concebí sólo desde la dirección de actores, pero no desarrollé una metáfora escénica ni nada de eso. Y quedé un poco golpeado después", admite.

-¿Por qué decidiste trabajar con una obra de Molière?
-Hacía mucho tiempo que yo venía madurando un espectáculo del Don Juan de Molière. Esa obra fue una de las más censuradas de la historia. A Molière lo tuvieron que enterrar a las 12 de la noche y sin custodia porque el arzobispo de París prohibió que enterraran al más grande escritor de Francia. Fue justamente por haber escrito Don Juan.
-¿Cómo es tu Don Juan?
-Mi Don Juan no es un conquistador de mujeres, lo que él quiere es conquistar a Dios. Él enfrenta a todas las convenciones de este mundo que ponen límites al cuerpo. Dice que busca a Dios con su pensamiento, con sus sentimientos y con sus tripas. Y plantea: "¿Acaso mis pulsiones no son también obra de Dios?". De esta manera, mucho más que un conquistador de mujeres, él es un provocador. Es un tipo que no está de acuerdo con lo que le ocurre, no está de acuerdo con la sociedad en la que vive, pero no siendo un desfavorecido de la sociedad, sino siendo uno de los usufructuarios, porque él es un noble. No acepta los cánones de la sociedad, se queja de la relación con su padre, se enfrenta con las relaciones laborales, se enfrenta con los prejuicios de la mujer amada. Porque la mujer que ama le dice: "Yo lo amo a usted Don Juan, pero no como usted piensa, yo lo amo con el alma." Y él se queja, dice que eso no puede ser, que no se puede amar desde tan alto. "Usted vive su cuerpo como una cárcel señora, y yo busco otra cosa", dice él. Entonces mi Don Juan emprende un viaje, donde el cuerpo entra en distintas relaciones con distintos problemas de la vida.
-¿Y por qué se focaliza tanto en el cuerpo?
-En primer lugar, me parece una reivindicación filosófica política: todos los Derechos Humanos son derechos del espíritu, del pensamiento. Porque en la realidad, no hay ninguna ley que se dedique a asegurar los cuerpos. Por ejemplo, pese a que la Constitución Argentina dice que todo ciudadano tiene derecho al trabajo, a la propiedad, a la salud. En la práctica, son una minoría los que tienen casa o trabajo. Yo no quiero poner el acento en los problemas espirituales, sino en el cuerpo como algo inseparable de todos esos derechos. Además, el cuerpo es la herramienta, desde el punto de vista técnico, de nuestra técnica. Hasta no hace mucho la metodología del actor estaba puesta sobre las acciones físicas, que era una herramienta del tipo racional instrumental. Con el tiempo, nos fuimos dando cuenta que eso era una especie de racionalización de la técnica y entendimos que la verdadera herramienta era el cuerpo.
-¿Cómo se aborda el cuerpo desde su técnica?
-El cuerpo puede ser abordado desde muy distintas perspectivas. El cuerpo del ser humano no es pura naturaleza, a diferencia del cuerpo de los animales, que puede ser explicado desde la pura fisiología y la pura zoología. El cuerpo humano es una mezcla de fisiología y de cultura. Nosotros no tenemos un cuerpo que no implique la cultura. Una de las normas que respeta todo ser humano civilizado es, por ejemplo, la ley contra el incesto. Y es una ley absolutamente cultural y sin embargo está tan enraizada en nosotros, que no percibimos que es cultural.


11/9/11

Cátedra de periodismo

Publicado en TIEMPO ARGENTINO

Durante su participación, esta semana, en el programa 6,7,8, el destacado periodista francés director de Le Mode Diplomatique y su colega argentino conductor del ciclo Marca de Radio, reflexionaron sobre el rol de los medios masivos de comunicación y sobre cómo se constituyeron en un factor determinante de poder que influye en la clase dirigente. Desde su aguda mirada, analizaron el tratamiento de la información en la actualidad y el uso de las nuevas tecnologías. El caso Murdock, Wikileaks. Imperdible.

MEDIOS HEGEMÓNICOS Y LA CLASE POLÍTICA OPOSITORA

IGNACIO RAMONET: Desde hace algunos años, la prensa dominante ha asumido en muchos países la función militante de ser el argumento principal para organizar a la sociedad, ya sea en la oposición o en el poder.
Es decir: en países donde se estima que los gobiernos llevan a cabo una política responsable con respecto a las aspiraciones populares, en ese caso, los medios dominantes –prensa, radio, televisión, confundidos– se asumen efectivamente como oposición más política que la propia oposición política que pueda estar en el Congreso. Es una de las dimensiones de la globalización. La globalización hace que los actores principales no sean los dirigentes políticos, sean los grupos económicos y financieros dominantes.
Por consiguiente, la defensa de la lógica de la mundialización la asumen los grupos que son los actores dominantes de la globalización, cuyo objetivo es de convencer al conjunto de la sociedad que la globalización es buena para todo el mundo. El objetivo principal de los medios de comunicación es domesticar a la sociedad. Siempre. Y en particular, en este caso, en el marco de la globalización, se trata de convencer a la población aunque sufra con lo que está ocurriendo con la globalización.
Estamos viendo en Europa en estos momentos, en muchos países, un gran sufrimiento social, que se expresa por el movimiento de los indignados que va más allá de Europa. En el caso de Israel, por ejemplo para no hablar de Europa, es muy interesante: es un país que tiene una tasa de crecimiento muy importante, pero una lógica neoliberal muy fuerte, un integrismo neoliberal, y las víctimas son las nuevas generaciones que no tienen futuro y las clases medias que se ven amenazadas con un desclasamiento. Aunque el país tenga crecimiento, los ciudadanos no se aprovechan de este crecimiento. De ahí, la protesta.
Y el papel de los medios dominantes es el de decir “no, esto es lo mejor que se puede hacer y deben ser felices así”. Aunque en la vida cotidiana la gente entiende bien que no puede ser feliz. Hay muchos testimonios en Israel –para no hablar de países europeos como Grecia o España, donde las condiciones económicas son difíciles y donde no hay casi crecimiento– pero aún cuando hay crecimiento como en Israel, la gente dice trabajamos, tenemos sueldos, tenemos profesiones de cierto nivel, y a pesar de ello, nos cuesta llegar a fin de mes.

EDUARDO ALIVERTI: Yo quiero marcar una no diferenciación, porque acuerdo absolutamente, pero sí una puntualización. Me parece que la diferencia del periodismo argentino con su rol opositor en los grandes medios, con los medios de los países centrales es la manera desembozada de plantear su pertenencia de poder.
Si tomamos el caso de España, más allá de la abdicación casi editorial que se produjo en el país con el título FIN DE CICLO hace poco, en función de la situación que vive Zapatero. Todos sabemos que el país ha jugado para el PSOE, casi hasta que fue constitutivo del Pacto de la Moncloa en su momento, y que el PP estaba detrás del Diario El Mundo, y hasta electoralmente son públicos los posicionamientos de The New York Times, del Washington Post, del Observatore romano, de La República, etcétera. Es público que juegan un rol ideológico y político. Está claro. No engañan en ese sentido. Distinto es si pasamos a hablar de cuál es la claridad de la conciencia social. No tengo un concientómetro.
La percepción popular es en torno de que son como corporaciones, pero está claro cuál es su lugar político. Lo que ha estallado en la Argentina es el disfraz del periodismo independiente. Clarín y La Nación no pueden ya mostrar que juegan desde un a-lugar, desde un no-lugar. Esta es la diferencia que abrió la etapa nacida en 2003 y particularmente desde y con el conflicto del campo.

COMBATIENDO AL POPULISMO

IGNACIO RAMONET: El concepto de populismo no está bien definido. Cuando se usa esencialmente se quiere acusar con el uso de ese concepto. En realidad, se trata de resistir a una lógica democrática que hace que quizá, en algunos países por primera vez, la ciudadanía ha elegido programas y equipos para llevar a cabo una política que sea más redistributiva. Es una vieja aspiración de muchos ciudadanos de América Latina. El hecho de que haya legitimidad para llevar a cabo esa redistribución, esa justicia social, a algunos que históricamente se han considerado como propietarios del país, les parece un escándalo. A partir de ahí, tratan de encontrar argumentos que a veces no encuentran. En algunos casos, pienso sobre todo en Venezuela a principios del año 2000, cuando la oposición prácticamente desapareció desde el punto de vista electoral, vimos cómo los grandes medios tradicionales que pertenecían a los dueños del país, y no es una casualidad que los propietarios materiales del país fueran propietarios también del aparato ideológico mediático del país, en ese caso, los medios asumieron textualmente la función de oposición al gobierno. Sin disimulo, porque el golpe de Estado de 2002 lo conducen los medios de comunicación. Ya había existido el caso de El Mercurio en 1973 en Chile, pero es más evidente ahora porque en el ’73 no existía el fenómeno de la globalización que ahora sí. Se crea una solidaridad mediática internacional, y hemos visto la intervención de la SIP y su rol. Porque la SIP se presenta como portavoz del periodismo, pero la SIP no lo es. Es portavoz de los propietarios de prensa. Hay una gran diferencia. La prensa la hacen los periodistas, y los propietarios no forzosamente expresan el interés y la idea de los periodistas. Los propietarios tienen intereses económicos de los propietarios. La SIP ha usurpado esa función y habla en nombre de la libertad de prensa, pero en realidad no habla en nombre de la libertad de prensa. Habla en nombre de la libertad de empresa. Y confunden libertad de empresa con libertad de prensa, y hacen una especie de juego de magia de circo, y mientras en realidad hablan de libertad de empresa, en sus medios de habla de libertad de prensa. Y esto tiene un efecto. Yo creo que todo ciudadano democrático está a favor de la libertad de prensa. Nadie está en contra.

EDUARDO ALIVERTI: ¿No notás esta diferencia de pornografía, si se quiere, entre los medios de los países centrales, e inclusive en el caso de Venezuela, con relación a la actitud de los medios de la oposición en la Argentina? Yo, y creo que vos tampoco, jamás vi algo similar a lo que ocurre en Venezuela con los medios de la oposición. Hemos escuchado en Venezuela boletines informativos convocando al magnicidio. No hay espacio para disfrazarte de periodismo independiente. Y es literal. La actitud que inclusive han tenido algo aminorada ahora por el episodio de salud de Chávez. Me parece que hay una diferencia respecto de la persistencia de Clarín y La Nación y no sólo de ellos –no los vamos a usar como única cabeza de turco– en relación a cómo ellos se plantan a propósito de que no son medios de la oposición.
El fallido de Obarrio, en el programa Palabras más, palabras menos es maravilloso. El tipo se le escapó: “qué nos quieren impedir publicar lo que señala un medio de la oposición”. Ese es el elemento cualitativo que distingue. No sé cuánto tiempo llevará hasta que haya una posición más sincera, si es que la va a haber, en el caso de los medios en la Argentina, porque me parece que no tienen retorno de ello. Uno puede conocer, dentro del ambiente, la situación revulsiva que se vive en esos medios de la oposición, y particularmente en uno de ellos, con una mitad de la biblioteca interna que puja por decir señores se ha expresado a la ciudadanía: estamos trabajando en una línea que no es claramente aquella que coincide con los intereses populares, con lo que la gente quiere, y hay otra mitad que sigue diciendo ya estamos en baile, sigamos bailando. Esto se escucha dentro de ciertas corporaciones de prensa. Va a llevar mucho tiempo para que esto se revierta, y no sé si se revertirá.

PERIODISTAS Y EL PERIODISMO

IGNACIO RAMONET: Primero hay que decir que un periódico no funciona de forma democrática. Un periódico funciona de manera muy jerarquizada, como puede funcionar un navío, por ejemplo, con capitán, oficiales y marineros. Y aunque se esté en un país democrático, en el interior de un navío se respeta una jerarquía. La responsabilidad está siempre compartida. Por ejemplo, en un periódico, el periodista autor de la nota no es forzosamente el responsable del título. El título, lo establece la jerarquía. El periodista tampoco es responsable del espacio que ocupará su artículo. Lo definirá la jerarquía, en qué página, con cuánto espacio. Un periodista puede ser muy independiente, tener su propia línea, pero la jerarquía siempre puede controlarlo en cierta medida, e inversamente. No puede controlarlo totalmente y el periodista podrá siempre expresarse. Visto desde el exterior, se pueden simplificar mucho las cosas, y a veces es mucho más complejo de lo que parece. En El País, las notas que vienen sobre Cuba, con el tema de ruptura. El tema de Cuba está para romper, para que no haya unidad y no haya debate. Si observamos El País, el contenido de las notas es relativamente correcto, con respecto a la realidad cubana. En este momento, el autor de esas notas, el corresponsal de El País acaba de ser cesado por el gobierno cubano, pero en mi opinión sus notas son correctas. En cambio, si se las analiza y se ven los títulos de esas notas, verá cómo son malintencionados, radicalmente hostiles a Cuba. Se puede ver la diferencia entre un título y el contenido de una nota. Y ahí, la jerarquía del periódico puede forzar mucho más de lo que parece. Por eso, los títulos a veces son mucho más testimoniales de la ideología de un diario, que el propio contenido de la información, que puede ser mucho más sutil.

EDUARDO ALIVERTI: Retomemos tema títulos-contenidos. Coincido en que los títulos de un diario son los que reflejan su inclinación, pero merece algún párrafo –y traje un ejemplo indicativo– de qué pasa cuando esto nace de la redacción de un periodista y no de un cable. En Clarín de ayer, página 21, titulan “El PT brasileño pone un freno a su plan de regulación de los medios”. Sin embargo, el segundo párrafo del cuerpo central de la noticia extractada de cables de las agencias EFE, ANSA y DPA, es “El PT anunció que lanzará una campaña para aprobar en el Parlamento una nueva Ley de Medios con el fin de evitar monopolios y permitir la democratización de la información.” En este caso se trata de extracción de cables de agencias alemanas, italianas y españolas. Qué pasa, que seguramente será el caso del colega de La Nación, cuando vos escribís y te titulan de una manera contraria no ya a la letra sino al espíritu de lo que señalaste. Ahí creo que debería debatirse a propósito de un manual universal de estilo –aquello relacionado con el Caso Candela–, derecho de conciencia del periodista, todos debates que en Argentina están muy verdes...

IGNACIO RAMONET: Estamos viviendo quizá la mayor crisis de identidad de los periodistas y del periodismo. A la pregunta ¿qué es un periodista hoy? No sabemos muy bien qué contestar porque por ejemplo la persona que tiene su blog, ya es un periodista. O la persona que está completando la información que se está dando porque está en el lugar en el sitio digital de un diario, ya es periodista. La persona que por su formación académica, que es experto en radioactividad por ejemplo, puede dar una lectura mucho más precisa de lo que ocurre en Fukushima que el propio enviado especial del periódico, que sólo es periodista y no tiene información de lo que es la radioactividad, cómo se extiende, sino que reproduce la información poca y escasa y tergiversada que está dando el gobierno japonés. Hoy vemos que el testigo que está en Trípoli, que envía su foto, su video de lo que está viendo, también es periodista. Entonces, si todo el mundo es periodista, ¿qué es un periodista? Si todo el mundo hace periodismo y hoy los medios ligeros de los que disponemos –computadora, teléfono, la tableta táctil– nos permite intervenir. El periodismo ha perdido al periodista, ha perdido el monopolio de la información. Antes, una de las profesiones que existían en la oferta de profesiones de una sociedad, había periodistas que eran los encargados de intermediar entre el hecho y la narración del hecho con respecto a la sociedad. Hoy, esa intermediación, la hacen muchas personas. Esto significa que van a desaparecer los periodistas? No. Al contrario. Si todo el mundo es periodista, hay que analizar cómo se hace ese periodismo que hace todo el mundo.

EDUARDO ALIVERTI: ¿La diferencia no estaría dada por la calidad profesional? ¿No es esa la distinción? Una cosa es que la mediación tecnológica haya convertido a todo el mundo en eventual relator de la mostranza de la realidad, pero el modo en que describe el hecho, cómo lo escribe, cómo inserta la información, qué valor le da a esa noticia, es propiedad de la calidad profesional. Y eso no desaparecerá. Si todo el mundo es periodista, los periodistas son los que se van a distinguir en términos profesionales.

IGNACIO RAMONET: Murdoch demuestra que para construir semejante imperio tiene que haber una alianza de las 3 P: Periodismo, Políticos y Policía. Cuando hay complicidad entre estos tres –caso Murdoch- puede tener su imperio y puede intimidar a los políticos y a la sociedad. Y al mismo tiempo, en el mundo árabe ó en Chile, estos medios aislados que parecían pero que en realidad no podían oponerse a los grandes medios, con dictaduras importantes como en Egipto, con capacidad para anular y suspender Internet. Esos medios, cuando se unan…. Digo en el libro: por una parte tenemos la lógica del depredador solitario: Murdoch y su Imperio. Por otra parte, tenemos la estrategia del enjambre: muchas personas aisladas pero que se pueden juntar, y juntas tienen un poder colosal y han hecho caer a por lo menos dos dictaduras: Túnez y Egipto han caído de esa manera. Por consiguiente, hoy, los nuevos medios dan una capacidad que la sociedad antes no tenía.

EL ENJAMBRE DE LA VERDAD

IGNACIO RAMONET: La cuestión de la verdad es absolutamente complicada. Si hablamos de hechos, ya podemos aproximarnos más a lo que queremos decir. ¿Cuál es uno de los problemas estructurales de la información hoy? Es que la información como otras actividades, otros sectores, tiene una característica hoy: nos instala en un sentimiento de inseguridad, que es una gran característica de la sociedad contemporánea: la inseguridad de todos los tipos: patrimonial, personal, social, pero cuando hoy día un ciudadano recibe una información, no está seguro que esa información será confirmada mañana. A propósito de Libia ¡Cuántas veces nos han dicho el hijo de Khadafi ha sido detenido, etc. ¿Por qué funciona así? Hoy, una característica estructural de la información es que no es precisa, va demasiado rápido. Periodista es aquel que verifica una información, y garantiza al ciudadano que la información que le da ha sido verificada. Pero para verificarla, hace falta tiempo y estamos en un sistema en el que la urgencia es una dimensión consustancial de la información. La información hoy va a la velocidad de la luz, y por consiguiente el informador ya no es un perio-dista –porque un periodista es el analista de un período. Hoy, ya no disponemos de períodos. Hoy hay inmedialistas. Y los inmedialistas no pueden verificar, por eso mucha información que recibimos no está verificada. Estructuralmente hoy, la información se da en estado bruto, y los propios ciudadanos irán corrigiéndola, y al final, tendremos una buena información.

WIKILEAKS, PLEASE

IGNACIO RAMONET: ¿Qué significa WikyLeaks? Que a partir de ahora, la mayoría de los archivos están digitalizados. Por consiguiente, desmaterializados, pueden circular y ser difundidos muy rápidamente. Lo que WikyLeaks ha iniciado, y lo ha hecho con mucha eficacia, en particular con revelaciones de comportamiento del ejército norteamericano e Irak, y en Afganistán, significa que nosotros que pensábamos que el género más prestigioso del periodismo era el periodismo de investigación, en realidad no está funcionando, porque había millones de cosas que no sabíamos y conocimos por WikyLeaks. ¿Cómo empiezan las insurrecciones árabes? Principalmente por la divulgación de los cables de la Embajada en Túnez sobre la corrupción del presidente benalí. Todo el mundo sospechaba la corrupción, pero los cables la describen concretamente, y el conocimiento difundido y amplificado por las redes sociales sublevó a la población. WikiLeaks es un paso más en esta idea de que el periodismo está estallando hoy. Y si mañana por cualquier razón a WikiLeaks lo asfixian, surgirá otro. Ahora esto es natural en la sociedad digital.

EDUARDO ALIVERTI: Coincido. Dicen que así como la ciencia no es neutra, la ciencia no es imparcial. Y los medios digitales tampoco son imparciales. Hay que estar prevenidos respecto de que la mediación tecnológica efectivamente impone un paradigma de velocidad muy difícil de controlar, lo cual no quiere decir que no puedan controlarlo.
Respecto a si todos somos periodistas… con la mediación tecnológica podemos relatar más rápido que nunca. ¿Qué es el periodismo? “Aseguran que Cristina está bajo tratamiento psiquiátrico y de acuerdo a estudios recientes Néstor Kirchner…tal cosa”. El uso de la primera del plural sin después relevación de fuente alguna en el cuerpo de la nota. ¿Eso es el periodismo? Si de algo estoy seguro, es de que justamente eso no es.


Conspiraciones

Por Santiago O’Donnell
Publicado en PAGINA 12

El 11 de septiembre del 2001, el terrorismo internacional puso de rodillas a la principal potencia del mundo. Derribó las emblemáticas Torres Gemelas del World Trade Center de Nueva York e hizo un boquete en el Pentágono de Washington. Destruyó el centro financiero y vulneró el centro militar de la economía más grande y del ejército más poderoso del planeta.
De no ser por los casi tres mil muertos y por las escenas dantescas de personitas saltando de los edificios, podría decirse que se trató de una genialidad. Porque perimidas las hipótesis de conflicto de la Guerra Fría, prácticamente todo el aparato de seguridad de Estados Unidos se había puesto al servicio de prevenir lo que finalmente ocurrió, nada menos que un megaatentado terrorista. Literalmente millones de soldados, espías y contratistas privados gastaron fortunas para desarrollar respuestas a potenciales bombardeos de agentes químicos y biológicos, atentados cibernéticos, ataques suicidas contra estaciones de trenes y terminales de autobús, secuestros extorsivos, francotiradores magnicidas y unas cuantas ideas más. Pero nadie imaginó el daño que podrían causar los cuchillos y los tenedores que se usaban para comer la comida que se sirve en los aviones de línea, utensilios que por entonces todavía eran de metal. Con esos cuchillos y tenedores, diecinueve terroristas secuestraron cuatro aviones a poco de salir, y esos aviones con los tanques llenos de combustible y las butacas llenas de pasajeros se convirtieron en misiles teledirigidos de alto poder destructivo, envueltos en una multitud de escudos humanos.
Tres de esos aviones dieron en el blanco y el mundo cambió para siempre. Los estadounidenses de origen musulmán perdieron sus derechos civiles y cayeron varias barreras del derecho a la privacidad y el de no ser discriminado. Bush legalizó la tortura y arrasó poblaciones enteras en Irak y Afganistán con dos guerras que surgieron, más allá de los intereses que siempre están en juego, del clamor de venganza que bramó el pueblo norteamericano. Europa, que había sufrido sus propios atentados, se sumó a la cacería mandando soldados a esas guerras y facilitando bases y aviones para el traslado clandestino de prisioneros de Estados Unidos a centros de tortura en Asia, Africa y la base de Guantánamo.
El ataque terrorista del 11-9 no tiene demasiados secretos. En el 2003 agarraron en Pakistán a un tipo que se llama Khalid Sheikh Mohammed. El tipo ya había financiado un atentado a las Torres Gemelas en 1993, y era el tío del que puso la bomba. Ya antes del atentado no tenía problemas en decir que era enemigo de Estados Unidos por el apoyo de Washington a Israel en Medio Oriente. Tiempo después, tras unas cuantas sesiones de submarino, Mohammed confesó en una audiencia judicial que había planificado el atentado “de la A a la Z”. En Guantánamo dio todos los detalles necesarios para terminar de armar el rompecabezas: quiénes lo ayudaron, cómo y dónde los reclutó, cómo se le ocurrió el plan, dónde lo armó, de dónde sacó el dinero para llevarlo adelante, cuánto le costó, dónde estuvieron los terroristas antes y después del atentado, etcétera. Después se chequeó la información con cuentas bancarias, registros de escuelas de vuelo, contratos de alquiler, visas, tarjetas de crédito y demás.
A diferencia de la Argentina, donde todavía no se ha podido determinar de manera convincente quién voló la AMIA y la Embajada de Israel, ni cómo ni donde se colocaron los explosivos, ni quiénes financiaron y proveyeron apoyo logístico al o los atacantes, ni quién dio las órdenes ni quién los planificó, en Estados Unidos, así como en España y el Reino Unido, esas cuestiones están saldadas. Podrá discutirse si Sheikh Mohammed era miembro de la red terrorista Al Qaida y conocía y recibía órdenes de Bin Laden, como aseguran los servicios secretos estadounidenses, o no. Podrá discutirse si Al Qaida mantiene una estructura jerárquica y formal o es un paraguas simbólico que engloba grupos de terrorismo sunnita islamista en todo el mundo. Pero está a la vista quién lo hizo, cómo y por qué.
Claro que nunca faltan los buitres y los oportunistas que lucran del dolor ajeno. Un par de franceses parió un best-seller de teorías conspirativas al explotar la natural reticencia de los cráneos del Pentágono de aportar detalles sobre cómo le abrieron un boquete a su fortaleza supuestamente inexpugnable. Uno se imagina que los generales yanquis no van a querer despejar todas las dudas que mentes inquisidoras puedan tener sobre el daño sufrido por el Pentágono. Si encima tapan algunos agujeros de seguridad con operaciones de inteligencia para no quedar tan expuestos, no es difícil, con un poco de ingenio y picardía, saciar el hambre de los miles y miles de ilusos que piensan que Bush voló las torres para quedarse con el petróleo de Irak. Tiene sentido, ¿no? Nunca hay que dejar que la verdad arruine una buena historia, ¿no?
La revista Mother Jones, la principal publicación de la izquierda estadounidense, recopiló una larga lista de teorías conspirativas sobre el 11-9, incluyendo la de los franceses, y puso a un equipo de periodistas a investigarlas durante largos meses. Al final informó que no encontró nada. Los mismos medios que voltearon a Nixon y deschavaron las torturas de Bush peinaron el 11-9 con sus mejores sabuesos, pero tampoco encontraron nada raro. Y sin embargo...
Por lo de la AMIA y por lo de la embajada, Argentina es terreno fértil para las teorías conspirativas sobre autoatentados terroristas. Si lo sabrá el fotógrafo de la agencia de rescatistas FEMA, que aterrizó en este país después de pasar un tiempo en la cárcel por la muerte de su esposa. El tipo trabajaba para FEMA, una agencia estatal que ayuda cuando se producen desastres naturales como huracanes y terremotos. FEMA normalmente no se encarga de atentados terroristas, pero el de las Torres Gemelas fue tan grosso que además del FBI, la agencia encargada de manejar el tema, pidió ayuda a un montón de policías, bomberos y también a la gente del FEMA. El tipo sacó unas fotos de las Torres Gemelas como le pidieron y al año siguiente fue detenido en Colorado cuando lo encontraron con la sangre de su esposa muerta salpicada en su cara y restos de pólvora en el pantalón. El dice que ella se suicidó, pero el fiscal de Colorado dice que él la mató. Después de un tiempo lo largaron por falta de pruebas, pero sin cerrar el caso. Entonces el fotógrafo conoció a una argentina y se vino a vivir acá. Los investigadores juntaron más pruebas y pidieron su extradición. El tipo se cubrió: dijo que tenía unas fotos del 11-9 que demostraban que el atentado lo había cometido Bush, o algo por el estilo. Escribió un libro diciendo que Estados Unidos lo persigue porque sabe demasiado. Se acercó a algunas personas vinculadas con el movimiento de los derechos humanos que de buena fe, seguramente, le dio protección. A través de esos contactos consiguió status de refugiado del gobierno argentino y así trabó su regreso a Colorado.Todo bien, cada cual se defiende como puede. Pero no deja de resultar chocante verlo en cada aniversario del 11-9 pasearse vendiendo su libro por las redacciones de los diarios y los estudios de las radios. Porque en su afán de evitar el proceso judicial por su presunto crimen pasional y financiar con regalías su estadía en el país, explota el dolor de dos grupos de personas que ya han sufrido demasiado. Por un lado, el dolor de las víctimas del terrible atentado, que golpeó a todo el pueblo estadounidense y no sólo a sus jerarcas. Por la hora en que ocurrió, las ocho cuarenta y cinco de la mañana, la mayoría de las víctimas era personal de limpieza y administrativo, cientos de ellos de origen hispano. Por otro lado, el dolor de algunas víctimas de las violaciones a los derechos humanos durante la última dictadura argentina, que pagaron con sangre su ideología antiimperialista, y que cobijaron al fotógrafo de FEMA y consumieron su obra literaria con la esperanza de que algún día sus lindas fotos desnuden la soberbia yanqui.
Sería muy divertido jugar a las conspiraciones del 11-9 y tocarles el traste a Bush y la CIA, si no se estuviera jugando con el dolor ajeno. Sorry, yo no compro.



5/9/11

Cuando se enciende la luz roja

Por Mario Wainfeld
Publicado en PAGINA 12

La espiralización del suceso impone una aclaración básica, que sería redundante en un contexto menos excitado y brutal. Los exclusivos culpables del homicidio calificado de la menor Candela Rodríguez son los criminales que la secuestraron y mataron. Un asesinato atroz, que alude a los niveles más bajos de la naturaleza humana.
Otra, muy otra, es la responsabilidad de quienes investigaron mal el caso. Otra, una tercera, la de aquellos que entorpecieron la pesquisa con intromisiones indebidas, los que comunicaron sin recato ni apego a mínimas reglas del arte, con sensacionalismo procaz y (aun) violando normas y reglas.
Debe distinguirse a los asesinos de aquellos cuya conducta podría (se subraya el condicional) haber ser sido detonante de la comisión de los crímenes, en la perversa mentalidad de sus autores. Nada excusa un asesinato, nada equipara a alguien que no formó parte del plan criminal con sus integrantes, nada iguala las responsabilidades sociales, mediáticas o estatales con las culpas penales. Dicho esto, vamos al núcleo de esta nota.
Los familiares de las víctimas de un delito merecen variadas formas de amparo y tutela. Entre las más importantes: ser protegidos y contenidos por las autoridades policiales y políticas, tener acceso como emisores a los medios de difusión, ser arropados (por ponerlo de algún modo) por la sociedad civil.
Esa centralidad, que en nuestro país tiene antecedentes e historia encomiable, no debe transformar a tales víctimas (los amigos y familiares lo son) en sustitutos de las agencias o instituciones estatales. No les compete asumir labores propias de jueces, fiscales o policías. Excede sus competencias y capacidades organizar la pesquisa y la comunicación masiva, componente ineludible de la misma. Tampoco es adecuado tomarlos como referencia acerca de propuestas de reforma penal o judicial. Menos que menos, en medio de la conmoción emocional lógica en tales circunstancias. Ni es misión de periodistas, canales de tevé o radios, comunicadores o entidades privadas, por loables que fueran sus fines y trayectoria.
En el caso que nos ocupa, en un estadio ya reemplazado, la madre de Candela, los medios y alguna ONG desempeñaron ese rol. No es la primera vez ni es un fenómeno exclusivamente local. La mala praxis compartida no dispensa el error o las demasías.
Ya pasó con Juan Carlos Blumberg o con la infortunada madre que fabuló un asalto seguido de muerte en Saladillo. Durante días, un conjunto de improvisados –encabezado en esta tragedia por la mamá, Carola Labrador– condujo una tarea delicada, sin oficio ni saberes ni incumbencias.
Es abusivo reclamar autocontrol a las víctimas, acuciadas por el dolor, la angustia y la necesidad. A los que son profesionales, cobran por su desempeño y ejercen la constitucional y sagrada libertad de prensa, cabe exigirles mayor apego a la responsabilidad y, aún, a las leyes vigentes.
Con una autoridad sustentada en su dilatada trayectoria, el ex juez federal y ex ministro de Seguridad León Carlos Arslanian desmenuzó la cantidad de reglas de oro de procedimiento que se omitieron en los días de la búsqueda. Los delincuentes miran y escuchan, es un hecho reconocido. El cronista recuerda una película en la que John Travolta, encarnando a un secuestrador torpe y de escaso caletre, se entretenía viéndose por televisión mientras convivía con sus rehenes.
Anunciar con antelación todas las acciones (bastante a menudo mandando fruta o carne podrida), transmitir los allanamientos mientras se realizaban, divulgar una llamada telefónica sujeta a estudio y averiguación son apenas los ejemplos más chocantes de una cadena de datos que se compartió desaprensivamente (en bandeja y en tiempo real) con los secuestradores. Hay momentos, conforme a los protocolos, en que deben enviárseles mensajes. Es de manual que debe estar a su cargo un profesional que maneje una estrategia y no un sinnúmero anárquico de periodistas, en procura de una primicia o una ventaja en el rating. Un colectivo improbable en el que la competencia interna azuza las peores tendencias.
Si en el fragor del minuto a minuto los medios audiovisuales usurpan espacios que no les conciernen, hay una falla primaria de las autoridades que resignaron ese espacio, total o parcialmente. Y que, verosímilmente, filtraron el todo o parte de la data que se divulgó. Pero el editor de un programa de tevé o de radio no es un ser inerte, un robot que encauza un flujo incontenible de información. Es un emisor responsable que tiene deberes éticos y sociales, con capacidad de discernir y resolver qué saca al aire y qué preserva.
Más subleva que sorprende la ausencia de autocrítica o introspección de los medios intervinientes y sus comunicadores. La tele, en especial, no es dada a esos interrogantes. La incongruencia es chocante siempre, en algunos puntos frisa lo deslumbrante. Desde hace añares se critica la falta de cuidado policial con la escena del crimen, la mala preservación de las pruebas, la dificultad en conservar intactos lugares o elementos que deben ser objeto de pericias o análisis. El reproche es justificado, pero es forzoso hablar (hacerse cargo) de la concurrencia de conductas. Cuando las cámaras y los micrófonos profanan espacios que deben quedar intocados contribuyen al desquicio que, sin solución de continuidad, habrán de fustigar. Más aún, su intervención es determinante: sin bulimia informativa, el desquicio no se completaría.
Todos los derechos amparados por la Constitución, hasta los más amplios, como la libertad de expresión, están sujetos a las leyes que reglamentan su ejercicio. En lo referente a menores hay reglas que limitan su exposición, el uso de imágenes, hasta la difusión de sus nombres. Un desempeño sensato y sistémico debería ir más allá de esas premisas básicas e inderogables: cuidar a los chicos, hacerse cargo de su intimidad, de su vulnerable sensibilidad, de sus temores. La conducta promedio corre en sentido contrario: se desacatan los imperativos legales (en este crimen, como en tantos otros), se bartolean teorías sobre su existencia, se sanatea con liviandad, como cuando se habla sobre rumores de la farándula.
El cronista vio bastante material televisivo, algo escuchó en la radio. En un sistema de medios tan diverso es imposible captar todo, la muestra que presenció sobra para comprobar falta de apego a la ley y de respeto a los derechos de los menores. Vayan dos ejemplos, el más tremendo merecerá el siguiente apartado.
Proliferaron reportajes a compañeras de colegio de Candela, preadolescentes pues. Se les inquirió acerca de la relación con su padre, que está preso. Su afecto, la intensidad del trato, si hablaba de él. Redunda explicar que las entrevistas buscaban puntos oscuros que las entrevistadas no capacitan para iluminar. Pero que sí entienden e internalizan, con la consiguiente conmoción. Esas notas son cuestionables, el cronista cree que algunas coquetearon con lo ilegal. Y, si se admiten conceptos que parecen no estar de moda ni en el centro de la polémica, fueron desconsideradas y agresivas.
Este cronista es poco afecto a consignar nombres propios en cuestionamientos generales como éste, alusivos a patrones de conducta corporativos y profesionales, no a individualidades. No prescribe esa conducta para colegas, no cree que sea imperativa ni mucho menos. Se aviene a su forma de razonar y a prevenir que un análisis general desbarre hacia la personalización excesiva. Ese criterio debe ser dejado de lado para ciertos ejemplos límite, como fueron las palabras de Samuel Gelblung en su programa de Radio Mitre. Con su tono langa y confianzudo, Chiche Gelblung se internó en un territorio delicado, exótico a su idiosincrasia, y pronunció conceptos imperdonables. Basado en su pura intuición, anticipó (cuando Candela seguía viva) que, a su ver, “la levantaron” para violarla. La expresión culpabiliza de modo oblicuo y ruin a la víctima. Añadió detalles sórdidos acerca del momento en que pudo ocurrir el secuestro, “una tarde de feriado, con frío y sol”.
Hay límites que nadie debe transgredir, menos que nadie quien cobra por informar o comunicar. Un micrófono abierto al público no es una mesa de café ni un vestuario.
La mala fe prevaleciente cuando se polemiza hoy día fuerza a especificaciones obvias. La mención no reclama censura ni restricciones a la radio o al periodista. Ni sanciones, salvo las que pudieran peticionar ante los tribunales asesores de menores u organismos especializados en su defensa.
Se expresa, sí, el repudio. Y, con delicadeza, se convoca a que periodistas, dirigentes políticos de cualquier color, entidades gremiales de la comunicación, intelectuales y académicos levanten su voz por una vez, pidiendo que la barbarie se corte en algún punto.
Una paradoja recurrente: los medios reclaman “justicia”, incitan a “la gente” a hacer lo propio. Al unísono, sustituyen la delicada labor de los Tribunales: imponen tiempos y criterios propios, condenan sin defensa y en tiempo record. En paralelo, no se someten a las regulaciones legales que les conciernen. Es un problema mundial, no una invención autóctona.
Un ejemplo canónico viene, tal vez, a cuento para demostrar la feroz autonomía de medios autoerigidos en representantes de “la gente”.
Fue el asesinato del chico inglés James Patrick Bulger, que fue secuestrado y asesinado por dos menores de diez años en 1993. El hecho conmocionó a la sociedad, se juzgó a los autores como si fueran adultos. Se los condenó a prisión hasta que llegaran a la mayoría de edad. Los severísimos jueces establecieron una salvaguarda: no dar a conocer sus nombres para posibilitarles buscar una nueva vida, tras purgar su pena. Algunos medios desacataron la orden, se invistieron en defensores del derecho de los ciudadanos a conocer los datos para estar prevenidos. Divulgaron nombres, apellidos, imágenes, trastrocando de modo irrevocable el camino de la readaptación.
Los medios imponen su propia ley, arrogándose una legitimidad superior. Hay un aire de familia con cuestiones domésticas que nos son más cercanas.
Carola Labrador era una referente social, interpelada siempre por su nombre de pila, ensalzada, retratada todo el tiempo. En el fragor del minuto a minuto, la crónica derivó de la apología a algo cercano a la culpabilización. La madre de Candela hablaba de modo llamativo dirigiéndose a los secuestradores (lo que estuvo patente desde el vamos, pero se computó después de aparecer el cuerpo), estuvo en pareja y está casada con hombres encarcelados. Ahora el sentido común televisivo la pone bajo sospecha, acumula datos irrelevantes, recorre atajos. Apurarse a condenar, he ahí un mandato cuando se enciende la luz roja. El filicidio es un crimen tremebundo, una traición a los principios humanos más sagrados. El mundo está lleno de personas poco recomendables, antipáticas o de delincuentes que no caen tan bajo. A falta de condena penal, todos son inocentes.
Suena casi imposible que se llegue a saber si el desenlace fue consecuencia total o parcial de la indebida interferencia de los medios, a los que se agregaron artistas reconocidos que actuaron movidos por las mejores intenciones. Hasta en el imaginario supuesto de confesión de un asesino en tal sentido lo suyo sería una versión. Pero es cabal que se obró sin tino ni responsabilidad. Se intervino en la investigación, se desempeñó un rol activo.
Cuando se discute el poder de las empresas mediáticas éstas escamotean su peso económico, su condición de gran jugador en ese terreno. Cuando se coloca bajo la lupa el desempeño de medios o periodistas, éstos se autorretratan como simples intermediarios que irrumpen, organizan, movilizan, inciden en el resultado. No hay tal, son coactores, lo que desnuda como falaz y maniquea la remanida metáfora del “mensajero” al que (hiperbólicamente) alguien quiere “matar”.
La lógica de las presencias reconocidas y de la agitación a los vecinos puede ser funcional para la búsqueda de paradero, no es para cualquier tipo de delito. Se repitieron fallas recurrentes, se impone la autocrítica. No hay reparación posible en el suceso actual, sí hay un futuro para manejarse mejor.
El cronista no tiene una solución a mano para los problemas que describió, a vuelo de pájaro. Apenas propone a los concernidos un poco de reflexión, acaso algunos ámbitos colegiados para discutir, acaso explorar la hipótesis de reglas muy primarias, consensuadas, humanistas. Parecería poco, en el contexto sería un avance inesperado.
 
 


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