Por Mercedes Méndez
Publicado en TIEMPO ARGENTINO
Las paredes del living de la casa del reconocido director
Raúl Serrano están tapadas de libros. El artista que hace diez años fundó una
escuela donde aplica su método de actuación que se expandió por toda
Latinoamérica, demuestra, con tanta literatura teatral, su necesidad de
investigar. Ahora, después de cuatro años sin dirigir espectáculos, presenta en
su teatro, Del Artefacto, la obra El viaje de Don Juan, basada en el texto de
Molière, uno de sus autores favoritos. Además, habla de sus alumnos y su
trabajo como maestro de actores, de sus clases y sobre su participación en
política, cuando se presentó como candidato a diputado por la Ciudad en la
lista de Daniel Filmus. La historia de un comunista que, por primera vez, se
encontró con un gobierno real.
El viaje de Don Juan implica la vuelta de Raúl Serrano con
una obra propia, después de años dedicados a la docencia. El director se propuso
con esta pieza desechar lo espiritual y concentrarse en el cuerpo. Su Don Juan
no busca enamorar mujeres, sino que trata de conquistar a Dios y dice que su
espectáculo investiga "las represiones culturales que operan en el cuerpo,
que es una mezcla de fisiología y de cultura". "Me interesó mostrar
esa contradicción. La cultura es una mediación del cuerpo. Mucha gente vive su
cuerpo como una cárcel", explica.
-¿Cómo definiría a su teatro?
-Me interesa un teatro más acorde con lo humano. Yo
considero que todo el teatro es mentira. El actor puede estar en una escena
violando a Desdémona y después se va a comer a Pipo. Es lo bueno del teatro. No
hay riesgo. El teatro es el único lenguaje artístico que mantiene el aura. El
único arte que no se puede reproducir y que, por eso, mantiene su signo
distintivo. El teatro es artesanía. No es industria. Expresa la capacidad
individual junto con una idea colectiva.
-¿Por eso crece tanto el teatro independiente?
-La Argentina es uno de los países primeros en el mundo en
cuanto al desarrollo del teatro. Hay más de 200 salas. ¡Ojo a sentir que afuera
es mejor que acá, porque no lo es! En esto somos pioneros. Hay que estar
orgullosos con lo que somos, parece que la periferia le está dando varias
lecciones al centro. No veo ningún problema en que los artistas generen más
teatro del que los espectadores pueden llegar a ver durante un fin de semana.
Estamos hablando de gente que trabaja sin plata, que le quieren vencer a la
alienación. Es un modelo de trabajo libre, donde no se piensa en términos de
mercado, sino de valores. Estamos dando un ejemplo político. Para mí, en el
germen de este movimiento de teatro independiente está el anticipo de un nuevo
modo de vida social. Una forma de rescatar el nexo entre el individuo y el
grupo.
-¿El actual momento político tiene que ver con este nuevo
modo de vida social?
-Estoy muy contento con la época política que estamos
viviendo. Durante los '90, con el neoliberalismo instalado, el grupo de quienes
toda la vida militamos en el Partido Comunista nos sentimos derrotados. Nos
preguntamos si nuestra lucha, los ideales por los que habíamos dado la vida, no
se habían vuelto una utopía. Pero en 2003, con la aparición de Néstor Kirchner,
cambiaron las cosas. Para mí esto es muy importante. A mi edad, significa
sentir que no fracasamos. Fue emocionante ver cómo se construía una fuerza
política, donde los jóvenes son el motor. Yo creo en el socialismo y, por el
momento, todo lo que ha hecho la señora presidenta va en ese sentido. Ahora, si
tengo que hablar de mi gobierno ideal, seguro que no lo es, pero lo ideal es
ideal porque existe sólo en el pensamiento. Este es mi gobierno real, el que
trabaja con las fuerzas que cuenta. Néstor Kirchner y Cristina Fernández nos
han dado un ejemplo de acumulación política.
Antes de estrenar El Viaje de Don Juan, Serrano había
presentado hace cuatro años en el Centro Cultural de la Cooperación la obra El
deseo bajo los olmos. A pesar de tanta experiencia, el director reconoce que
con esa pieza no tuvo satisfacciones. "Yo lo estaba estrenando cuando
murió mi esposa, Alicia Bruzzo, y tuve una situación extraña con una serie de
juicios que me hicieron y no me pude comprometer tanto con la obra. Ese espectáculo
lo concebí sólo desde la dirección de actores, pero no desarrollé una metáfora
escénica ni nada de eso. Y quedé un poco golpeado después", admite.
-¿Por qué decidiste trabajar con una obra de Molière?
-Hacía mucho tiempo que yo venía madurando un espectáculo
del Don Juan de Molière. Esa obra fue una de las más censuradas de la historia.
A Molière lo tuvieron que enterrar a las 12 de la noche y sin custodia porque
el arzobispo de París prohibió que enterraran al más grande escritor de
Francia. Fue justamente por haber escrito Don Juan.
-¿Cómo es tu Don Juan?
-Mi Don Juan no es un conquistador de mujeres, lo que él
quiere es conquistar a Dios. Él enfrenta a todas las convenciones de este mundo
que ponen límites al cuerpo. Dice que busca a Dios con su pensamiento, con sus
sentimientos y con sus tripas. Y plantea: "¿Acaso mis pulsiones no son
también obra de Dios?". De esta manera, mucho más que un conquistador de
mujeres, él es un provocador. Es un tipo que no está de acuerdo con lo que le
ocurre, no está de acuerdo con la sociedad en la que vive, pero no siendo un
desfavorecido de la sociedad, sino siendo uno de los usufructuarios, porque él
es un noble. No acepta los cánones de la sociedad, se queja de la relación con
su padre, se enfrenta con las relaciones laborales, se enfrenta con los
prejuicios de la mujer amada. Porque la mujer que ama le dice: "Yo lo amo
a usted Don Juan, pero no como usted piensa, yo lo amo con el alma." Y él
se queja, dice que eso no puede ser, que no se puede amar desde tan alto.
"Usted vive su cuerpo como una cárcel señora, y yo busco otra cosa",
dice él. Entonces mi Don Juan emprende un viaje, donde el cuerpo entra en
distintas relaciones con distintos problemas de la vida.
-¿Y por qué se focaliza tanto en el cuerpo?
-En primer lugar, me parece una reivindicación filosófica
política: todos los Derechos Humanos son derechos del espíritu, del
pensamiento. Porque en la realidad, no hay ninguna ley que se dedique a
asegurar los cuerpos. Por ejemplo, pese a que la Constitución Argentina dice
que todo ciudadano tiene derecho al trabajo, a la propiedad, a la salud. En la
práctica, son una minoría los que tienen casa o trabajo. Yo no quiero poner el
acento en los problemas espirituales, sino en el cuerpo como algo inseparable de
todos esos derechos. Además, el cuerpo es la herramienta, desde el punto de
vista técnico, de nuestra técnica. Hasta no hace mucho la metodología del actor
estaba puesta sobre las acciones físicas, que era una herramienta del tipo
racional instrumental. Con el tiempo, nos fuimos dando cuenta que eso era una
especie de racionalización de la técnica y entendimos que la verdadera
herramienta era el cuerpo.
-¿Cómo se aborda el cuerpo desde su técnica?
-El cuerpo puede ser abordado desde muy distintas perspectivas.
El cuerpo del ser humano no es pura naturaleza, a diferencia del cuerpo de los
animales, que puede ser explicado desde la pura fisiología y la pura zoología.
El cuerpo humano es una mezcla de fisiología y de cultura. Nosotros no tenemos
un cuerpo que no implique la cultura. Una de las normas que respeta todo ser
humano civilizado es, por ejemplo, la ley contra el incesto. Y es una ley
absolutamente cultural y sin embargo está tan enraizada en nosotros, que no
percibimos que es cultural.