27/8/08

Perdonen la tristeza

Por Juan Villegas

Todos rieron parece la película de alguien feliz, aunque tiene algo muy melancólico y ésa es una de las cosas que más me gustan de Bogdanovich. Uno la puede encuadrar dentro de la comedia, pero hay un trasfondo casi triste, que uno no sabe muy bien dónde está, de dónde viene. Es algo constante en sus películas: sus comedias no dejan de ser comedias, pero tiene cierta oscuridad, cierto tinte trágico. También me gusta mucho Texasville, porque pasa algo parecido: es una comedia, muy veloz, pasan muchas cosas, pero siempre está ese fondo triste que sobrevive debajo de la superficie.
Es eso lo que más me fascina de Todos rieron, pero si tuviera que elegir una escena sería la de la pista de patinaje en la que John Ritter sigue a Dorothy Stratten; o esa otra persecución en la que Ben Gazzara sigue a –creo– Audrey Hepburn por las calles de Nueva York. Que es otra cosa que me gusta mucho de la película: cómo muestra Nueva York, de una manera muy distinta a todo lo que uno está acostumbrado a ver en el cine; no es esa cosa “romantizada” de las películas de Woody Allen –por mencionar a otro director que filma mucho Nueva York–, ni la suciedad de las películas de Scorsese. No digo que esté en el medio, pero es algo diferente; tiene un registro muy realista de la ciudad, especialmente desde el sonido –se escucha mucho el ruido de los autos, de la calle–, y desde la fotografía, y a la vez todo el tiempo mantiene ese aire de la comedia, y deja claro que se trata de una ficción. La forma no está anclada en lo que se cuenta sino que hay un contrapunto: entre un registro realista, casi documental en el caso de las persecuciones, y una historia totalmente inverosímil en un punto. Y grandes actuaciones: la de Dorothy Stratten es tal vez la más sorprendente, pero lo de John Ritter, lo de Ben Gazzara y lo de Audrey Hepburn es buenísimo. Y hay otros actores, que después no hicieron casi nada más, que también están muy bien.
Todos rieron es también un poco hermana de Saint Jack, otra que es de la misma época de Bogdanovich, una especie de Casablanca realista en cierto sentido, pero que recurre con total libertad a distintos géneros. Esa libertad en Todos rieron se vuelve increíble, escapa a todas las convenciones de la comedia: en la primera media hora prácticamente no se entiende nada, ni quiénes son esos tipos, ni qué están haciendo, pero no podés dejar de verla y de querer saber qué pasa. Mientras que lo habitual es plantear de entrada el conflicto y los personajes, acá no te enterás de que los protagonistas son detectives creo que hasta los cuarenta minutos, ni tampoco cuál es la relación entre ellos. Y los seguís de todas maneras porque todos los personajes tienen mucho encanto, incluso mientras no sabés cuál es el protagonista de la película, y parece que se fueran prestando entre ellos un poco ese protagonismo.
Es algo raro y encantador que tiene Bogdanovich: como crítico y erudito de cine trata todo el tiempo de ponerse él en el lugar de la tradición “clásica” y a la vez la rompe, sin darse cuenta tal vez, y ésa es una tensión muy productiva en sus películas. Logra que sean muy modernas, y la verdad es que de algún modo los directores clásicos que él reivindica –Howard Hawks, por ejemplo– también se tomaban esa libertad. Por esos medios narra historias que tienen algo muy emotivo, sin subrayarlo, ese tono nostalgioso que uno no sabe dónde está pero que, sin embargo, se siente. Quizá sea algo que, creo yo, lo emparienta con Truffaut: sus personajes pueden estar decepcionados, o ser fracasados, pero las películas tienen mucha vitalidad, son frescas y ligeras. Pero en Truffaut uno sabe o puede intuir un poco de dónde sale esa tristeza y melancolía. En el caso de Bogdanovich quizás haya algo en su cinefilia. En una época contaba la cantidad de películas que vio en cierto período de su vida, y era una cifra imposible; tal vez hay algo, alguna carencia en su vida afectiva, que explica que alguien se entregue tanto a las películas. O puede que su cinefilia tenga algo de obsesión por los muertos. No se muere mucha gente en sus películas, pero les pasa en la realidad, y pareciera que eso lo condena.
Hay toda una historia atrás de Todos rieron, que es la de Dorothy Stratten, la chica de Playboy que salía con Bogdanovich y que fue asesinada por el ex marido de ella. Se convirtió en una especie de película maldita y los distribuidores no la querían estrenar. Había cierto moralismo en ese rechazo, como si Bogdanovich hubiera sido culpable en el crimen por ser el amante de ella. Y entonces, como nadie la quería estrenar, él la compró, la estrenó y fue un fracaso total; y ahí empezó la debacle y la enorme tristeza de su carrera.


Juan Villegas es el director de Sábado y Los suicidas.

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