28/4/09

Falleció la poeta uruguaya Idea Vilariño

Y finalmente “ya el afán cesó” y la luz dejó de ser “un haz de espadas”, tal como ella escribió en el poema “Si muriera esta noche”. Idea Vilariño, figura clave de la cultura uruguaya del siglo XX, falleció ayer a la madrugada a los 88 años en una clínica de Montevideo poco después de ser operada por una obstrucción intestinal. Idea integró la Generación del 45, grupo que marcó el rumbo de la cultura del país vecino, junto con Juan Carlos Onetti (ver recuadro), quien fue uno de sus amores, y Mario Benedetti, quien hasta anoche estaba internado “en estado delicado” también a raíz de una enfermedad intestinal.
En Uruguay, y en el mundo literario del Río de La Plata, fue reconocida tras publicar su primer poemario, La suplicante, cuando tenía 25 años. Pero quiso mantener un perfil más bajo que sus compañeros de generación. Fue también ensayista, crítica literaria y traductora (de Tierra purpúrea de William Henry Hudson o de varias obras de Shakespeare, trabajos aplaudidos en el mundo académico). Idea escribía sobre la obra de otros, la de Darío o la de Machado, pero habló poco de la propia. Recién en 1997 concedió una entrevista que sirvió para filmar el documental Idea, dirigido por Mario Jacob.
De todos modos, su obra llegó lejos. Sus versos circulan en señaladores y postales. Y fue incluso más allá de la propia lengua. Se la tradujo al italiano, al alemán y al portugués. Idea compuso canciones que fueron adaptadas por Daniel Viglietti (“A una paloma”) o musicalizadas por Alfredo Zitarrosa (“La canción y el poema”).
“La poesía de Idea era como un árbol crecido al revés, con las raíces al aire. Ese árbol seguirá estando”, declaró ayer el escritor Eduardo Galeano. El presidente de Uruguay, Tabaré Vázquez, expresó que “definir a Idea Vilariño es tan difícil y acaso tan innecesario como pretender enjaular al viento” y rescató también “el digno silencio con el que sobrellevó destituciones y censuras durante el período autoritario”.
“Idea Vilariño es una de las voces poéticas más importantes no sólo de Uruguay, sino de América latina”, había dicho Benedetti en 2005, cuando ella fue declarada Ciudadana Ilustre de Montevideo. Entonces también la definió como “una poeta que tiene algo de misterio y de soledad, pero también muy expresiva en su cuota de amor”.
Idea nació en agosto de 1920 en Montevideo. Su padre, Leandro Vilariño, también era poeta y era anarquista y a sus todos hijos les puso nombres que lo dejaban claro: sus hermanas fueron llamadas Poema, Azul, Alma y Numen. Nunca se casó. Nunca tuvo hijos. Fue una de las fundadoras de las revistas Clinamen y Número, en tanto que colaboró con Marcha, La Opinión o Brecha.
A los poemas de La suplicante, le siguieron Cielo cielo (1947), Paraíso perdido (1949), Pobre mundo (1966), entre otros. Todas obras en las que el amor y la muerte son, igual que en la vida, las cuestiones centrales. Lo mismo sucede en Poemas de amor (1957), considerado como su máxima creación. Entre sus ensayos figuran La rima en Herrera y Reissig (1955) y El tango cantado (1981).
Además, Idea trabajó como profesora de Literatura de enseñanza secundaria desde 1952 hasta el golpe que implantó la dictadura en Uruguay en 1973. En 1985, con la vuelta de la democracia, ocupó la cátedra de Literatura Uruguaya en la Facultad de Humanidades de la Universidad de la República.
Entre otros reconocimientos obtuvo en 1987 el Premio a la Labor Intelectual “José Enrique Rodó” y la medalla “Haydée Santamaría” en 1994.

Ya no

Ya no será
ya no
no viviremos juntos
no criaré a tu hijo
no coseré tu ropa
no te tendré de noche
no te besaré al irme
nunca sabrás quién fui
por qué me amaron otros.

No llegaré a saber
por qué ni cómo nunca
ni si era de verdad
lo que dijiste que era
ni quién fuiste
ni qué fui para ti
ni cómo hubiera sido
vivir juntos
querernos
esperarnos
estar.

Ya no soy más que yo
para siempre y tú
ya
no serás para mí
más que tú. Ya no estás
en un día futuro
no sabré dónde vives
con quién
ni si te acuerdas.

No me abrazarás nunca
como esa noche
nunca.

No volveré a tocarte.

No te veré morir.

Idea Vilariño

27/4/09

El escandaloso expediente de la soja transgénica

Por Horacio Verbitsky
Publicado en PAGINA 12

El expediente administrativo que fundamentó la autorización firmada en 1996 por Felipe Solá para introducir en la Argentina la soja transgénica de Monsanto resistente al herbicida glifosato tiene apenas 136 folios, de los cuales 108 pertenecen a informes presentados por la misma multinacional estadounidense. Ese trabajo está en inglés y en el apuro por llegar a una decisión predeterminada, la Secretaría de Agricultura ni siquiera dispuso su traducción al castellano. Se titula “Safety, Compositional, and Nutricional Aspects of Glyphosayte-tolerant Soybeans” y ocupa del folio 2 al 110 del expediente. Solá se apresuró a firmar la autorización apenas 81 días después de iniciado el expediente, el 25 de marzo de 1996, el mismo día en que los organismos técnicos plantearon serias dudas acerca de sus efectos sobre la salud y solicitaron informes sobre el estado de las autorizaciones en Europa. La resolución de Solá dice que intervino la Dirección General de Asuntos Jurídicos del Ministerio de Economía. Pero ese dictamen jurídico recién se firmó tres días después, el 28 de marzo. ¿Quién dijo que en verano decae la laboriosidad oficial?

TIEMPO RECORD
El subsecretario de Alimentos Félix Manuel Cirio informa el 3 de enero de 1996 al presidente del Instituto Argentino de Sanidad y Calidad Vegetal (Iascav), Carlos Lehmacher, que le envía los documentos que Monsanto presentó a la Administración de Alimentos y Drogas (FDA) en Estados Unidos, “para que inicie las tareas de análisis y evaluación de dicho material en lo concerniente a Bioseguridad para consumo humano y/o animal”. No hay en el expediente tal análisis ni evaluación, sólo requerimientos de información, que Monsanto no respondió. Sin embargo el 12 de enero el Iascav comunicó a Monsanto que consideraba la posible introducción en el mercado de la soja resistente al glifosato (folio 111). El 26 de enero, el Director de Calidad Vegetal del Iascav, ingeniero agrónomo Juan Carlos Batista agregó en otra nota a Monsanto que sería importante conocer la contestación de la empresa a las observaciones de la agencia estadounidense de drogas y alimentos, FDA (folio 113). Ante la falta de respuesta, Batista insistió el 9 de febrero: “De persistir interés por la prosecución del trámite, agradeceré nos remita lo solicitado” (folio 115). No era falta de interés sino de preocupación por el procedimiento administrativo que estaba asegurado en la más alta instancia. De allí el expediente salta al 25 de marzo con la firma de la resolución 167 de Solá, quien no necesitó ni tres meses para llegar a una decisión trascendente para la economía y la salud pública.

“EFECTOS NO DESEADOS”
El apuro se intensificó en los últimos días: se violaron los procedimientos administrativos vigentes, se dejaron sin respuesta serios cuestionamientos de instancias técnicas y no se realizaron los análisis solicitados. El 25 de marzo, el Coordinador del Area de Productos Agroindustriales del Iascav, Ingeniero Agrónomo Julio Pedro Eliseix, dirigió la nota PRAI 113/96 a su colega director de Calidad Vegetal del Iascav, Juan Carlos Batista. Le comunicó que antes de seguir con la evaluación del producto presentado por Monsanto era necesario establecer ciertos criterios de evaluación para organismos modificados genéticamente (OMG), en términos de Identidad y Nutrición y acerca de la “aparición de efectos no deseados”, como “alergenicidad, cancerogénesis y otras toxicidades”. También recomendó que la empresa garantizara “un correcto rastreo y recupero de la mercadería”, para poder rastrearla y recuperarla en caso de problemas. El mismo día, Batista pidió informes sobre la posibilidad de que Europa declarara la inocuidad de la soja transgénica como alimento y autorizara su importación. Estos pasos quedaron sin respuesta ya que ese mismo día Solá autorizó en apenas 24 líneas que constan en el folio 135 del expediente, “la producción y comercialización de la semilla y de los productos y subproductos derivados de ésta, provenientes de la soja tolerante al herbicida glifosato”. Pero la Dirección de Asuntos Jurídicos del Ministerio de Economía recién dictaminó que Solá tenía facultades para suscribir ese acto administrativo el 28 de marzo, pese a lo cual el expediente le asignó dolosamente el folio 134. Es decir que el entonces secretario de Agricultura, Pesca y Alimentación concedió la autorización tres días antes de contar con el visto bueno de su asesor jurídico y sin esperar respuesta a las observaciones de peligro de sus técnicos. También después de la firma de Solá, el mismo 28 de marzo, la presidente del Instituto Nacional de Semillas, Adelaida Harries, informa que la soja resistente al glifosato cumple con los requisitos de inscripción en el Registro Nacional de la Propiedad de Cultivares. En el folio 140 del expediente consta un documento que debería haberlo iniciado. Una semana después de concedida la autorización, el ingeniero Batista envía al presidente del Iascav un escrito sin membrete, firma ni identificación del autor titulado “Organismos modificados genéticamente. Consideraciones para su Evaluación”. Dice que influirán en la calidad de vida de las próximas generaciones y que “este avance en caminos aún desconocidos, obliga a que sean desandados con prudencia”. Sus productos “deberían ser pasibles de estudios que garanticen no sólo los aspectos de impacto medioambientales y nutricionales sino, fundamentalmente, los referentes a seguridad e inocuidad”. Entre esos estudios menciona “absorción, distribución y biotransformación de sustancias químicas ‘in vivo’ o ‘in vitro’, ensayos experimentales de toxicidad en animales, de corto, mediano y/o largo plazo”, nada de lo cual se hizo aquí. Estas gravísimas irregularidades deberían acarrear la nulidad de la resolución como acto lícito, arrojan tardía luz acerca del vicio de origen de la mayor transformación económico-social y política producida en el país en las últimas décadas y explican que Solá sea uno de los portavoces del bloque agrario que ahora intenta subordinar a sus intereses al conjunto de la sociedad argentina.
Solá invocó el 25 de marzo un dictamen jurídico que por entonces no existía. Recién se firmó tres días después.

AMENAZAS A UN CIENTIFICO
Algunos de esos estudios recién se están haciendo ahora. Según el que realizó el investigador Andrés Carrasco, reproducido aquí hace dos semanas por el periodista Darío Aranda, el glifosato en dosis muy inferiores a las que se emplean en la agricultura produce gravísimas alteraciones embrionarias. El doctor en medicina Carrasco, de 63 años, trabaja desde hace casi treinta en desarrollo embrionario, fue presidente del Conicet y es Subsecretario De Innovación Científica y Tecnológica del Ministerio de Defensa. Realizó el experimento en su laboratorio de embriología molecular, con sede en el Instituto de Biología Celular y Neurociencias de la Facultad de Medicina, en la Universidad Nacional de Buenos Aires. La difusión de su estudio dio lugar a virulentas reacciones del lobby agromediático. Comenzó con una nota en Clarín de Matías Longoni, uno de los principales colaboradores del ex director del INTA y lobbysta sojero Héctor Huergo en el suplemento Clarín Rural, quien lo descalificó como “un supuesto estudio científico”. Siguió con una nota en La Nación, sobre un “estudio de supuesta validez científica”. Clarín está asociado con La Nación en la feria anual Expoagro, en torno de la cual se realizan cada año negocios por no menos de 300 millones de dólares vinculados con los productos transgénicos y sus encadenamientos económicos. A mediados de esta semana Carrasco fue víctima de un acto intimidatorio en la propia Facultad de Medicina, donde cuatro hombres llegaron hasta su laboratorio e increparon a una colaboradora de Carrasco. Dos de ellos, que parecían “muy nerviosos y exaltados”, se presentaron como miembros de la Cámara de la Industria de Fertilizantes y Agroquímicos y se negaron a dar sus nombres. Los otros dos dijeron ser abogado y escribano. En ausencia de Carrasco interrogaron a la investigadora y exigieron ver “los informes, los experimentos”, para lo que carecían de cualquier título. Dejaron una tarjeta del estudio Basílico, Santurio & Andrada a nombre del abogado Alejandro Felipe Noël. El decano de la Facultad de Medicina se solidarizó con Carrasco y le ofreció el asesoramiento del área jurídica de la facultad. Cuando desde la facultad llamaron al estudio para verificar la existencia del abogado recibieron la respuesta de que no estaba. Carrasco no oculta su indignación por la presencia amenazante de estas personas, que “no tienen derecho a hacer interrogatorios en un ámbito académico. Trataron de convertir en delito la difusión de mi trabajo, con una virulencia y agresividad enormes”. Por la noche encontró en el contestador de su teléfono insultos a “este señor que no quiere mostrar el informe”. Carrasco explica: “Si yo sé algo no me voy a callar la boca. En todo caso pongo en juego mi prestigio entre mis pares. Si lo que digo es falso, yo resultaré perjudicado, si es verdad, compartamos los beneficios de saber”. El 16 de abril esa cámara (Ciafa) y la de Sanidad Agropecuaria y Fertilizantes (Casafe) dijeron en una declaración conjunta que para el Senasa el principio activo glifosato en su uso normal está dentro del grupo de activos de menor riesgo toxicológico y se lo utiliza con éxito en todo el mundo. Aprobado por los organismos de protección ambiental de Estados Unidos y Europa, se comercializa en más de 140 países. Agregan que no presenta efectos nocivos sobre la fauna, la microfauna ni la salud humana, ni tiene efectos inaceptables para el ambiente.

TODOS NOS BENEFICIAMOS
El dirigente de la Federación de Tierra y Vivienda Luis D’Elía dijo a este diario que durante una reunión propiciada por el presidente de la Federación Agraria, Eduardo Buzzi, Huergo le sugirió que recibiría beneficios económicos si colaboraba con la reducción de las retenciones a la exportación de la soja de laboratorio. El diálogo ocurrió en noviembre de 2007, cuando el gobierno del ex presidente Néstor Kirchner elevó la alícuota del 27 al 35 por ciento, es decir varios meses antes de que la presidente CFK y el ministro de Economía Martín Loustau implantaran las retenciones móviles. D’Elía dice que el encuentro se produjo cuando él había renunciado a la Comisión Nacional de Tierras y su relación con el gobierno nacional parecía quebrada, a raíz de sus declaraciones sobre el conflicto en Medio Oriente. Buzzi, con quien en 2001 había formado parte del Frente Nacional contra la Pobreza (Frenapo), le pidió que lo acompañara a una entrevista en los estudios de Canal Rural, con el ingeniero Huergo, y luego los tres fueron a desayunar. Buzzi le dijo que Huergo era “un fenómeno” y que podía ayudarlos a financiar toda la actividad a favor de las reivindicaciones de la Federación. Esos reclamos que D’Elía apoyaba, contra la concentración y la extranjerización de la tierra y a favor de una nueva ley de arrendamientos, no aparecieron en la conversación. “Me fui dando cuenta de que el punto principal que planteaban era la rebaja de las retenciones a la soja. Querían el apoyo de los movimientos sociales para eso”, dice D’Elía. Agrega que Huergo le guiñó un ojo mientras le decía: “Hay que defender la soja y con la soja tenemos que ganar todos, ¿me entiende?”. D’Elía concluye: “creyeron que como estaba mal con el gobierno me sumaría. Pero conmigo se equivocaron”.

LA SOJA Y EL DENGUE
Un trabajo reciente del ingeniero agrónomo Alberto Lapolla vincula la epidemia de dengue con la sojización. Desde hace años se advierte una invasión de mosquitos de las especies Aedes y Culex en lugares del país y épocas del año inhabituales, como la pampa húmeda mucho más allá del verano. En 2008, la invasión se extendió hasta mayo, pese al descenso de la temperatura. Ya en 2007 y 2008 hubo casos de fiebre amarilla en Bolivia, Paraguay, Brasil y el Norte argentino, que entonces se adjudicaron a viajeros, porque es confortable pensar que el mal siempre viene de afuera. Con la epidemia de dengue de este año se hizo evidente que la invasión incluía al temible Aedes aegypti, vector de la fiebre amarilla y el dengue. El estudio de Lapolla señala la equivalencia del mapa de la invasión mosquitera con el de la República Unida de la Soja, según la definición de la multinacional Syngenta: Bolivia, Paraguay, Argentina, Brasil y Uruguay, donde el poroto transgénico de Monsanto se fumiga con el herbicida glifosato, y sus compañeros de ruta, 2-4-D, Atrazina, Endosulfán, Paraquat, Diquat y Clorpirifós. Todos los venenos mencionados “matan peces y anfibios, sapos, ranas, escuerzos, etc., es decir los predadores naturales de los mosquitos, de los que se alimentan tanto en su estado larval como de adultos”. Esto se comprueba en “la casi desaparición de la población de anfibios en la pradera pampeana y en sus cursos de agua principales, ríos, arroyos, lagunas y bosques en galería, así como el elevado número de peces que aparecen muertos o con deformaciones físicas y graves afectaciones en su capacidad reproductiva”, como han informado reiterados estudios e investigaciones. A esto debe sumarse la deforestación en las áreas boscosas y de monte del Noreste y el Noroeste, que destruyó su equilibrio ambiental, “liquidando el refugio y hábitat natural de otros predadores de los mosquitos, lo cual permite el aumento descontrolado de su población”. Hace dos semanas visitó la Argentina la periodista francesa Marie-Monique Robin para la presentación de su libro El mundo según Monsanto, recién traducido al castellano. La ministra de Salud Graciela Ocaña la invitó a conversar, pero no pudo asistir a la cita porque fue llamada desde la presidencia por la irrupción de la epidemia de dengue. En su lugar, la audiencia se realizó con el secretario de Determinantes de la Salud y Relaciones Sanitarias, Licenciado Alberto Hernández. “Fue muy simpático y amable, pero no tenía la menor idea del tema. Al punto que me preguntó por qué había tantas fumigaciones”, fue el azorado comentario de la investigadora.

26/4/09

Crash

Por David Cronenberg
Publicado en RADAR

Me costó mucho leer Crash la primera vez. Una novela brillante, pero deliberadamente muy fría y monótona. Una novela sin humor –algo que no es característico de Ballard–. La dejé por la mitad, y no la volví a agarrar hasta seis meses después. Entonces la terminé. Y pensé: “Bueno, realmente es muy poderosa, y te lleva a un lugar extraño, un lugar adonde no estuviste antes, pero no la veo como película”.
En retrospectiva, todo parece muy obvio, y la gente dice que era una unión lógica. De hecho, me la mandó una crítica de cine que me dijo: “Tenés que hacer una película con esto”. Pasó el tiempo, pero cuando me di cuenta de que la quería hacer, fue un momento epifánico. Estaba hablando con uno de mis productores y me dijo: “¿Hay algo que te apasione, algo que siempre hayas querido hacer?”. Y le dije: “Sí, creo que quiero hacer Crash”. Y hasta el momento que dije las palabras, no había pensado conscientemente en la película. El productor se puso muy contento, porque había comprado los derechos del libro en 1973. Conocía a Ballard, y me dijo que me lo iba a presentar.
Una de las cosas brillantes del libro es que sugiere cosas que, en la superficie, parecen absolutamente repugnantes e imposibles, pero al final parecen “lo de siempre”. Uno se da cuenta de que tenía todo eso adentro, y que revelaba partes propias que estaban allí pero uno no podía reconocer. Por supuesto, ésa es una de las funciones primordiales del arte, y Crash lo logró conmigo. Hoy, la gente me cuenta sus respuestas frente al film: cómo salieron del cine y de repente el tráfico les resultaba totalmente diferente, y cómo les cambió la percepción de la vulnerabilidad en los autos, su relación con los autos, la violencia de los autos. Y ese sentimiento que todos tienen, que muy pocos admiten, de que les encantaría chocar a alguien –sea por enojo, por curiosidad o por cualquier impulso extraño–. Siempre, por supuesto, reprimiéndolo, o casi.
En el Festival de Cine de Londres, Ballard y yo nos sentamos a conversar. El era un hombre delicioso, y nos llevamos muy bien. Pero eso no quiere decir que estemos de acuerdo en todo, incluyendo el significado de su propio libro. La gente me ha dicho: “No veo a la película como un relato aleccionador, ¿usted sí?”. Y yo contesto que no. Así que le pregunté a Ballard qué pensaba de esto. Me dijo: “Bueno, debe ser un cuento aleccionador”. Y le dije: “Cuando estaba escribiendo el libro, ¿pensó ‘estoy escribiendo un relato aleccionador’?”. Y me dijo que no. Así que le dije: “Entonces es un análisis que está haciendo del libro después de terminado”. Me reconoció que sí. Le dije que eso era todo lo que necesitaba saber. Porque, por experiencia, sé que es posible no ser un muy buen analista del trabajo propio. Yo no lo leí así, y ciertamente uno puede decir que al tiempo que anticipa esta desafectada y desconectada psicología del futuro cercano que se está volviendo más y más presente. Uno puede decir: “Dios, él tiene razón, y esto no me gusta”. En ese sentido, es un relato aleccionador, no como fábula moral sino como alguien que dice: “Veo emerger estas tendencias. No nos gustan, y debemos hacer algo”. Pero cuando la película es atacada por ser pornográfica y perversa, es fácil caer en decir que es aleccionadora.

En lo que creo


Por J. G. Ballard
(1930-2009)

Creo en el poder de la imaginación para rediseñar el mundo, para liberar la verdad que vive dentro nuestro, para contener la noche, para trascender a la muerte, para encantar a las autopistas, para congraciar a los pájaros, para ganarnos la confianza de los locos.

Creo en mis propias obsesiones, en la belleza del choque de autos, en la paz del bosque sumergido, en la excitación de un balneario desierto, en la elegancia de los cementerios de automóviles, en el misterio de los estacionamientos para coches de varios pisos, en la poesía de los hoteles abandonados.

Creo en las pasarelas olvidadas de Wake Island, que apuntan al Pacífico de nuestras imaginaciones.

Creo en la misteriosa belleza de Margaret Thatcher, en el arco de sus fosas nasales y el brillo de su labio inferior; en la melancolía de los conscriptos argentinos heridos, en las sonrisas hechizadas del personal de las estaciones de servicio; en mi sueño sobre Margaret Thatcher siendo acariciada por ese joven soldado argentino en un motel olvidado, observados por un empleado de estación de servicio tuberculoso.

Creo en la belleza de todas las mujeres, en la perfidia de sus imaginaciones, tan cercana a mi corazón; en la unión de sus cuerpos desencantados con las encantadas cintas de las cajas de supermercado; en su cálida tolerancia a mis perversiones. Creo en la muerte del mañana, en un tiempo exhausto, en nuestra búsqueda de un nuevo tiempo en las sonrisas de las azafatas y los ojos cansados de controladores aéreos en aeropuertos fuera de temporada.

Creo en los órganos genitales de los grandes hombres y las grandes mujeres, en las posturas corporales de Ronald Reagan, Margaret Thatcher y Lady Di, en los dulces hedores que emanan de sus labios cuando se ponen frente a las cámaras de todo el mundo.

Creo en la locura, en la verdad de lo inexplicable, en el sentido común de las piedras, en la locura de las flores, en la enfermedad guardada para la humanidad por los astronautas del Apollo.

Creo en nada.

Creo en Max Ernst, Delvaux, Dalí, Tiziano, Goya, Leonardo, Vermeer, De Chirico, Magritte, Redon, Durero, Tanguy, Cheval, las Watts Towers, Boecklin, Francis Bacon, y todos los artistas invisibles que están en instituciones psiquiátricas del planeta.

Creo en la imposibilidad de la existencia, en el humor de las montañas, en el absurdo del electromagnetismo, en la farsa de la geometría, en la crueldad de la aritmética, en las intenciones asesinas de la lógica.

Creo en las mujeres adolescentes, en su corrupción por la propia postura de sus piernas, en la pureza de sus cuerpos desordenados, en los rastros de sus genitales dejados en baños de moteles gastados.

Creo en el vuelo, en la belleza del ala, y en la belleza de todo lo que alguna vez ha volado, en la piedra arrojada por el niño pequeño que lleva consigo la sabiduría de hombres de estado y parteras.

Creo en la amabilidad del escalpelo del cirujano, en la geometría sin límites de la pantalla de cine, en el universo oculto dentro de los supermercados, en la soledad del sol, en la cháchara de los planetas, en lo repetitivo de nosotros mismos, en la inexistencia del universo y el aburrimiento del átomo.

Creo en la luz que las grabadoras de video proyectan en las vidrieras de los negocios, en los conocimientos mesiánicos de los radiadores de los coches de showroom, en la elegancia de las manchas de aceite en los hangares de los 747 estacionados en aeropuertos.

Creo en la no existencia del pasado, en la muerte del futuro, en las infinitas posibilidades del presente.

Creo en la degeneración de los sentidos: en Rimbaud, William Burroughs, Huysmans, Genet, Celine, Swift, Defoe, Carroll, Coleridge, Kafka.

Creo en los diseñadores de las pirámides, del Empire State Building, del Fuehrerbunker de Berlín, en las pasarelas de Wake Island.

Creo en los olores corporales de Lady Di.

Creo en los próximos cinco minutos.

Creo en la historia de mis pies.

Creo en las migrañas, el aburrimiento de las tardes, el miedo a los calendarios, la traición de los relojes.

Creo en la ansiedad, la psicosis y la desesperación.

Creo en las perversiones, en el enamoramiento con los árboles, en las princesas, los primeros ministros, las estaciones de servicio abandonadas (más hermosas que el Taj Majal), las nubes y los pájaros.

Creo en la muerte de las emociones y el triunfo de la imaginación.

Creo en Tokio, Benidorm, La Grande Motte, Wake Island, Eniwetok, Dealey Plaza.

Creo en el alcoholismo, las enfermedades venéreas, la fiebre y la fatiga. Creo en el dolor. Creo en los chicos.

Creo en los mapas, los diagramas, los códigos, los juegos de ajedrez, los acertijos, la tabla de horarios de las aerolíneas, los indicadores de los aeropuertos. Creo en todas las excusas.

Creo en todas las razones.

Creo en todas las alucinaciones.

Creo en todas las furias.

Creo en todas las mitologías, recuerdos, mentiras, fantasías, evasiones.

Creo en el misterio y la melancolía de una mano, en la amabilidad de los árboles, en la sabiduría de la luz.

25/4/09

El misántropo en su guarida


Por Pedro B. Rey
Publicado en ADN

En cierta línea de su diario, incluida en Descanso de caminantes, Adolfo Bioy Casares hace un comentario curioso (y seguramente irrefutable) sobre Céline: a sus lectores, decía, les gusta que les griten.
A casi medio siglo de su muerte, el alias literario del médico Louis-Ferdinand Destouches (1894-1961) continúa produciendo un malestar que excede -y Bioy lo intuye en su lacónica definición- la simple apreciación literaria. En 1932, Céline conmocionó la novela francesa con Viaje al fin de la noche. La historia de Bardamu, doctor de suburbios que comparte con su creador más de una peripecia biográfica, estaba narrada mediante un lenguaje descarnado y sórdido, inédito hasta entonces. A fines de esa misma década, Céline volvió a causar escozor, esta vez por razones menos recomendables. La publicación de dos vitriólicos panfletos, Bagatelas para una masacre y La escuela de cadáveres, lo revelaron como un burdo y peligroso antisemita. Aunque ya en los años cincuenta sus novelas fueron reunidas en la Bibliothèque de La Pléiade (donde se negó a reeditar aquellos textos), la reputación del escritor quedó dañada para siempre. Esa mancha indeleble perdura hoy, a pesar de los ditirambos que le dedicaron a su obra autores y críticos como Philip Roth y George Steiner.
Hay algo para siempre enigmático en la huraña carrera de Céline. En sus dos primeras novelas (a la ya citada debe sumarse Muerte a crédito, de 1936), tan lóbregas y pesimistas que parecen habilitar cualquier exceso, no figura ninguna alusión antisemita; de hecho, un personaje que se jacta de esos prejuicios es caricaturizado sin piedad.
Lucette Almanzor, la última y definitiva compañera de Céline, se encontró con él en 1935, antes de que se desatara en él la paranoia y el rencor irracional. El, que le llevaba veinte años, había pasado ya por la Primera Guerra Mundial y por la experiencia laboral en plantaciones africanas. También se había recibido de médico con una tesis sobre el higienista Ignác Semmelweis y era, desde hacía pocos años, un escritor célebre, un caso literario. Las revelaciones de Lucette en Céline secreto permiten echar una nueva mirada a la conflictiva personalidad del escritor, aunque sin resolver su misterio último. Sobre la escritura de los panfletos, por ejemplo, retoma un argumento que sostienen biógrafos como Frédéric Vitoux: a Céline lo desesperaba la inminencia de la guerra y en esos textos tremebundos, que pretendían alentar el pacifismo, se perciben las secuelas alucinatorias de la Gran Guerra.
La huida de la pareja al castillo de Sigmaringen donde se encontraba refugiado el gobierno de Vichy en el exilio, y luego a Dinamarca, para evitar los juicios por colaboracionismo, son, narrados por su viuda, un buen contrapunto a esa épica canalla que el propio escritor se encargó de pintar en libros como De un castillo al otro. El retrato pudoroso que hace Lucette de los últimos años pasados en la casa de Meudon, adonde se retiraron después de la captura y juicio del novelista, es en cambio concluyente. A pesar del trabajo literario y del arsenal de mascotas al que, como estilan los misántropos, le entrega su ternura, Céline sobrevive como lo que era: un hombre moralmente acabado.

24/4/09

Melancolía de mujeres analógicas

Por Hernán Casciari

Me encuentro con un viejo compañero de la primaria que no veía desde los años ochenta, y del que tuve noticias a través de una red social. Nos citamos en un bar del centro, nos palmeamos con cariño falso, pedimos unas cervezas. Le digo: “Qué increíble, para lo que acaba sirviendo Facebook”. Se ríe fuerte, como si le estuviera tomando el pelo: “Si Facebook sirviera solamente para encontrarme con vos, gordo boludo —me dice—, yo no tendría banda ancha en casa. A mí Facebook me cambió la vida, pero de verdad”.
—¿Para tanto? —le pregunto.
—Mirá para afuera —me explica—. Imaginate que todas las mujeres que están pasando ahora por la calle tuvieran un cartel en el culo que dijera ‘estoy en una relación complicada’, o ‘soy soltera’, o ‘solamente busco amistad’, o incluso ‘me interesan los hombres y también las mujeres’…
Hago lo que dice mi amigo: miro por la ventana del bar hacia la calle y veo la primavera de Barcelona en su esplendor: holandesas, suecas, nativas, maduras y jovencitas, diferentes colores y tamaños; hay de todo en la viña del Señor.
Mi amigo me aprieta el brazo y me dice:
—Imaginate que aquella que está por cruzar la Diagonal tuviese un cartel que dijera: ‘Hace doce días que estoy deprimida’. Tener esa data de primera mano, Hernán, hacer cálculos mentales y abordarlas a todas.
—Te estás excitando, calmate —le digo a mi amigo.
Pero él sigue con su verborrea:
—¿Cuánto hubiéramos simplificado el enfoque de la seducción, hace diez, hace quince años, de haber tenido esos guiños entre las conocidas del colegio, de la universidad, de las compañeras de trabajo, de las ex novias?
Me lo imagino; mi amigo tiene mucha razón.
—La mujer analógica, la del siglo pasado, esperaba que vos te dieras cuenta de ciertas cosas. ¿Te acordás las preguntas que uno se hacía antes? ¿Tendrá novio Estelita? ¿Qué música le gustará? ¿Será buen momento para abordarla? —rememora mi amigo— Ahora la mujer digital te lo indica en el perfil del Facebook. Cualquier conocida de la oficina, cualquier amiga de una amiga, te avisa si se peleó con el novio, te explica si le gusta Neruda o si le gusta Bucay, te pone fotos de las vacaciones en Ibiza, para que la veas medio en bolas…
Cierra los ojos y sonríe. Continúa:
—¿Cuánto tardábamos, en los ochenta, para ver en bikini a la chica que nos gustaba? ¡Había que esperar al Día de la Primavera, que alguna se emborrachaba en el parque, o a que te invitaran a una pileta en verano! No, Gordo, la vida mejoró mucho…
—Bueno, pero supongo que tampoco será tan fácil.
—Hay desventajas, claro —matiza—. Te podés ensartar, como toda la vida. Te podés despertar con un bicho a la mañana siguiente… Pero en Facebook hay escaramuzas, hay trucos que te proporciona la experiencia.
—¿Por ejemplo?
—Alejate de las mujeres que ponen la fecha de nacimiento sin indicar el año: a ésas ya se les cayeron las tetas. Escapá de las que cuelgan muchas fotos de sus mascotas: son depresivas. Ni se te ocurra encarar a las que te parecen lindas pero tienen todas las fotos en contrapicado: son gordas con complejo de papada. Si dicen estar “en una relación difícil” y tienen más de treinta fotos besando al mismo tipo, en diferentes épocas, borrate: después de coger, lloran.
—Impresionante —le digo con sinceridad.
—Hay que estar atento a las que, en la imagen del perfil, ponen una foto sacada por ellas mismas en el baño. A ésas, les decís cuatro piropos en el Muro y las tenés comiendo alpiste. Atento a las que ponen fotos viajando por el mundo con una amiga, siempre la misma amiga: son fiesteras. Pero ojo —matiza mi amigo—: tiene que ser fotos por el mundo; si viajan por su propio país, son histéricas. A las que ponen una imagen de ellas cuando eran chiquitas, en color sepia, les gusta el sexo duro. Las que dejan vacío el ítem sobre intereses musicales, prefieren pagar el hotel a medias.
Mi antiguo amigo de la primaria me atiborró de consejos, pero sólo me acuerdo de estos pocos para compartir hoy con ustedes. Habló durante más de una hora, sin parar. Y después dijo que debía irse a una cita con una mujer que había conocido en la estación Verdaguer.
—Me tiemblan las manos —me confesó antes de salir del bar—. Esta mujer que conocí en el metro me dice que no tiene Internet. No sé nada de ella, nunca vi fotos, no sé de qué carajo le voy a hablar.
—¿Y para qué vas, entonces?
—Es que últimamente me calientan mucho las mujeres analógicas. Tienen olor a infancia.

21/4/09

Ajedrez




En su grave rincón, los jugadores 
rigen las lentas piezas. El tablero
los demora hasta el alba en su severo
ámbito en que se odian dos colores.

Adentro irradian mágicos rigores
las formas: torre homérica, ligero
caballo, armada reina, rey postrero, 
oblicuo alfil y peones agresores. 

Cuando los jugadores se hayan ido,
cuando el tiempo los haya consumido,
ciertamente no habrá cesado el rito.

En el Oriente se encendió esta guerra
cuyo anfiteatro es hoy toda la tierra.
Como el otro, este juego es infinito.

II

Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada
reina, torre directa y peón ladino
sobre lo negro y blanco del camino
buscan y libran su batalla armada.

No saben que la mano señalada
del jugador gobierna su destino,
no saben que un rigor adamantino
sujeta su albedrío y su jornada.

También el jugador es prisionero
(la sentencia es de Omar) de otro tablero
de negras noches y blancos días.

Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza 
de polvo y tiempo y sueño y agonías?


Jorge Luis Borges
Ajedrez

14/4/09

"Entre los muros" de Laurent Cantet


Por Naief Yehya
Publicado en TERRA

Los filmes sobre salones de clases pertenecen a un género vasto, a menudo sentimental, didáctico y en ocasiones demagógico. La narrativa está regida por la dicotomía entre dos espacios contrapuestos, y muchas veces antagónicos: el del profesor y el de los alumnos. Cualquier filme de este tipo describe un sistema de poder y control, por tanto trata acerca de la tensión entre los participantes, y es una especie de kammerspiel claustrofóbico, siempre al borde de la confrontación. El nuevo filme del realizador Laurent Cantet, Entre les murs, parte de las convenciones clásicas del género, y utiliza un salón de clases para reflexionar en torno a tensiones raciales y culturales en la Francia contemporánea. Cantet ha logrado hacer un cine social que nunca es solemne ni dogmático. Aparte, desde sus Recursos humanos y El empleo del tiempo, cada una de sus películas, independientemente de su "mensaje", es una vigorosa propuesta estética. La cinta de Cantet obtuvo la Palma de oro en el festival de Cannes, el pasado mes de mayo, y fue elegida para la noche inaugural de la edición 46 del Festival de cine de Nueva York, donde Terra Magazine tuvo la oportunidad de conversar con el director.

¿Podría explicar como alcanza el naturalismo en su filme? ¿Cuál es el equilibrio entre improvisación y la planeación?
No puedo responder con toda certeza, ya no recuerdo exactamente qué nació de la improvisación y qué salió del trabajo con los estudiantes, qué fue lo que yo pedí y qué surgió durante la filmación a través de la libertad que dábamos a los actores para usar lo que yo quería que dijeran dentro de sus participaciones improvisadas. Lo que sí es cierto es que trabajamos durante todo el año escolar que precedió a la filmación, todas las semanas entre cuatro y cinco horas con el equipo de alumnos. Esto es lo que a menudo hago cuando trabajo con actores que no son profesionales, pero aquí fuimos un paso más allá ya que tomamos el riesgo de improvisar durante la filmación. El guión se escribió en paralelo con esos talleres de improvisación. Cada vez que filmábamos comenzábamos con una discusión muy larga acerca de los elementos del guión que me interesaba escuchar. Determinábamos así la trayectoria que yo quería dar a cada secuencia. Luego, ya en la clase yo daba ciertos puntos de referencia a cada uno de los actores, para señalar en qué quería que se enfocaran, aún sin saber exactamente qué se diría. Entonces, François Bégaudeau, el autor del libro en que está basado el guión, y actor principal, iba a su escritorio y comenzaba la lección. Los alumnos empleaban los puntos que yo había dado así como sus experiencias personales. Teníamos tres cámaras rodando todo el tiempo, una sobre François y dos sobre los alumnos, para tratar de capturar las emociones, la energía y sutilezas que provocaban las discusiones. La primera toma era improvisación total, en la segunda toma pedía a los estudiantes que cambiaran ciertos elementos de sus participaciones, que retomaran algún pasaje, que cambiaran de orden lo que decían, que añadieran o quitaran algo de lo que habían dicho y así reconstruíamos la escena. De esa manera los jóvenes ya estaban actuando desde la segunda toma, y lo hacían con naturalidad ya que asumían su papel como actores. A veces hacíamos siete u ocho tomas para cada secuencia. Lo que me sorprendió es que durante la edición nos dimos cuenta que podíamos mezclar las tomas, la improvisada y las más trabajadas, y todas tenían la misma energía, precisión o verdad.

Eligió una interesante mezcla étnica para los estudiantes. Es un panorama muy revelador de la sociedad francesa.Elegimos trabajar en el barrio parisino del 20º arrondisement, donde hay gente muy diversa en todos sentidos: en lo étnico, social, racial y cultural. Eso me interesaba mucho. Yo pienso que esto le da al filme una imagen muy justa de la sociedad urbana francesa de hoy.

Su propuesta se centra exclusivamente en el interior del salón de clase y no mira hacia la calle. ¿Por qué?Para mí, la puesta en escena consiste en encontrar un dispositivo fílmico, en este caso elegí no salir de los muros de la escuela, hacer de ese edificio cerrado una especie de caja de resonancia en el que las paredes hicieran que el mundo exterior reverberara en el interior. También es una forma de responder a una percepción reaccionaria de la escuela, en la cual mucha cierta gente quisiera que ésta fuera un espacio protegido de las turbulencias del mundo, aislado del exterior, lo cual es imposible. Yo creo que los alumnos vienen a clases con la influencia de sus problemas, de su vida, de la calle y de una cultura que no es necesariamente la misma que tiene la escuela. Para transmitir algo se necesita establecer una vía de comunicación y no podemos esperar que ésta sea tan desequilibrada como algunos profesores quisieran. No podemos compartir la lengua de Molière, Racine y Proust con los alumnos si no queremos escuchar su lengua, su manera de hablar, sus preocupaciones y su relación con el mundo. Yo quería mostrar el salón de clase como un espacio en el que se aprende la democracia, donde se aprende a escuchar y a tomar en consideración los argumentos de los otros.
¿Cuál es el objetivo de mezclar improvisación y actuación?Primeramente a mí me interesa escuchar a la gente implicada en la historia que estoy contando, quiero aprovechar esa experiencia en el universo que describo y eso es muy importante para nutrir al filme. Pero yo no soy documentalista, no sabría como hacer un documental. Me gusta escribir, contar y construir historias a partir de los elementos que capturo de la realidad. Al escribir un guión uno puede sintetizar en una secuencia de cinco minutos una variedad de elementos que podrían haber sucedido, y al situarlos de determinada forma entre el inicio y el final del año escolar, éstos pueden adquirir un sentido determinado. Además, con estos alumnos pudimos crear personajes, es decir que no son ellos mismos quienes se presentan ante la cámara, como sucede en un documental, y de esa manera cuentan con una especie de protección a su identidad, la cual les permite que sean más sinceros y naturales ya que no hablan de sí mismos sino de su personaje, aunque éste tenga experiencias y una vida muy semejante a la suya.

¿Cómo se compara su propia experiencia como profesor con lo que vemos en la pantalla?
Hace ya muchos años que no doy clases pero yo lo hacía en un pequeño colegio rural, en una ciudad muy pequeña cuya población era lo que podríamos llamar de clase media provinciana, por lo que no tuve la experiencia de la diversidad que se muestra aquí.

¿Cómo eligió a los profesores?Los profesores también son maestros reales de la escuela en que trabajamos todo el año que se involucraron en el proyecto y crearon sus personajes. Una quincena de maestros aceptaron participar y seguimos en mismo proceso con ellos que con los estudiantes. Su experiencia alimentó al filme de una manera muy vital. Lo padres fueron el tercer grupo que hice participar, así que se trata de auténticos padres de familia que tienen la oportunidad de reflejar sus propios puntos de vista, sus aspiraciones y esperanzas para sus hijos.

¿Qué lugar ocupará el filme en el actual debate por la educación en Francia?El filme será tan sólo una pequeña piedra en un debate más viejo que yo, que divide al cuerpo docente y a la sociedad francesa, y que se ha vuelto una especie de deporte nacional. Lo que sí parece es que el filme ha vuelto a lanzar el interés por discutir el tema públicamente. Este es un debate muy ideológico que no me interesa tanto, porque es simplemente una confrontación entre aquellos que creen que la escuela es un espacio que también debe enseñar lo que es la ciudadanía y otros que creen que la escuela es un lugar donde el alumno debe aprender cosas al ser aislado del resto de su experiencia humana. Lo que yo quería realmente mostrar es lo que podría pasar en un salón de clases con 25 alumnos y un profesor de francés. No quiero sacar conclusiones yo mismo, sino mostrar una serie de momentos en un año escolar y dejar que la ideología eventualmente alcance a la narrativa, que es lo que ya está pasando.

¿Qué será de la carrera de los jóvenes actores de este filme?Algunos de ellos ya están actuado o haciendo castings para otros filmes, pero algo que me dio mucho placer es que la noche en que recibimos la Palma de Oro en Cannes, ellos se dieron cuenta de que habían sido reconocidos por su trabajo y su talento. Y eso es importante porque fue una respuesta contundente a la estigmatización de que son objeto los jóvenes en general y los hijos de inmigrantes en particular, que son vistos con miedo o bien que son invisibles y nadie quiere tomarlos en cuenta. En ese escenario este grupo de jóvenes se convirtió en el rostro de Francia y para ellos eso fue muy emocionante.

10/4/09

Versión fílmica de "Asfixia" de Palahniuk


Asfixia es la ópera prima como director del actor Clark Gregg (Iron Man), que también se ha encargado de la elaboración del guión cinematográfico que se basa en la novela homónima de Chuck Palahniuic, responsable de El Club de la ’. Sam Rockwell encarna a Victor Mancini, un actor de tres al cuarto que trabaja en un parque temático que decide sacarse un sobresueldo acuñando el arte del timo y el engaño con suma maestría. Mancini se dedica a ir por los restaurantes más caros de la ciudad fingiendo asfixiarse con su comida, de modo que pueda así obtener el ansiado cheque de recompensa por parte de los dueños. A esta situación hay que sumar la adicción al sexo que sufre el protagonista, alternando su presencia en las sesiones de terapia con el sexo furtivo que ya ha practicado con casi todo el personal de la residencia en la que vive su madre, que, para colmo de males, no le reconoce. Será en esta residencia donde una doctora se resiste a sus encantos, provocando en Victor Mancini una obsesión que pronto se transformará en enamoramiento.

6/4/09

Publican las cartas de Beckett

Sumergidas durante años en una oscura trama de diplomacia literaria internacional y un escrupuloso trabajo académico, Las cartas de Samuel Beckett finalmente han salido a la luz, publicadas por Cambridge University Press y resultan sorprendentes.
En sus obras publicadas, Beckett era parco y reticente pero en sus escritos privados aparece humano y afable. Este volumen (se anuncian tres más) comienza auspiciosamente con dos notas de Beckett a James Joyce, en la segunda de las cuales (de abril de 1929) este profesor de 23 años de la École Normale Supérieure de París educadamente le informa al maestro sobre la distinción entre las formas infinitivas y sustantivas de una frase griega, tal como informa The New York Times.
El volumen termina con una carta fechada 10 de junio de 1940, sobre un juego de billar de ese viernes siguiente, el mismo día en que los alemanes ocuparon París.
En los años transcurridos entre estas misivas, Beckett abandonó una carrera académica; publicó un puñado de ensayos, un libro de poemas, un estudio de Proust, un libro de cuentos y una novela (Murphy, 1938). Por esos años el autor de Molloy tuvo estadías intermitentes en Irlanda, Inglaterra, Francia y Alemania. La correspondencia arroja un retrato del artista que lo muestra como un hasta entonces inestable.

4/4/09

El íntimo cuchillo en la garganta


Por Luis Chitarroni
Publicado en Ñ

Philip Roth no es alguno de los escritores que creemos que es. Tampoco es todos, como lo demuestra el nerviosismo, menos estilístico que atávico, de sus primeras personas. Consideramos una característica de las cuerdas vocales de los personajes de Roth vibrar, por lejos que estén de casa, con la sinagoga en la garganta, pasando del sombrío y ceñudo sionismo nocturno inicial a una especie de mediterránea insolación diaspórica. Desde que salió El lamento de Portnoy con ese título (ahora ha sido rebautizada El mal), Roth y sus protagonistas simbolizaron al judío neurótico norteamericano, con un repertorio de variantes físicas que van de Eliot Gould a Woody Allen. Fisonómicamente más cerca del primero que del último, Kitaj lo dibujó a Roth como nadie, más de una vez. Ahora que sus contemporáneos se toman el trabajo de retirarse, empieza a distinguirse también la forma del fondo, algo así como la figura en la alfombra del cuento de James. Roth rota, va rotando como un dial, y la forma oscura que emerge del fondo tiene mucho de éste (de Roth, del fondo): es un espeso brebaje que convida los aspectos dolorosos y amargos con una mueca estoica implícita. Para averiguar la naturaleza misma del aullido sin arder en el medio, Roth nos ofrece una prueba. Sí, en su prolongada campaña de difusión de espinas y antídotos, ha encontrado dos ejercicios modales: la de hacerlo con acuciante resignación a las creencias de sus mayores ("el íntimo cuchillo en la garganta"); la de hacerlo con la angustiosa confusión atea de que así no se define una exclusión.Igual que antes, como siempre, Roth pregona en Indignación, su último libro, esa ira bíblica, de la que parece ser un juramentado, con preciosa y accidentada singularidad. Hace años, en una subasta de libros de escritores a la que accedí, compré uno solo. Reunía dos condiciones que Roth sabría justificar: era el más barato y le había pertenecido a él (la firma ágil y pálida deslizándose en una de las preliminares). Se trata de una antología de Hugh Kingsmill titulada Invectiva y abuso (según Kingsmill, invectiva es cuando hablamos de los otros y abuso cuando los otros hablan de nos). Ese trofeo modesto es un ejemplo de la materia aleatoria con la que trabaja Roth, de su ira por los fetiches adyacentes de la cultura. Me ayuda a saber lo poco que podemos averiguar de los mejores sopesando sus bienes materiales.

3/4/09

"Hay más cosas en la tierra y en los cielos,
Horacio, que lo que piensa tu filosofía".

William Shakespeare
Hamlet

notas