Por Alejandro Cruz
Publicado en LA NACION
En el nuevo plan de obra para el Teatro Colón, donde estaban los camarines -con muebles de cedro, estantes de mármol y espejos, que sacaron con destino incierto- funcionará una confitería. Y si, antes, estos camarines en los que los bailarines cambiaban su vestuario en minutos estaban a un piso del escenario, pasarán del segundo nivel al tercer subsuelo. Allí funcionaban la peluquería, el taller de mecánica escénica y el depósito de fotofilmación. Muchos de esos talleres tienen destino incierto.
En el nuevo Colón, habrá dos nuevas confiterías (una de ellas estará en la terraza), cuatro salas vip, dos nuevos gift shops (tiendas de recuerdos) y salas de conferencias y exposiciones en donde, hasta hacía poco, había talleres, salas de ensayos y gente que le daba vida a esta verdadera fábrica. Una usina cultural que, bajo esta nueva óptica, se perfila más como una sala receptora de producciones para ser visitada por turistas.
Estos detalles, y muchos más, se desprenden de los planos y las informaciones obtenidas del mismo riñón de los encargados de la obra de infraestructura que, según se ilusiona el jefe de gobierno, piensa inaugurar el 25 de Mayo del Bicentenario. Mucha de esta información ya estaba bosquejada en la propuesta oficial que los encargados del trabajo compartieron hacía dos meses con algunos medios y que, con el paso del tiempo, todo indica que fue tomando forma.
En una información interna firmada por Sonia Terreno (ex encargada del Master Plan en tiempos de las gestiones de Ibarra y de Telerman, que sigue en función bajo la administración de Mauricio Macri) deja en claro que "se trabaja sobre los planes pedidos por el director ejecutivo" Martín Boschet, el mismo que perdió su puesto a partir del acto de las zapatillas Converse realizado en el CETC del cual, primero, había dicho que no sabía nada hasta que, en esta misma sección, se publicó un memo con su firma que comprobaba lo contrario. Los trabajadores del Colón también lo señalan como el ideólogo del nuevo plan maestro. Y vale recordar que cuando los directivos del nuevo plan maestro hicieron la presentación oficial de esta nueva versión dijeron seguir las indicaciones de Horacio Sanguinetti, el número uno del Colón. Sea uno u otro, el nuevo Colón parece llevar sus firmas.
La semana pasada, en una entrevista realizada por este cronista a Sanguinetti, el funcionario comentó que ya había hablado con los encargados de la obra y que les había dicho que quería la sala principal abierta para octubre del año próximo. Queda saber esa sala a qué tipo de teatro responde, si es posible realizar semejante trabajo en tan poco tiempo y qué costos tendría tal intervención desde la perspectiva del cuidado de un edificio con valor patrimonial.
Después de varios meses, durante los cuales la obra estuvo paralizada, a principios de septiembre, el Ministerio de Desarrollo Urbano, encargado político y técnico de la obra, y Syasa, la empresa encargada del gerenciamiento, hicieron su primera (y única) presentación ante la prensa. Allí dieron las pistas de los planes que fueron definiendo a lo largo de este tiempo. Informaron, entre otras cosas, que el nuevo costo de la obra será de 280 millones de pesos. Y detallaron, por ejemplo, que para este mes estarían trabajando unas 300 personas entre operarios y profesionales. Desde dentro de la sala, desmienten tal movimiento. Consultado Syasa, al cierre de esta nota no hubo respuesta. Desde el gobierno, el responsable político de esta nueva versión del Master Plan es el ministro Daniel Chain a quien varias veces se intentó entrevistar, pero siempre hubo respuestas negativas (la última vez, a mediados de esta semana, se dijo que el funcionario no estaba en el país).
Preocupado por la situación que se vive en el Colón y por el futuro de un edificio de inobjetable valor internacional, los trabajadores levantaron la voz. Muchos de ellos son indudables profesionales en lo suyo. Otros, artesanos de oficios en extinción. Sin embargo, según aseguran, nunca nadie se les acercó para pedirles opinión o consejo sobre las características de su oficio para saber qué espacio diseñar.
El martes de la semana pasada intentaron participar de la reunión que iban a tener los encargados de la obra con la Comisión Nacional de Monumentos Históricos, con quienes deberían acordar los trabajos de conservación de los edificios catalogados y los responsables de semejante tarea. Fue imposible. Sin embargo, dos días después, fueron atendidos por integrantes de la Comisión Nacional para explicar la preocupación sobre los trabajos que, aseguran, ponen en riesgo la integridad del patrimonio. A dicha reunión asistieron unos 60 trabajadores.
El arquitecto Fabio Grementieri, especialista en preservación urbana, es asesor ad honórem de los trabajadores y de la Comisión de Defensa del Teatro Colón. "Pedimos incluir en la protección y tutela todo tipo de acervo, como mobiliario, obras de arte, colecciones bibliográficas, de instrumentos, de escenografías, de vestuarios y registros de imagen y sonido", dice. Consultado el arquitecto Martín Repetto, quien preside dicha comisión, apunta: "El planteo de proteger otros aspectos del Teatro nos parece interesante y lo vamos a poner rápidamente en estudio porque todo hace al patrimonio del Colón. Contender y contenido van de la mano. Por eso les pedimos a los trabajadores que nos hagan la solicitud por escrito para estudiar el tema". O sea, varios de los objetos que actualmente están apilados en un galpón del gobierno con goteras (como se ve en las fotos) podrían ser declarados parte del Patrimonio Histórico Nacional.
Según los planos arquitectónicos elaborados por los técnicos, muchos talleres o desaparecerían, o serían reubicados en otros espacios del edificio, o todavía no tienen asignados un nuevo lugar. No es exactamente lo que dice la ley de autarquía del Colón. "La norma dice que los talleres deben funcionar en los lugares históricos. Eso lo tenemos que hacer valer", apunta la diputada de Coalición Cívica Teresa Anchorena, también miembro de la Comisión Nacional de Monumentos Históricos. En la norma aprobada el 7 de octubre, en su artículo tercero se lee: "Producir bienes y servicios en talleres existentes en la sede histórica, con el objeto de ser destinados a los espectáculos realizados por el Teatro".
Uno de los espacios todavía no reubicados es la biblioteca del Colón, que posee material valiosísimo. José Miguel Onaindia es el presidente de la Asociación Amigos de dicha biblioteca. "Voy a pedir ya mismo una reunión con Sanguinetti porque todo parece indicar que la biblioteca no tiene lugar asignado y porque nos ha llegado información de que se ha perdido parte de su patrimonio", sostuvo el ex director del Incaa luego de una reunión que el jueves pasado mantuvo con los integrantes de la asociación. ¿Teatro fábrica?
Como telón de fondo, lo que parece estar en juego en todo esto es el tipo de teatro que imagina el macrismo. "De un primer análisis del actual programa de necesidades -dice un informe redactado por los trabajadores- surge la convicción de que éste no sólo plantea una nueva y aún más agresiva intervención en el patrimonio edilicio del Colón, sino que fruto de la misma, se implementará un modelo de teatro que significará la destrucción del actual sistema de producción propia reduciéndolo a su mínima expresión y alterando para siempre la funcionalidad histórica de nuestro Primer Coliseo, transformándolo en una sala de alquiler para todo tipo de eventos." Por eso, solicitan a la Comisión Nacional Monumentos y a la Comisión de Presupuesto de la legislatura porteña el rechazo total a los cambios previstos y piden que se los incluya en el proceso de tomas de decisiones.
Cuando la semana pasada LA NACION entrevistó a Sanguinetti, inevitablemente salió el tema de las obras de infraestructura. Al hablar de las críticas que recibe su gestión, apuntó: "Mi vida ha estado vinculada al Colón de una manera extraordinaria. No he venido a destruirlo. Desde luego, hago lo que puedo...".
En el nuevo plan de obra para el Teatro Colón, donde estaban los camarines -con muebles de cedro, estantes de mármol y espejos, que sacaron con destino incierto- funcionará una confitería. Y si, antes, estos camarines en los que los bailarines cambiaban su vestuario en minutos estaban a un piso del escenario, pasarán del segundo nivel al tercer subsuelo. Allí funcionaban la peluquería, el taller de mecánica escénica y el depósito de fotofilmación. Muchos de esos talleres tienen destino incierto.
En el nuevo Colón, habrá dos nuevas confiterías (una de ellas estará en la terraza), cuatro salas vip, dos nuevos gift shops (tiendas de recuerdos) y salas de conferencias y exposiciones en donde, hasta hacía poco, había talleres, salas de ensayos y gente que le daba vida a esta verdadera fábrica. Una usina cultural que, bajo esta nueva óptica, se perfila más como una sala receptora de producciones para ser visitada por turistas.
Estos detalles, y muchos más, se desprenden de los planos y las informaciones obtenidas del mismo riñón de los encargados de la obra de infraestructura que, según se ilusiona el jefe de gobierno, piensa inaugurar el 25 de Mayo del Bicentenario. Mucha de esta información ya estaba bosquejada en la propuesta oficial que los encargados del trabajo compartieron hacía dos meses con algunos medios y que, con el paso del tiempo, todo indica que fue tomando forma.
En una información interna firmada por Sonia Terreno (ex encargada del Master Plan en tiempos de las gestiones de Ibarra y de Telerman, que sigue en función bajo la administración de Mauricio Macri) deja en claro que "se trabaja sobre los planes pedidos por el director ejecutivo" Martín Boschet, el mismo que perdió su puesto a partir del acto de las zapatillas Converse realizado en el CETC del cual, primero, había dicho que no sabía nada hasta que, en esta misma sección, se publicó un memo con su firma que comprobaba lo contrario. Los trabajadores del Colón también lo señalan como el ideólogo del nuevo plan maestro. Y vale recordar que cuando los directivos del nuevo plan maestro hicieron la presentación oficial de esta nueva versión dijeron seguir las indicaciones de Horacio Sanguinetti, el número uno del Colón. Sea uno u otro, el nuevo Colón parece llevar sus firmas.
La semana pasada, en una entrevista realizada por este cronista a Sanguinetti, el funcionario comentó que ya había hablado con los encargados de la obra y que les había dicho que quería la sala principal abierta para octubre del año próximo. Queda saber esa sala a qué tipo de teatro responde, si es posible realizar semejante trabajo en tan poco tiempo y qué costos tendría tal intervención desde la perspectiva del cuidado de un edificio con valor patrimonial.
Después de varios meses, durante los cuales la obra estuvo paralizada, a principios de septiembre, el Ministerio de Desarrollo Urbano, encargado político y técnico de la obra, y Syasa, la empresa encargada del gerenciamiento, hicieron su primera (y única) presentación ante la prensa. Allí dieron las pistas de los planes que fueron definiendo a lo largo de este tiempo. Informaron, entre otras cosas, que el nuevo costo de la obra será de 280 millones de pesos. Y detallaron, por ejemplo, que para este mes estarían trabajando unas 300 personas entre operarios y profesionales. Desde dentro de la sala, desmienten tal movimiento. Consultado Syasa, al cierre de esta nota no hubo respuesta. Desde el gobierno, el responsable político de esta nueva versión del Master Plan es el ministro Daniel Chain a quien varias veces se intentó entrevistar, pero siempre hubo respuestas negativas (la última vez, a mediados de esta semana, se dijo que el funcionario no estaba en el país).
Preocupado por la situación que se vive en el Colón y por el futuro de un edificio de inobjetable valor internacional, los trabajadores levantaron la voz. Muchos de ellos son indudables profesionales en lo suyo. Otros, artesanos de oficios en extinción. Sin embargo, según aseguran, nunca nadie se les acercó para pedirles opinión o consejo sobre las características de su oficio para saber qué espacio diseñar.
El martes de la semana pasada intentaron participar de la reunión que iban a tener los encargados de la obra con la Comisión Nacional de Monumentos Históricos, con quienes deberían acordar los trabajos de conservación de los edificios catalogados y los responsables de semejante tarea. Fue imposible. Sin embargo, dos días después, fueron atendidos por integrantes de la Comisión Nacional para explicar la preocupación sobre los trabajos que, aseguran, ponen en riesgo la integridad del patrimonio. A dicha reunión asistieron unos 60 trabajadores.
El arquitecto Fabio Grementieri, especialista en preservación urbana, es asesor ad honórem de los trabajadores y de la Comisión de Defensa del Teatro Colón. "Pedimos incluir en la protección y tutela todo tipo de acervo, como mobiliario, obras de arte, colecciones bibliográficas, de instrumentos, de escenografías, de vestuarios y registros de imagen y sonido", dice. Consultado el arquitecto Martín Repetto, quien preside dicha comisión, apunta: "El planteo de proteger otros aspectos del Teatro nos parece interesante y lo vamos a poner rápidamente en estudio porque todo hace al patrimonio del Colón. Contender y contenido van de la mano. Por eso les pedimos a los trabajadores que nos hagan la solicitud por escrito para estudiar el tema". O sea, varios de los objetos que actualmente están apilados en un galpón del gobierno con goteras (como se ve en las fotos) podrían ser declarados parte del Patrimonio Histórico Nacional.
Según los planos arquitectónicos elaborados por los técnicos, muchos talleres o desaparecerían, o serían reubicados en otros espacios del edificio, o todavía no tienen asignados un nuevo lugar. No es exactamente lo que dice la ley de autarquía del Colón. "La norma dice que los talleres deben funcionar en los lugares históricos. Eso lo tenemos que hacer valer", apunta la diputada de Coalición Cívica Teresa Anchorena, también miembro de la Comisión Nacional de Monumentos Históricos. En la norma aprobada el 7 de octubre, en su artículo tercero se lee: "Producir bienes y servicios en talleres existentes en la sede histórica, con el objeto de ser destinados a los espectáculos realizados por el Teatro".
Uno de los espacios todavía no reubicados es la biblioteca del Colón, que posee material valiosísimo. José Miguel Onaindia es el presidente de la Asociación Amigos de dicha biblioteca. "Voy a pedir ya mismo una reunión con Sanguinetti porque todo parece indicar que la biblioteca no tiene lugar asignado y porque nos ha llegado información de que se ha perdido parte de su patrimonio", sostuvo el ex director del Incaa luego de una reunión que el jueves pasado mantuvo con los integrantes de la asociación. ¿Teatro fábrica?
Como telón de fondo, lo que parece estar en juego en todo esto es el tipo de teatro que imagina el macrismo. "De un primer análisis del actual programa de necesidades -dice un informe redactado por los trabajadores- surge la convicción de que éste no sólo plantea una nueva y aún más agresiva intervención en el patrimonio edilicio del Colón, sino que fruto de la misma, se implementará un modelo de teatro que significará la destrucción del actual sistema de producción propia reduciéndolo a su mínima expresión y alterando para siempre la funcionalidad histórica de nuestro Primer Coliseo, transformándolo en una sala de alquiler para todo tipo de eventos." Por eso, solicitan a la Comisión Nacional Monumentos y a la Comisión de Presupuesto de la legislatura porteña el rechazo total a los cambios previstos y piden que se los incluya en el proceso de tomas de decisiones.
Cuando la semana pasada LA NACION entrevistó a Sanguinetti, inevitablemente salió el tema de las obras de infraestructura. Al hablar de las críticas que recibe su gestión, apuntó: "Mi vida ha estado vinculada al Colón de una manera extraordinaria. No he venido a destruirlo. Desde luego, hago lo que puedo...".