Publicado en PERFIL
Dar clases para Ricardo Bartís es su “concesión”, ya que no se reconoce como un “maestro” sino un actor transformado en director/dramaturgo. La semana próxima estrenará su última creación: El box. Reflexiona sobre el país, los políticos, el poder y hasta el fútbol, su otra gran pasión. Aunque no da nombres, afirma que un empresario comercial lo llamó pero no aceptó, porque confiesa que “el dinero no es todo en la vida”. Asombra cuando asegura que le encantaría dirigir una revista porteña, género que ama.
“Todos hicimos una rutina de boxeo –dice Bartís–, que nos mataba, porque no se debe pedir lo que uno no haría”. El elenco de El box es: Mirta Bogdasarian, Pablo Caramelo, Adrián Fondari, Andrés Irusta, Matías Scarvaci, Jazmín Antar y Mariana de la Mata. Anticipó que llevarán este espectáculo al teatro más importante de Berlín, en octubre.
—¿Por qué propuso una trilogía del deporte, iniciada con “La pesca”, ahora “El box” y finalizará con “El fútbol”?
—El deporte es una excusa que uno se impone como territorio. El fútbol ayuda a entender muchas más cosas que la política, como resonancias mitológicas y formas del juego. Aquí en El box el trabajo de la actriz (Bogdasarian) es de una gran riqueza, creo que redimensiona la actuación. La pesca fue una excusa, naturalmente hablamos de la Argentina, metafóricamente. El teatro, quiera o no, habla del país donde se hace y de la gente que lo imaginó.
—Extraña que sea una boxeadora...
—Fue un pensamiento, de entrada imaginé a una chica de Temperley, María Amelia, la “Piñata”, quizá inspirada en Videla, en Cecilia Pando o Lilita Carrió, más que en la Tigresa Acuña. Todos creen tener derecho de reclamar y ellos asumen el “mal”. Videla es como un héroe trágico, condenado a ocupar el lugar del mal; creyendo tener un mandato, se cree un ángel justiciero, aunque no sea reconocido nunca como el “salvador”. Imagino que debe tener un gran resentimiento hacia los sectores que lo impulsaron y ahora lo niegan. Pando reivindica la muerte y una hipótesis de la necesidad de un nuevo exterminio. Cada tanto hay muertos en la Argentina y se vuelve a fundar el país. Ahora parecen haberse aquietado las aguas, la gente está mejor. Aunque hay violencia intelectual que niega la realidad.
—¿Puede analizar la realidad desde su peronismo con objetividad?
—Veo a varios intelectuales que reducen la realidad. Lo de Macri es terrible, no es un embate político, no pudo soltarle la mano a Fino Palacios porque tenía negocios con él. No hago investigación periodística, sólo leo los diarios. Pero creo que tanto Macri como Videla piensan que no son culpables.
—¿Iban a estrenar en mayo, por el Bicentenario y en el CETC del Colón?
—Nos complicó y mucho la actitud del Colón. Había pensado unos cuadros sonoros con orquesta. Ensayamos cuatro meses, pero no pudimos seguir con la indefinición. Venía el Bicentenario y nos preguntamos qué había que festejar. Todo lo veíamos tirante y con un campo ficcional muy fuerte. Un actor nos envió un video donde aparece Moreno en una reunión de Papel Prensa con guantes de box. Uno se pregunta: ¿cómo puede haber casos de corrupción en el Gobierno sin muestras de repudio por parte de la Presidenta? ¿Cómo se puede llamar a una militancia popular, por parte del ex presidente, y haber aumentado su patrimonio cinco veces? El peronismo denuncia por izquierda lo que traiciona por derecha. Es el partido del poder y las próximas elecciones se dirimen en esa interna.
—Vivió la Ciudad durante el gobierno de Ibarra, Telerman y ahora con Macri. ¿Qué opina en lo que respecta a la cultura?
—Seguro que hay diferencias, pero mi experiencia es que son todos unos degenerados y lo digo con simpatía. Algunos reconocen las dificultades e injusticias y otros militan en la burocracia y se hacen fuertes. Nuestra experiencia es que siempre creen que nos hacen un favor, que no tenés derecho a quejarte por esperar cuatro horas en un hospital, aunque pagues todos tus impuestos. Todos cobran sueldos muy altos, bastaría comparar lo que ellos tienen y lo que nosotros tenemos, después de treinta años de trabajo. Más simple, imposible. Pero uno se olvida de algo tan sencillo: no podés tener tanta plata y ser buena persona, a alguien debiste haber perjudicado. El mundo es injusto y distribuye de esa manera. El problema es el hambre.
—¿El año pasado Rubén Szuchmacher lo convocó para el Festival Internacional?
—No viene a ver mis trabajos, aunque me saluda con cariño. Los espectáculos que presentó en su mayoría fueron de alumnos suyos. El decidió sacarse de encima a todos los nombres conocidos y no está mal, es una decisión. Creo que se necesita una discusión profunda, cultural, con un proyecto, si no, corrés el riesgo de ser el director del Festival Internacional de Teatro que le hace el aguante a Lombardi y a la gestión macrista. Y Lombardi es un payaso, que confunde la cultura con el turismo y no importa si ayudó con su gestión a los teatros independientes. Lo hace porque cree que ellos le dan a la Ciudad una especie de perfil, que ayuda a un combo de hacer negocios para emparentarnos con otros países.
—¿Y la renuncia de Kive Staiff?
—El San Martín no parece muy importante. Se hacen trabajos que a veces lo hacen atractivo, pero tiene una cantidad enorme de empleados y es casi un modelo burocrático de un país. No tenemos que tener miedo a la privatización, el tiempo de Neustadt ya pasó. A mí me llamó Staiff para que dirigiera una obra de Pinter de los años 60... Un espectáculo que no haría. Tal vez de esta manera me obliga a seguir con mis propuestas y me ayuda a mantener mi independencia. Nos ofrecen siempre mucho menos dinero del que le pagan a Lavelli. Le tengo simpatía personal a Kive, a quien veo como a un jugador de póquer. Es un taita, casi un virrey. Es un programador, un funcionario al que no le fue nada mal, trabajó en tiempos de la dictadura (ojo: no fue responsable de ningún genocidio). Creó un mundo aparte, con un elenco estable. Los actores hablan de él como si fuese el “Padrino”. La metáfora de esa fiesta con odaliscas fue el mejor espectáculo de la gestión Staiff, fue lo más gráfico de la alcahuetería del teatro oficial. Un modelo de lo que significa la cultura.
—Pero lo alquiló por culpa del magro presupuesto...
—Sí, pero como el Estado no se ocupa, hago negocios privados para resolver. Hay cosas que no se deben hacer; si no te dan presupuesto, renunciá. Si no, alquilalo como casino, me gusta más la idea de una ruleta, en la sala Casacuberta, o ¿por qué no prostituyen a los empleados, o se ponen a vender sangre o hacen huelga de hambre? Pero esto ocurre paralelamente a que Duhalde se presenta como la nueva política o Solá como un joven político...
—¿Y Macri?
—No puede ser presidente de los argentinos. Sería una ignominia, es parte de un retroceso idiota de esta Ciudad el haberlo votado a él y a Gabriela Michetti. Son personalidades vergonzosas, él no sabe hablar, no puede organizar un discurso inteligente, pero no le tiembla la mano para echar gente. Todas las acusaciones que hay sobre Macri están comprobadas y es probable que a la gente no le importe, porque llevaron a grandes alturas los niveles de degradación.
—¿Cómo prevé 2012?
—Lo veo bien, gana Cristina. Este es el mejor gobierno que recuerdo, desde mis 15 años. Desde gestos simbólicos como quitar el cuadro de Videla hasta los juicios, para mí es casi un milagro, es conmovedor. Tengo diferencias estilísticas, no me gusta el dedo didáctico, ni la pedantería supina, pero es un cuadro femenino como nunca antes había habido en la Argentina. Mientras que Néstor se parece a la vieja política. Ella es como Riquelme, le tengo bronca, pero es un jugador extraordinario. Odio a la saga del dinero, pero éste se necesita para el poder.
—¿No es perjudicial gobernar tantos años?
—Cuatro años no son tanto. Pero el poder lo tienen las empresas, aunque éste es el único gobierno que decidió no ser gerente de ellas. Para tener poder hay que tener dinero, es él el que decide los gestos. El problema pasa por ¿cómo se combate la corrupción siendo un corrupto?
Su otra pasión: el fútbol
—¿Qué balance hace del Mundial de Fútbol?
—La situación de Maradona me produjo simpatía, quiso recuperar cierta gesta, un espíritu de lo que sería esquemáticamente la camiseta. Pero después sentí que se quedó en eso; creo que el discurso voluntarista se agota cuando no aparece un proyecto que lo transforme. Ese propio límite lo condenó. Me llamó la atención, porque se suponía que tenía un esquema, después lo dejó a Verón en el banco y quiso transforma a Messi en su álter ego, quien no pudo ser Maradona del ’86, ni jugar como él juega, que es extraordinario.
—¿Se ilusionó?
—Por supuesto, aunque el juego no produjo una ilusión real. Tuvimos suerte en las eliminatorias que Uruguay no se despertara. Argentina nunca jugó bien, ganamos que es distinto. Está en la sombra el Narigón, Bilardo, un Mefisto, sumando a Grondona que es un mafioso, quien provee las fuerzas armadas. La AFA es un reservorio de lo peor, hasta el poder económico y político importante que detenta.
—¿Por qué los recibimos tan bien?
—Nos identificamos con Maradona. Se le reconoció el esfuerzo. Había gente que lo quería atacar, por eso creo que ese recibimiento fue montado o armado. Diego logró algo muy importante en la Selección, no hubo violencia, ni cancherismo, ni groserías, ni patadas. Estuvo sobrio, tranquilo. El está condenado a ser siempre Maradona, pero es tan parecido al país... Estuvimos al borde de lo peor en 2001 y ahora nos toman como referencia de crecimiento. A él le pasó lo mismo: estuvo en el horno y salió.