2/10/12

Eric Hobsbawm (1917-2012)

Por Sergio Wishñevsky
Publicado en PÁGINA 12

Ayer falleció el historiador Eric Hobsbawm. Autor de una producción historiográfica impresionante, se convirtió en referente de varias generaciones de historiadores de todo el mundo. En rigor, no debe haber una universidad vinculada con las ciencias sociales que no lo tenga como lectura obligatoria en muchas de sus cátedras. De hecho, su influencia llega a los programas de los colegios secundarios. De ahora en más se multiplicarán los homenajes, los dossiers, los seminarios, las interpretaciones y los debates dedicados a recorrer y analizar su obra.
En 2003 escribió su autobiografía Años interesantes. Una vida del S. XX, título que hace alusión a una maldición china, pero a él le encantó vivir tiempos interesantes. Con la maestría que lo caracterizó nos enteramos de su accidentada infancia. Nació en 1917 en Alejandría, creció en Viena y Berlín. En ese relato nos sumerge en las peripecias de la Primera Guerra Mundial, la desaparición del Imperio Austrohúngaro y con él “todo un universo cultural”. Relata que fue testigo presencial del ascenso de Hitler al poder, en 1933, y que ese mismo año se trasladó con sus tíos a Londres. Sus padres murieron siendo él pequeño. Se alistó en la Segunda Guerra y finalmente en 1947 consiguió un puesto de profesor en la Universidad de Londres. De ahí en más su carrera académica ascendente lo lleva al mismísimo cielo. Desde 1936 militó en el Partido Comunista y no se apartó de sus convicciones, ni las ocultó jamás. Defendió a la URSS incluso en 1956, cuando la invasión a Hungría alejó del PC a buena parte de la intelectualidad europea.
Hobsbawm fue un destacadísimo miembro y fundador del grupo de los historiadores marxistas ingleses junto a hombres como Edward Thompson, Christopher Hill y Perry Anderson. Desde las entrañas mismas de universidades como Cambridge tomaron temas tradicionales de la historiografía británica y les dieron una nueva impronta. La Revolución Industrial y la Revolución Francesa fueron revisitadas. Surgió lo que se llamó “la historia desde abajo”, la mirada se volcó a la vida de los sectores populares –antes invisibles–, la situación de los obreros, los campesinos desplazados, los marginales. Los conflictos de clase como clave explicativa. Libros como Rebeldes primitivos, de 1959, o Bandidos sociales, de 1965, aportan una nueva mirada sobre las formas de rebeldía popular y sobre cómo el Estado reconfigura las relaciones sociales y convierte en delito lo que antes eran tradicionales practicas locales. Historiadores de todo el mundo tomaron como modelo estas hipótesis, que en nuestras tierras brindaron la oportunidad de una muy fructífera relectura del Martín Fierro, Juan Moreira o los llamados bandidos rurales.
En el plano del estudio de las ideologías, en 1983 publica La invención de la tradición, título sugerente si los hay, que de alguna forma continúa en el muy recomendable, para nuestros debates actuales, Naciones y nacionalismo. El enorme mérito de estas obras radica en haber despojado al tema de la Nación del pedestal mitológico esencialista. Será muy difícil después de estos libros seguir viendo a las naciones como otra cosa que una construcción social. Sin embargo, eso no implicó un relativismo político ni un viaje a las afirmaciones indeterminadas. Por el contrario, el concepto permitió pensar la nación desde una óptica radicalmente democrática.
Sin embargo, la explosión de su fama y reconocimiento por fuera del intramuros académico fue sin dudas su tetralogía, escrita entre 1971 y 1994, La era de la Revolución, La era del capitalismo, La era del Imperio y La historia del S. XX (cuya traducción del inglés debió ser La era de los extremos). Logró el prodigio muy poco común de merecer un amplio reconocimiento del gran público y del mundo académico en simultáneo. En ellos podemos ver los grandes procesos sociales relatados y analizados desde distintas escalas. Las revoluciones burguesas y sus contradicciones. La política, la economía, la transformación de las ideas. Plagados de hipótesis sugerentes como la descripción del hogar burgués o el universo prometedor que el capitalismo abre al convencer a las multitudes de que el bienestar y la riqueza están al alcance de todos, en una “carrera abierta al talento”.
Al margen de su obra histórica, Hobsbawm escribió bajo el seudónimo de Frankie Newton, tomado del nombre del trompetista comunista de Billie Holiday, como crítico de jazz. Lo cual, al decir de Fito Páez, demuestra que era un historiador con swing.
En 1990 publica Los ecos de La Marsellesa y allí refiere una frase notable y seguramente incómoda para los historiadores que se ocultan, con cobardía, detrás de un pretendido discurso objetivo: “Luchamos en las batallas de hoy con trajes de época”. Su último libro, publicado en 2011, lleva como título Cómo cambiar el mundo, y en su última frase dice “Una vez más, ha llegado la hora de tomarse en serio a Marx”. Un maestro Hobsbawm, mostrando que se puede ser un historiador brillante y sincerar sus compromisos. Mostrando que se puede ser militante y trascender largamente el panfleto.


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