Por Peter Brook
Como es frecuente en Beckett, esta es una historia de oportunidades perdidas.
Casi siempre, Beckett da a entender que sus personajes son responsables de la situación en que se encuentran; pero ello no se debe a que hayan deseado actuar mal.
Es la tragedia de lo inevitable, no del error funesto.
Lo inevitable de un mecanismo que desajusta la libre voluntad; sin embargo, el destino es inmanente.
Todos vivimos esclavos de las leyes que no podemos cambiar; pero no somos esclavos y estas leyes existen sólo porque nosotros lo permitimos.
El hombre de Beckett jamás hace valer su derecho a la libertad, ya que no puede hacerlo y ni siquiera quiere oír hablar de ello.
Su mecanismo se ha desintegrado porque él lo ha permitido, ha desperdiciado las oportunidades que le eran ofrecidas.
Ha hecho del paraíso una hoguera. Pero no lo ha visto arder delante suyo, pues soñar con otras cosas le bastaba.
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