Por Diego Batlle
Publicado en LA NACION
Los cineastas hablan en esta entrevista de su film número doce, una suerte de tratado moral acerca del capitalismo salvaje con estética de western y tono de policial adaptado de la novela de Cormac McCarthy, y protagonizado por Josh Brolin, Javier Bardem y Tommy Lee Jones, por el que se llevaron cuatro premios Oscar.
Mucho antes de que Sin lugar para los débiles se convirtiera en la película del año y ganara los principales premios Oscar de la Academia de Hollywood, esta incursión de los hermanos Joel y Ethan Coen en el desgarrador, fascinante y desesperanzado universo literario del gran escritor Cormac McCarthy tuvo su première mundial en el Festival de Cannes, ámbito en el que el dúo ha estrenado la mayoría de sus films, desde Barton Fink hasta Fargo , pasando por El hombre que nunca estuvo y ¿Dónde estás hermano? Ambientada en 1980, en la zonas más áridas y primitivas de Texas, la película narra un caso policial (la sangrienta lucha por un botín tras una fallida transacción del narcotráfico) con estética de western y con dimensión de tratado moral sobre la violencia y el capitalismo salvaje. Una mixtura, que se nutre de la profundidad psicológica de McCarthy, el talento narrativo de los Coen y la imponente presencia del trío protagónico: Tommy Lee Jones, Javier Bardem y Josh Brolin. Bien recibido en mayo último por los críticos de todo el mundo reunidos en la Costa Azul, Sin lugar para los débiles -que pasado mañana arribará finalmente a la cartelera argentina- estaba por entonces todavía muy lejos de convertirse en el largometraje más exitoso de una carrera que se inició hace ya un cuarto de siglo con el film noir Simplemente sangre . Con su habitual distancia e ironía, los Coen aceptaron hablar de su opus número doce con la prensa internacional.
¿Cómo se interesaron por la novela de McCarthy?
Ethan Coen: Si bien tanto Joel como yo siempre fuimos lectores asiduos de la obra de Cormac, un autor que nos encanta, el proyecto nos lo trajo el productor Scott Rudin, que ya había comprado los derechos de No es país para viejos y pensó que podía interesarnos escribir la transposición. Estaba en lo cierto. Nos gustaba mucho su potencia, su inteligencia, su humor y su mirada política.
¿Fue complicada la escritura del guión?
Joel Coen : No, porque siempre tuvimos en claro qué buscábamos. Por un lado, queríamos preservar lo más posible los extraordinarios diálogos originales del libro y, por el otro, teníamos que poder condensar las subtramas y ver cómo transformábamos en narración cinematográfica algunos aspectos demasiado literarios. Era cuestión de quitar, agregar y modificar, según nuestro interés.
Ethan Coen: Si lo tuviera que definir en pocas palabras, fue un proceso de editar antes que de inventar.
¿Cómo fue la experiencia en esta producción?
Joel Coen: Extraña. Filmamos parte en Texas, pero mucho en Nueva México por cuestiones de incentivos económicos, que nos beneficiaban. También rodamos cerca de Las Vegas, y los interiores los hicimos en Nueva York. Es la primera vez que trabajamos tanto cerca de nuestras casas. Era muy raro eso de volver cada noche del set y reencontrarnos con las familias.
La violencia en el film es seca, brutal, asfixiante y está ligada al contexto social y, especialmente, a la geografía ¿Cómo la pensaron y la trabajaron en relación con las locaciones?
Joel Coen: Para nosotros, era fundamental filmar en la zona donde transcurre el libro de Cormac, porque hay una desolación y hasta una fealdad que te hace sentir desprotegido y esa sensación de inseguridad es la que sostiene el suspenso durante toda la historia.
Ethan Coen: Queríamos que la violencia irrumpiera en el momento menos pensado, desde el lugar menos esperado, que estuviera latente en las palabras, en los gestos y hasta en los silencios... Creo que tiene algunos puntos de contacto con la apuesta de Fargo : esa mezcla entre la crueldad y lo benigno.
¿Cómo ven en retrospectiva su filmografía?
Ethan Coen: Yo no puedo hacer ese análisis porque ni siquiera vuelvo a ver nuestras películas y no me gusta compararlas. Creo que hemos mantenido cierta coherencia y planteado algunos temas que para nosotros son centrales en la sociedad norteamericana. Lo otro que hemos sostenido es la libertad creativa por encima de las condiciones de producción. Somos de los pocos directores que podemos vanagloriarnos de tener el corte final. Les mostramos las películas que están en proceso a nuestros amigos directores para que nos ayuden a tomar decisiones de último momento en la sala de edición, pero jamás nos sometemos a lo que nos diga un productor o un ejecutivo de un estudio.