Por Pablo Lettieri
1.
El sueño terminó. Perdimos. Y perdimos por goleada, fuimos ampliamente superados (¿humillados?) en todas líneas por un equipo que dominó durante todo el partido, salvo los primeros veinte minutos del segundo tiempo.
2.
Tal vez haya llegado por fin la hora de asumir que, en la actualidad, el lugar que ocupa la Argentina en el concierto del fútbol mundial sea simplemente el que arrojó nuestra actuación en Sudáfrica: entre los ocho o diez mejores, con posibilidades de llegar a cuartos pero no mucho más de allí.
3.
El de Alemania es un equipo soberbio. En su debut aplastó a Australia 4 a 0 (pero claro, era Australia), luego perdió inexplicablemente con Serbia 1 a 0 (y no mereció perder), venció 1 a 0 a Ghana (pero ambos se sabían clasificados en el entretiempo) y goleó a Inglaterra 4 a 1 (más allá del increíble gol anulado que tal vez hubiera cambiado la historia, o tal vez no). A la potencia que la caracteriza, Alemania suma ahora lo que percibió todo el mundo: tiene una delantera (conformada en su mayoría por jugadores extranjeros) que tocan como sudamericanos. No perdimos con cualquiera, perdimos con una verdadera potencia. Eso no quiere decir, claro, que la tibia España les gane y los condene a pelear el tercer puesto.
4.
Argentina cuenta con un puñado de jugadores que integran los más importantes equipos del mundo porque se cuentan entre los mejores del mundo: Messi, Tévez, Milito (¡que no jugó!), Higuaín, Mascherano... No sigo mucho los partidos de la Bundesliga, pero me dicen que Klose, nuestro verdugo, ni siquiera es titular en su equipo (Bayern Munich) y en el último campeonato apenas marcó un gol. Sólo para volver a confirmar la obviedad que los grandes nombres no conciben, por sí solos, grandes equipos. Por eso parece poco importante buscar un chivo expiatorio entre nuestros jugadores.
5.
Hasta el sábado, no se escucharon demasiadas críticas hacia Maradona y su forma de armar el equipo. Luego de las penurias para clasificarnos, durante la primera ronda el entusiasmo embargó a casi todo el mundo (incluyendo a aquellos periodistas que la tienen más adentro que nunca), y sólo se destacó la inexperiencia de Diego como técnico, algo que nunca fue una novedad. Así que ahora sería bueno que nos abstuviéramos de caerle a Diego. Como así también dejar de prestar atención a los mala leche de siempre, para reflexionar seriamente acerca del futuro de nuestra selección, que el año próximo juega la Copa América como local.
6.
No sé si quedó claro: la actitud de la mayoría del periodismo deportivo es la de siempre: miserable y mediocre (como ellos). Tal vez sea una exageración, pero su existencia es más perjudicial para el fútbol argentino que las barras bravas, la mafia de la AFA y las demás lacras que ensucian el mundo futbolero.
7.
¿Reemplazar a Maradona? ¿Por quién? El único que podría ocupar ese lugar es Bianchi quien, a estas alturas, ya renunció a esa candidatura tantas veces como el Lole a la de presidente. Dicen que Bianchi sólo asumirá el día que Grondona ya no sea titular de la AFA, fecha tan incierta como aquella que festeja el día del guardavallas.
8.
Durante los partidos del Mundial --y ya antes, durante las eliminatorias—descubrí que, más que nada, deseaba que a la Argentina le fuera bien por Maradona. Ya se ha dicho antes y mejor: Diego representa el gran relato argentino.
9.
Tal vez se trate sólo de una sensación personal y, aunque también es prematuro como para afirmarlo con seguridad, me parece que esta vez los argentinos asimilamos la derrota de una manera diferente a las anteriores. Con tristeza, pero sin el exitismo ni el desmesurado tremendismo del pasado. Que muchos hayan ido a recibir a los jugadores luego de una derrota tan dura como la del sábado pasado, es sin dudas una buena señal.
10.
Una última, también personal: ¿cómo puede ser que el fútbol siga provocando tanta emoción, alegría, angustia, ansiedad y tristeza, entre otros sentimientos, a un tipo de cuarenta y tantos con preocupaciones verdaderamente elementales? En relación con esto, siempre recuerdo lo que dice el escritor Juan Sasturain: “El fútbol no es algo importante. Pero no es importante que no sea importante”.