Por Pablo Lettieri
de la muestra CARLOS GARDEL 70 AÑOS NO ES NADA
Fue el Zorzal Criollo, el Morocho del Abasto, el Mudo o, simplemente, “Carlitos”. Es hoy, también, la Sonrisa Eterna, la Voz que Venció al Olvido, el que Cada Día Canta Mejor.
Su inconfundible estampa y su sonrisa multiplicada en fotos y monumentos, forman parte desde siempre y para siempre del paisaje ciudadano.
Pero si la figura de Carlos Gardel ha sobrevivido una ya largas siete décadas y perdura entrado el siglo XXI no es precisamente por el Gardel mitológico, el Gardel estampa.
Sino más bien por su excepcional calidad como intérprete y autor de tangos ya inmortales como Volver, Mi Buenos Aires querido, El día que me quieras, Cuesta abajo, Por una cabeza y Volvió una noche, entre tantos otros de un repertorio con una incuestionable vigencia.
Porque con la sola sensibilidad de su voz, Gardel aventajaba el vuelo lírico de todos sus letristas. Y sin conocer de escritura musical, con el silbido y la intuición le alcanzó para componer más de un centenar de tangos que están para siempre entre lo mejor de la historia de la música.
Claro que Gardel no fue solo un buen cantor. Fue un artista integral de la cultura popular en un tiempo de transformación de la industria del espectáculo, en la que aparecían por primera vez los discos, la radio, el cine.
También fue un portavoz del porteño de los años 20 y 30, y un símbolo de un país que aún se permitía soñar un futuro de grandeza. Como tantos otros mitos argentinos, Gardel fue el sueño colectivo de millones de argentinos, una figura que ha despertado una adoración casi religiosa.
Setenta años después de su muerte trágica, la figura de Carlos Gardel sigue dominando el mapa cultural de los porteños. Desde entonces, alrededor de su voz, de su estampa y de su carisma los argentinos han construido una iconografía que represente a la siempre esquiva Buenos Aires.
Pero más allá del homenaje obligado por un nuevo aniversario, resulta imprescindible volver sobre un artista que ha representado a la ciudad, al tango y a toda una época de la Argentina.
Hoy Gardel invita a seguir explorando el misterio y tratar de descubrir al hombre detrás de la voz y la sonrisa eterna, aunque nadie nunca termine de explicarlo.
Ese hombre de cuna humilde que se hizo a sí mismo y que se convirtió en una estrella internacional a fuerza de voluntad y trabajo.
También invita a seguir cautivándose con la magia de su voz y su fuerza interpretativa, que ya son parte de lo mejor de la historia de la música argentina.