Por Hilda Cabrera
Publicado por PAGINA 12
El deseo de que la convocatoria y presentación del libro fuera algo más que un homenaje halló cauce en las palabras que la actriz Alicia Berdaxagar -sentada en la primera fila de la platea de la Cunill Cabanellas del TSM– le “sopló” al primer orador, en el lanzamiento de Gerardo Fernández (Escritos sobre teatro), editado por el CTBA. La ayuda fue para Kive Staiff, director del complejo, quien conmovido agradeció el acierto. “Recuerdo amoroso”, había dicho la actriz. El segundo orador fue el escritor y crítico teatral Ernesto Schoo, emocionado pero dispuesto a bucear entre bromas en la personalidad de Fernández. El volumen reúne algunos de los artículos ensayísticos del crítico teatral uruguayo fallecido el 17 de julio de 2000, elaborados para la revista Teatro de la institución. Staiff se refirió a Fernández como a un “compañero de aventuras culturales y militancia política”, calificándolo de intelectual brillante y lúcido. En el encuentro se hallaban el actor Marcos Flack, integrante del Teatro El Galpón de Montevideo, y numerosos artistas, técnicos y críticos. “No recuerdo si fue China Zorrilla o el director argentino-uruguayo Omar Grasso quienes –en la década de 1970– me hablaron de Gerardo, en el sentido de que estaba dispuesto a emigrar a la Argentina cuando la prohibición del gobierno militar de su país al semanario Marcha”, señaló Staiff. Se sabe que la actriz y directora uruguaya (presente en la Sala) había conocido a Fernández cuando éste era un adolescente atraído por el medio artístico. Los antecedentes estaban en su familia: su madre era concertista de piano y su padre un apasionado del teatro.
Repasando la trayectoria del crítico, Staiff memoró el desempeño en el diario La Opinión, que dirigía Jacobo Timerman, donde compartieron tarea, y luego en el San Martín, en 1976 y en años posteriores, con los intervalos propios del cambio de dirigencia: “En 1980 tuvimos la ocurrencia de crear una revista. Compinches del periodismo teatral, decíamos que mi presencia en el teatro era un modo de disimular nuestra intención de hacer una revista. Algo de eso era verdad”.
Más tarde, hacia 1989, se produjo el viaje a España, donde dirigió la revista El Público, regresando en 1992: “No me voy a olvidar de nuestro encuentro en su casa de Madrid y de su necesidad de volver al Río de la Plata, a ese misterio que somos nosotros...”, puntualizó Staiff, saludando con su recuerdo la presencia de la esposa de Fernández, la actriz Irene Grassi, y la del hijo Rodrigo. En distintos períodos, cumplió la función de crítico en los diarios La Razón y Clarín, y más tarde ocupó el cargo de director de las revistas del Colón y el San Martín. Staiff destacó una y otra vez la solidez intelectual de Fernández, “celebrado” con la aparición de este compendio, iniciativa de Guillermo Saavedra, editor y autor del prólogo y actual director de la revista. Rescató además a otros ilustres uruguayos, como los escritores, ensayistas y periodistas Angel Rama, Homero Alsina Thevenet, María Esther Giglio y otros compañeros “de la actividad cultural y el diario La Opinión”, concluyendo que “Gerardo está vivo, como se puede estar vivo en la impresión de un libro” y que “era una gloria leer sus críticas”.
A su turno, Schoo hizo su aporte: “Creo que nos pasa a casi todos. Cuando alguien nos pregunta de sopetón cuándo conociste a Fulano, cómo conociste a Fulano, uno tiene la impresión de que ha convivido con ese alguien desde siempre; que ahí estaba y ahí sigue estando. Me ocurre eso con Gerardo”. También él mencionó la experiencia en La Opinión, diario al que ingresó en 1975, y expresó su dolor por la ausencia definitiva del amigo: “Si me pidieran evocar una imagen de Gerardo lo vería envuelto en humo, con esa manera desesperada que tienen los grandes fumadores... ahí aparecían esos ojos que yo me atrevería a calificar de árabes, andaluces...”. Recordó que era un peligroso polemista: “He asistido a peleas memorables por un detalle, un concepto o una puesta”. Y tuvo necesidad de confesar que al comienzo de la relación de trabajo advirtió “cierto recelo en materia política; soy un liberal –y sigo sosteniendo el liberalismo de Adam Smith– y Gerardo era socialista”.
Pero aquella desconfianza no duró demasiado: una nota sobre Federico García Lorca, firmada por Schoo en la revista, mejoró la relación. Su particular mirada sobre la situación feudal en que se hallaban los campesinos españoles en el siglo XIX acabó con el recelo de Fernández. “A partir de ahí se acentuó la amistad”, sostuvo Schoo, quien dice guardar en su casa fotos en las que se ve a Fernández junto a Edmundo Guibourg, Jaime Kogan, Emilio Stevanovich ... “Era de una erudición incomparable en materia de teatro. Uno se sentía aprendiz.” “Este libro va a ser algo así como un médium para seguir comunicándonos con Gerardo”, resumió. Elude, como la revista, la maldición que pesa sobre el periodismo... “Todos los periodistas sabemos que lo nuestro es fugaz... Sin embargo, ponemos todo en el trabajo, y Gerardo puso mucho: corazón, memoria, y algo que llamo inteligencia enamorada; inteligencia envuelta en labor y calidad, entrega, generosidad para con los demás.”
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El deseo de que la convocatoria y presentación del libro fuera algo más que un homenaje halló cauce en las palabras que la actriz Alicia Berdaxagar -sentada en la primera fila de la platea de la Cunill Cabanellas del TSM– le “sopló” al primer orador, en el lanzamiento de Gerardo Fernández (Escritos sobre teatro), editado por el CTBA. La ayuda fue para Kive Staiff, director del complejo, quien conmovido agradeció el acierto. “Recuerdo amoroso”, había dicho la actriz. El segundo orador fue el escritor y crítico teatral Ernesto Schoo, emocionado pero dispuesto a bucear entre bromas en la personalidad de Fernández. El volumen reúne algunos de los artículos ensayísticos del crítico teatral uruguayo fallecido el 17 de julio de 2000, elaborados para la revista Teatro de la institución. Staiff se refirió a Fernández como a un “compañero de aventuras culturales y militancia política”, calificándolo de intelectual brillante y lúcido. En el encuentro se hallaban el actor Marcos Flack, integrante del Teatro El Galpón de Montevideo, y numerosos artistas, técnicos y críticos. “No recuerdo si fue China Zorrilla o el director argentino-uruguayo Omar Grasso quienes –en la década de 1970– me hablaron de Gerardo, en el sentido de que estaba dispuesto a emigrar a la Argentina cuando la prohibición del gobierno militar de su país al semanario Marcha”, señaló Staiff. Se sabe que la actriz y directora uruguaya (presente en la Sala) había conocido a Fernández cuando éste era un adolescente atraído por el medio artístico. Los antecedentes estaban en su familia: su madre era concertista de piano y su padre un apasionado del teatro.
Repasando la trayectoria del crítico, Staiff memoró el desempeño en el diario La Opinión, que dirigía Jacobo Timerman, donde compartieron tarea, y luego en el San Martín, en 1976 y en años posteriores, con los intervalos propios del cambio de dirigencia: “En 1980 tuvimos la ocurrencia de crear una revista. Compinches del periodismo teatral, decíamos que mi presencia en el teatro era un modo de disimular nuestra intención de hacer una revista. Algo de eso era verdad”.
Más tarde, hacia 1989, se produjo el viaje a España, donde dirigió la revista El Público, regresando en 1992: “No me voy a olvidar de nuestro encuentro en su casa de Madrid y de su necesidad de volver al Río de la Plata, a ese misterio que somos nosotros...”, puntualizó Staiff, saludando con su recuerdo la presencia de la esposa de Fernández, la actriz Irene Grassi, y la del hijo Rodrigo. En distintos períodos, cumplió la función de crítico en los diarios La Razón y Clarín, y más tarde ocupó el cargo de director de las revistas del Colón y el San Martín. Staiff destacó una y otra vez la solidez intelectual de Fernández, “celebrado” con la aparición de este compendio, iniciativa de Guillermo Saavedra, editor y autor del prólogo y actual director de la revista. Rescató además a otros ilustres uruguayos, como los escritores, ensayistas y periodistas Angel Rama, Homero Alsina Thevenet, María Esther Giglio y otros compañeros “de la actividad cultural y el diario La Opinión”, concluyendo que “Gerardo está vivo, como se puede estar vivo en la impresión de un libro” y que “era una gloria leer sus críticas”.
A su turno, Schoo hizo su aporte: “Creo que nos pasa a casi todos. Cuando alguien nos pregunta de sopetón cuándo conociste a Fulano, cómo conociste a Fulano, uno tiene la impresión de que ha convivido con ese alguien desde siempre; que ahí estaba y ahí sigue estando. Me ocurre eso con Gerardo”. También él mencionó la experiencia en La Opinión, diario al que ingresó en 1975, y expresó su dolor por la ausencia definitiva del amigo: “Si me pidieran evocar una imagen de Gerardo lo vería envuelto en humo, con esa manera desesperada que tienen los grandes fumadores... ahí aparecían esos ojos que yo me atrevería a calificar de árabes, andaluces...”. Recordó que era un peligroso polemista: “He asistido a peleas memorables por un detalle, un concepto o una puesta”. Y tuvo necesidad de confesar que al comienzo de la relación de trabajo advirtió “cierto recelo en materia política; soy un liberal –y sigo sosteniendo el liberalismo de Adam Smith– y Gerardo era socialista”.
Pero aquella desconfianza no duró demasiado: una nota sobre Federico García Lorca, firmada por Schoo en la revista, mejoró la relación. Su particular mirada sobre la situación feudal en que se hallaban los campesinos españoles en el siglo XIX acabó con el recelo de Fernández. “A partir de ahí se acentuó la amistad”, sostuvo Schoo, quien dice guardar en su casa fotos en las que se ve a Fernández junto a Edmundo Guibourg, Jaime Kogan, Emilio Stevanovich ... “Era de una erudición incomparable en materia de teatro. Uno se sentía aprendiz.” “Este libro va a ser algo así como un médium para seguir comunicándonos con Gerardo”, resumió. Elude, como la revista, la maldición que pesa sobre el periodismo... “Todos los periodistas sabemos que lo nuestro es fugaz... Sin embargo, ponemos todo en el trabajo, y Gerardo puso mucho: corazón, memoria, y algo que llamo inteligencia enamorada; inteligencia envuelta en labor y calidad, entrega, generosidad para con los demás.”