Fue una señal. En eso coinciden todos los medios y casi todos los analistas. Fue una señal a la clase política, apuntan los editorialistas. Se refieren a las tres millones de personas que participaron activamente de los festejos del Bicentenario. Fue una señal del pueblo argentino, agregan reflexivos. Y mencionan la alegría popular, la ocupación de las calles, el orden y la tranquilidad con que se desarrollaron los actos. Fue un mensaje. Lo dicen los mismos que hasta hace una semana presagiaban el desastre y describían el malestar de la población. Y apuntan a coro: ¿Sabrán leerlo los dirigentes?
No hay duda de que la mayoría de la población entendió con claridad que la celebración del Bicentenario le pertenecía por derecho y por historia. No hay duda que el grueso del pueblo argentino está menos dividido que sus dirigentes. Es evidente que muchos de los que fueron convocados por la Patria y los artistas populares durante estos cuatro días, se podrían poner de acuerdo en los temas trascendentes. Seguramente vecinos de distintas banderías políticas, encontrarían la manera de avanzar hacia un país más justo.
Fue una señal. Pero ¿sólo para los políticos?
¿Y los medios de comunicación que privilegian sus negocios a la información? ¿Y los periodistas que sacrifican credibilidad en función de subordinarse a intereses empresarios? Para ellos también hubo una señal.