Por Florencia Donovan
Publicado en LA NACION
Martín Redrado llega una hora tarde a la entrevista. La campaña, se excusa, lo tiene de un lado a otro. El candidato a diputado por la Ciudad de Unión Popular dice, después de todo, que el partido se juega hasta el minuto 45, y que aspira a llegar al Congreso para "marcarle la cancha a este gobierno que tiene muchas características de autoritarismo".
Estuvo con Menem, Duhalde, Kirchner, y ahora de nuevo con Duhalde. ¿Cuál es su pensamiento económico?
La respuesta la dio Néstor Kirchner una vez que Horacio Verbitsky le hizo esta pregunta. Quizás es feo que lo diga uno, pero 'es porque Martín sabe'. Después de la crisis de 2008, todos somos keynesianos: creemos que el Estado debe intervenir, pero de manera eficiente. Divido el mundo entre los economistas keynesianos consistentes y los inconsistentes. Los primeros somos aquellos que sabemos gestionar y financiar un crecimiento con sustentabilidad; los inconsistentes son los que prometen hacer de todo sin pensar en cómo se financia. Lo que marcó mi pensamiento económico fue el libro El Humanismo Integral de Jacques Maritain, también la doctrina social de la Iglesia, el principio de subsidiaridad del Estado, es decir, el Estado debe estar donde los privados no pueden pero debe ser la actividad privada la que lleve adelante la economía. ¿Por qué trabajé con distintos gobiernos? Porque creo que la Argentina puede más, y a uno le dan un espacio de trabajo. Con Menem, me hago responsable de lo que hice en la Comisión de Valores; con Duhalde, en la Secretaría de Comercio Internacional, y con Kirchner, en el Central. Siempre tuve un enfoque práctico, de gestión.
Hoy se critica al Banco Central por no bajar la inflación, pero en su gestión también había una inflación de dos dígitos?
Lo dijimos como lo dice un presidente del Central, por sus escritos. Siempre dije que los problemas de inflación no son sólo del Central. En un mercado en donde el crédito es sólo el 11%, la política monetaria se sienta en el asiento del copiloto; la política fiscal, de ingresos y salarial, todas deben converger. [Ben] Bernanke dijo que la gente pide muchas veces cosas que están fuera da la provincia del banco central. Entonces digo, con respecto a la inflación, no me miren a mi.
Pero en sus programas monetarios fueron expansivos.
Ninguno fue más alto del crecimiento del producto bruto nominal; nuestra visión fue mirar la demanda de dinero que tenía el público. Sí fue una política monetaria que no ahogó el crecimiento. Yo definí nuestro periodo como de transición, que lamentablemente terminó siendo ahora como una rueda de auxilio del financiamiento público. Quizás se me ponga el rótulo es de gradualista. Pero una de las cosas que hicimos fue no mostrarnos como una isla, sino ver el momento histórico que vivía la Argentina.
También fue en su gestión que se inició el financiamiento al Tesoro con ganancias del banco.
La política monetaria debe ser anticíclica. Uno debe mirar el periodo entero: los primeros tres años nuestros son de fuerte capitalización y baja distribución de utilidades. Y luego cambiamos en 2008 y 2009, en medio de la crisis. En la función pública uno debe tener un buen respaldo técnico, pero después está el juicio del hacedor de las políticas. La diferencia con lo que se hace ahora es que no distribuí sobre la valuación de los títulos del banco; siempre los contabilizamos a valor de mercado. Lo que hicimos fue distribuir por diferencia de tipo de cambio, porque a mi juicio el valor nominal del dólar no volvía hacia atrás. Lo que no disputo es que hicimos política anticíclica: guardamos en las épocas de vacas gordas, lo que hizo que después se salvara el país en 2009.
Hoy de nuevo está el fantasma de una crisis. ¿Puede suceder?
En 2009 tuvimos una tasa de inflación verdadera del 13,5% y una tasa de devaluación de 10%. Diría que en nuestra gestión no hubo en Banco Central anti inflación, pero tampoco pro inflación. Desde 2010 hay un Central, junto con el resto de la política económica, que es pro inflación. Nosotros fuimos un dique de contención. Este dique se rompió en 2010 y entonces hay una tasa de movimiento cambiario de 4,57% y costos que empiezan a 20 y 25%. Empieza a haber un problema de tipo de cambio que está generando esta corriente de dolarización. Esto se puede corregir, pero cuanto más tiempo transcurra... Hay que corregir antes de que tengamos un segundo gobierno de Menem.
¿Cree que es inevitable una devaluación?
Cuando uno mira la oferta de dólares del año que viene y la demanda dice: al país le faltan dólares. Se pueden generar dólares con un contexto proinversión, con diálogo con el mundo, y con una política de crédito que elimine el factor discrecional que tiene hoy la política económica. Leí algunas de las defensas oficiales en materia de inversión, que marcan un crecimiento de 23% en 2010, pero no dicen que un 15% es construcción, que no es inversión productiva sino un refugio de valor, porque la gente no sabe qué hacer con la plata. La Argentina tiene un bajo nivel de inversión para el ritmo de crecimiento que pretende.
Economistas dicen que mientras la soja siga así, aún si el Gobierno no modifica nada, la economía no explota.
Las cosas no van a explotar, pero pueden tener un cimbronazo. Una soja de entre US$ 400 y 450 no alcanza para cubrir las necesidades de dólares, tanto por un déficit comercial, como por la demanda de dólares, que depende de la incertidumbre pos electoral.
Pero no ve una crisis.
No porque algo que se ha hecho bien en estos años es que tenemos un nivel de deuda mucho menor, y hemos evitado el descalce de monedas. El sistema bancario tiene activos en pesos y pasivos en pesos, por lo que un movimiento cambiario sin duda genera una redistribución de ingresos pero no un crac en sí mismo.
Muchos dicen que en las primarias se votó con el bolsillo. ¿Es que percibe que la oposición no tiene un plan para contener las distorsiones de las que habla?
En algunas cosas no hubo espacio para las propuestas o para el debate. Frente al 23 de octubre, vamos a buscar ponerle límites al poder absoluto; este es un régimen con características de autoritarismo. Bajo el velo un régimen parlamentario, lo que primero que se va a plantear el 11 de diciembre, es la idea de eternizar el régimen. El partido no está terminado, hay que transpirar la camiseta hasta que suene el silbato en el minuto 45. Y espero tener un gobierno que tenga, lo que no demostró hasta ahora, y es capacidad de discusión. Porque nadie tiene la verdad absoluta.
En estos días se plantea un contexto internacional complicado, ¿qué puede pasar?
Los tres principales motores de la economía mundial se apagan. El principal desafío que tenemos es la administración de los flujos de capitales, tanto los que ingresan como los que salen en tiempos de pánico, como tenemos algunos días. Tenemos el riesgo de un mundo más proteccionista. Vivimos hasta ahora de los dólares comerciales y el gran desafío es cambiar la sintonía de dólares comerciales, que van a ser menos, por los dólares de inversión. La ventaja que trae esta economía con claroscuros en el mundo es que tenemos tasa de interés cero, por el futuro inmediato y mediato, porque no hay presiones inflacionarias, salvo en alimentos, pero en un contexto de más bajo crecimiento en el mundo...
Pueden bajar también...
Exactamente. Los precios que vimos en el primer semestre de 2011 no los vemos más. En términos de lo que produce la Argentina, ahí está el desafío.
En Europa se habla de seguir el ejemplo de la Argentina y nos retrotraemos a Duhalde. La realidad es que el clima de inversión todavía está teñido por algunas medidas que el ex presidente tomó?
No hay que personificar. El mundo no se refiere tanto a la devaluación, sino a que el peso del endeudamiento es insostenible. Lo que muchos dicen es que al final el default, que no lo hizo Duhalde, no es una mala opción. Y la Argentina hizo con Kirchner y Lavagna la reestructuración más exitosa de deuda que le permitió bajar el costo de endeudamiento. Igual no recomiendo el default para ningún país, porque sabemos lo que es la situación de anarquía que se vive después de eso. A mi juicio debe ser más a la uruguaya que a la Argentina la solución del tema de deuda. La desconfianza del mundo con el país creo que viene después, con la discrecionalidad de la política económica.