Por César Luis Menotti
Publicado en PAGINA 12
Terminó la primera presentación de todos los seleccionados en Sudáfrica, empezó ya la segunda con la predefinición de los grupos. La sensación que nos invade es que este Mundial, hasta ahora, sólo se sostiene desde la ilusión que genera el espectáculo.
La sensación en los estadios es la de una fiesta, y se nutre de la información de que están los mejores. Eso sólo alcanza para una fiesta colorida, pero el público de fútbol, salvo algunas excepciones, no encuentra otra satisfacción que la esperanza.
Y esa esperanza por el buen juego se concreta y se disfruta con algunos pocos equipos. El mejor, Alemania. Es el que, como ninguno, entendió aquello de orden y desorden de manera complementaria. Lo concibe así y desde este entendimiento se organiza, gana, golea y emociona. Como dice Osvaldo Bayer, frente a Australia el seleccionado alemán “parecía más un vals que una marcha militar”.
Argentina, segundo equipo destacado. Todo el desorden organizativo lo genera Messi y algo de Tevez. Lo destacado es cierta idea de tenencia de pelota y buena técnica. Un llamado de atención en la zona defensiva, donde se observó alguna dificultad en la cobertura por los laterales.
Brasil no luce, no brilla, no es un vals, pero mantiene su estirpe, corporizada en las gambetas de Robinho y las proyecciones profundas de Maicon.
España, a pesar del resultado, no ignoró su identidad, la que expresan jugando Iniesta, Xavi, Busquets, Xabi Alonso, Piqué. Le faltó el Messi del Barça capaz de cambiar de sintonía, de velocidad. No hubo quien rompiera el ritmo. No pudo Iniesta, tampoco Villa, necesitado de más espacio para hacer valer su capacidad goleadora.
Le ganó Suiza porque en el fútbol, como en la vida misma, el azar juega, porque Suiza no se metió en el área, defendió con ocho y hasta nueve jugadores, pero achicó fuera de la media luna, quitando espacio de maniobra.
Poco de buen juego en los otros candidatos. Nada Italia, lo mismo Inglaterra, nada Francia, nada Portugal. Hay equipos que deberán entender que el exceso de disciplina termina por esquematizarlos.
El miedo a perder el orden, o la idea de ser disciplinado, terminó vulgarizando a muchos, en especial a los africanos, que perdieron la alegría de jugar, que significa desculturizar su estilo, una gran decepción.
Holanda puede crecer, sigue siendo esa Holanda fiel a la idea de manejar orden, desorden y organización. Mostró un equipo capaz de generar buen juego.
En lo que va de Mundial, el miedo fue más demostrativo. Se tradujo en un punto de partida basado en disciplina, orden, precaución, energía. Los menos pasarán con pocas posibilidades. La mayoría se muere de nada.
Orden, desorden, organización significa nada más y nada menos “quiero jugar mejor que el otro”. Con equipos que alcen esta bandera, eleven este concepto, estaremos mejor, en especial los protagonistas, llámense Alemania, Holanda, Argentina, Brasil (a pesar de Dunga), España (a pesar de la derrota), tal vez Chile, quizá Costa de Marfil.
Esperemos la reflexión. Que triunfe el ingenio, pero el de la originalidad, no el de la trampa. No me interesa la trampa de esperar al campeón para subirme al carro del ganador: quiero disfrutar con Alemania y Ozil, con Brasil y Robinho, con Argentina y Messi, con Holanda y Sneijder.
Pero para que estos violinistas vuelen, necesitan que los contrabajos afinen, que la táctica y la disciplina que siempre se usan desde el miedo a perder le den paso a una estrategia de compromiso de jugar para ganar.