9/6/10

Oliver Stone. El corazón mirando al sur

Por Gastón Frontera
Publicado en ROLLING STONE

Con un tono mas cercano al de las Mañaneras Mazzocco y Trapani que al del temible opinator del O'Reilly Factor, la rubia comentarista de Fox News leía una noticia y comentaba: "El presidente Chávez consume cacao". "¿Cacao o coca?", le pregunta a alguien detrás de cámaras para responderse: "Debe ser coca", y luego anudar reflexiones que conectan por la vía rápida a Venezuela con el Eje del Mal, el narcotráfico y de ahí a las dictaduras latinoamericanas. Escenas como ésa, recurrentes, naturalizadas por las grandes cadenas noticiosas, motivaron a Oliver Stone a subir al avión y embarcarse en un ambicioso tour de primera línea diplomática, cámara en mano, para entrevistar a los principales referentes de lo que el mismo director considera una nueva ola ideológica al sur de la frontera, tal el título del filme que se estrenó los primeros días de junio en Buenos Aires. "Siempre el trato es de «patio trasero», como mínimo. Y si no, es peor: desestabilizador; una vergüenza", explica desde Londres. "Pero tampoco es sólo confusión; es algo muy profundo."
El interés de Stone por los hombres poderosos, encumbrados en la cima del poder político, es tan viejo como su obsesión por la historia bélica y fundacional de los Estados Unidos, retratada en filmes como Pelotón (1986) o Nacido el 4 de julio (1989), que hacían pie en la trama profunda de Vietnam teñida por su propia experiencia y que le valieron, ambas, el Oscar a Mejor Director. En ese rol o en el de productor, puso el ojo en el contorno humano de biografías como las de John Fitzgerald Kennedy (JFK, 1991), la polémica Nixon (1995) o los propios Bush padre e hijo, en la furibunda W (2005). Todos presidentes, el último aún en ejercicio en el momento del estreno. "En esos casos, estaba presente el drama, la ficción. Acá, el acercamiento es totalmente distinto. Me interesaban las personas, su temperamento. Y realmente me sorprendí de que en la mayoría de los casos, fuera gente que hablaba libremente, que decía lo que pensaba. No sólo diplomáticamente... A Hugo lo quiero justamente por eso. Es un warm compadre. Evo, en cambio, es muy fascinante, pero tiene también esa cosa indígena, de tipo más cauto, más reservado...".
Justamente Hugo y Evo son los dos focos centrales de este ensayo cinematográfico de Stone. El derrotero del intento de golpe contra Chávez en 2002 y el rol de Estados Unidos le aportan mirada política a un documental en el que el propio Morales cuenta su historia como sindicalista cocalero y, además de hacer jueguitos, desasna a Stone y a buena parte de los estadounidenses a los que va dirigido el filme acerca del ritual de mascar coca.
"Sé que lo que voy a decir es un poco polémico en Argentina, y que hay gente que va a disentir, pero Cristina y Néstor me parecieron una pareja encantadora. Son gente inteligente... Ella es muy articulada y él... para mí es un héroe. Su mirada económica y su planteo ante Bush y el FMI son parte del diagnóstico que alumbra mi película", detalla Oliver. "Me sorprendió Lugo en Paraguay: en esa mansión tan grande en un país tan empobrecido tras las dictaduras." También aparece Raúl Castro, hermano de Fidel, a quien Stone le dedicó el documental Comandante, que, con su juego de crónica y entrevista en tono complaciente, de algún modo, construye un espejo de este Al sur de la frontera.
El relato fílmico es más bien discreto: apenas una cámara testigo que acompaña al director en su trip campechano, en diálogo mano a mano y desde el llano, con los grandes enigmas del vecindario de la política de Estados Unidos. En medio se mezclan registros de archivos de saqueos e inflación en Venezuela a fines de los 80 o imágenes de represión en Bolivia y Argentina, que no hacen más que, borrando algunos matices, alimentar la tesis de una unidad de época e historias comunes. Se habla de nacionalizaciones del petróleo y de "golpes mediáticos", de corrupción y de zurdaje. El otro protagonista de la historia es el Fondo Monetario Internacional, convertido en fantasma y demonio: "Es irónico", sostiene hoy Stone. "Estados Unidos tiene una deuda externa gigantesca y no aplicaría jamás las recetas que el FMI aplicaba durante los 80 y los 90 en América latina", diagnostica con firmeza. Su mira sobre las finanzas no es neutral: ya en 1987, con el film Wall Street construyó el personaje de Gordon Gekko, acaso la mejor semblanza cinematográfica de los yuppies en ascenso. Ambicioso e inescrupuloso, el personaje de Michael Douglas contagió de aspiraciones a buena parte de los traders que llegaron a ese mercado que prometía millones rápidos durante los 90. Y que ahora regresa con la secuela recientemente estrenada en Cannes, Wall Street: el dinero nunca duerme, oportuna ante la grave crisis que las finanzas desataron tras el estallido de la burbuja inmobiliaria. "Era otra época. Gekko era de los 80 y ahora que regresa son los bancos centrales los que están en el centro del problema." Stone conoce bien ese mundo: su propio padre era agente de bolsa.
Aun casi sin estar atravesado por tensiones, el relato de Stone sobre Sudamérica se permite preguntas. Casi al pie de un avión, mientras camina raudo, es el director quien piensa en voz alta y contrapone: "Es posible un buen capitalismo en la región, pero no un capitalismo rapaz". De todas maneras, aprovecha para marcarle el paso a la férrea relación diplomática con que su país trata a la región: "Casos como el de El Salvador, en su momento, fue vergonzoso. Creo que Obama había despertado expectativas, pero con Honduras tuvo una oportunidad y defraudó".
El cierre, como el comienzo y el núcleo argumental, queda para el pintoresco Chávez, a quien puede verse pedaleando una bicicleta en el barrio donde nació. Ya de noche, tras una prolongada y amigable conversación, Hugo mira a su amigo americano y le dice con optimismo: "Es posible cambiar el mundo, la historia. Es posible, Oliver".

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