Director teatral español
La vida es sueño es un cuento filosófico que, en sus más de tres mil versos, desgrana la incertidumbre y la fragilidad de la condición humana. Me apasiona su profundo enfrentamiento entre la duda y la necesidad de creer, entre la alucinación y la realidad. Y como en un cuento, o en un sueño, parece imposible que contenga tantas cosas.
Ciertamente, La vida es sueño está llena de imágenes que avasallan al espectador, maravillándole a través de la palabra hablada en boca del actor. El actor del Barroco hablaba directamente con su público, lo increpaba, lo emocionaba, lo hacía cómplice de su gran aventura. Si el actor del Barroco no tuvo acceso al tan cacareado método de Stanislavski, ¿por qué no volver a los orígenes hedonísticos, lúdicos e interactivos del teatro de Calderón y de todo el teatro del Siglo de Oro español?
Sí, Calderón era un hombre de su tiempo. Por eso Segismundo está perdido y asustado en medio de la oscuridad y, cuando de repente es sorprendido y encegado por el gran espejo del universo, su victoria consiste en vencerse a sí mismo; es decir, volverse desconfiado, temeroso y pragmático.
Alguien me preguntó qué tenía en común el hombre del Barroco con el hombre del nuevo milenio quien, con sólo apretar un botón, tiene acceso a toda la información imaginable. Yo diría que en una época tan indiferente como la nuestra, en la que nada parece cierto y todo está permitido, en la que todo puede ser verdad o mentira, Segismundo es el reflejo del hombre moderno, escéptico y crédulo al mismo tiempo; un hombre que ejerce su libertad autolimitándose, porque todavía duda. Y esta duda la vive como una angustia vital sin respuesta.