2/4/12

Estaqueados

Una mañana, el capitán Gustavo Hantín,
que se soñó joven, seductor y dueño de una
fortuna inagotable, despertó en calma, tolerante
y bondadoso con el mundo y sus inexplicables
azares. Dispuso, afeitado y limpio, que
cesara el estaqueamiento de Ramón Vera.
Dispuso que Ramón Vera descansara. Dispuso
que, desde esa mañana, Ramón Vera le
lustrara las botas.
Los soldados que envejecían, indiferentes a
los azares inexplicables del mundo, escucharon
al capitán Gustavo Hantín ordenar, sereno,
sobrio, afeitado, limpio, que Ramón Vera le
lustrase las botas un día y otro también,
tarde y noche...



Andrés Rivera, Estaqueados.

notas