Por Pablo Lettieri
Considerado el
fundador de la novela moderna y una de figuras más relevantes de la literatura
universal, Honoré de Balzac (Tours, 1799, París, 1850) tuvo una existencia
difícil.
Se dice que no fue querido por su madre y que su padre estaba siempre
ausente, salvo para obligarlo a estudiar leyes cuando el joven Balzac ya había
descubierto que su pasión era escribir. Sus primeras obras no tuvieron éxito y
vivió un tiempo en la pobreza; probó fortuna como editor e impresor pero tuvo
que abandonar el negocio en la bancarrota y endeudado por el resto de su vida.
En 1832 se enamoró de Eveline Hanska, una condesa polaca que aceptó casarse con
él tras la muerte de su propio marido, pero cuando finalmente pudo hacerlo, dos
décadas después, el que se murió fue él.
Trabajador infatigable, Balzac escribió
cerca de 95 novelas, entre las que se destacan La piel de Zapa, Eugenia
Grandet, Papá Goriot, La búsqueda del absoluto y Las ilusiones perdidas. Y concibió la
idea de fundir todas sus novelas en una obra única, La comedia humana, que
ofreciera un gran fresco de la sociedad francesa desde la Revolución hasta su
época.
En relación con su novelística, el teatro de Balzac reconoce apenas un
puñado de piezas, creadas al parecer con la intención de paliar sus penurias
económicas, aunque todas resultaron un fracaso. Salvo Le Faiseur (El especulador),
que se estrenó el 23 de agosto de 1851, un año después de la muerte de Balzac, en
el Théátre du Gymnase de París.