5/10/10

Eduardo del Estal: filosofía y teatro argentino

Por Jorge Dubatti

En una columna anterior señalamos que en Buenos Aires se desarrolla cada vez con más fuerza una corriente de pensamiento a la que se llama “Filosofía del Teatro”. Participa de ese movimiento el artista plástico, poeta y filósofo Eduardo del Estal (Buenos Aires, 1954), cuya obra se ha transformado en una de las fuentes de inspiración fundamentales del nuevo teatro argentino. Entre otros creadores, Rafael Spregelburd basa su poética teatral en el sistema de ideas “delestaliano” y utiliza textos de del Estal en sus talleres de dramaturgia. Además, del Estal es el padre de dos artistas excepcionales: la cantante e ilustradora Isol y el músico Federico Zypce, ambos muy cercanos a la actividad teatral.
Autor de culto, como un nuevo Macedonio Fernández, del Estal ha escrito miles de páginas que permanecen inéditas y circulan de mano en mano en fotocopias o unas pocas colgadas en la web. Se acaba de publicar Historia de la mirada (Atuel), que reúne cuatro ensayos de del Estal, con prólogo de su admirador Rafael Spregelburd: “Historia de la Mirada”, “La Máquina de Significación - Figura y Fondo”, “El Texto como Territorio” y “¿Qué significa Pensar en Castellano?”. Un libro insoslayable para los interesados en las bases filosóficas del arte y el teatro.
Dice del Estal: “La tradición filosófica de Occidente vincula el pensar al saber, pero este Saber significa adquirir un Poder sobre las cosas y la efectividad pragmática de ese Poder se instala como Verdad. No es este Pensamiento que instrumenta la Verdad como Poder lo que se encontrará en estos ensayos sino el pensar como experiencia, aquello que el pensamiento tiene de único, de irrepetible, de intransferible. Ser arrastrado por un movimiento incesante que fluye hacia lo desconocido y lo inesperado; porque aquello que nos hace pensar no piensa”.
Quedan aún inéditos sus libros La Gramática del Desorden (1997), El Espacio como Pensamiento / Figura y Fondo (2001, Premio de Ensayo 2003 del Fondo Nacional de las Artes), La Forma del Mundo (2002, Premio Nacional de Ensayo 2004), El Barroco y el nacimiento de la Razón Moderna (2006), Lo Innombrable y lo Impensable (2007) y Crítica de la Razón Óptica (2008), entre otros. Dice Spregelburd sobre Historia de la mirada: “Este libro es para mí un temible tren descarrilado que ha partido hace ya un tiempo, y que por algún motivo no ha llegado aún a pasar por aquí”.
Eduardo del Estal reivindica su dualidad pintor/filósofo porque, como explica en una entrevista reciente, “deja abierta la posibilidad de argumentar ‘esto no está escrito, está dibujado’. La poesía sutura esa dualidad. Mi trayectoria es una dispersión errática marcada por sucesos singulares. Fui padre precoz. Estudié Filosofía en la Universidad de Buenos Aires. A los 21 años, Gloria, mi mujer, me regaló una tela y óleos. Mi primer cuadro resultó una epifanía, todo el oficio pictórico me fue dado en un instante. Me reconocí como pintor pero nunca dejé de considerar al pensamiento como proceso creativo. En tanto se piensa con palabras, la Idea no precede a su expresión; es un producto posterior, una cualidad emergente de una estrategia discursiva”.
En cuanto a su producción filosófica, del Estal afirma que “es una masa abrumadora de manuscritos, impresos, libretas, dibujos que sólo puede medir un número imaginario. Escribí varias obras filosóficas de extensión desmesurada y cantidad de ensayos y poemas que es prudente no enumerar. La obra fue valorada con algunos premios, su condición de inédita se debe a la decisión personal de situarme al margen de los circuitos culturales. Creo que las obras deben sostenerse por sí mismas”.
¿Por qué es un autor de culto entre los nuevos creadores teatrales? “No tengo una respuesta clara. En los 90, mi casa-taller reunía a distintas generaciones; músicos experimentales y barrocos que grababan en el estudio de Zypce, se mezclaban con ilustradores amigos de Isol. La aparición de Rafael Spregelburd fue determinante: agregados a sus programas algunos de mis textos se difundieron. La relación es aún enriquecedora. Una charla sobre El Bosco genera su Heptalogía y la Teoría de las catástrofes o la fractalidad devino en modelo estructural de su dramaturgia. Tal vez mis puntos de vista tangenciales han provocado esa atracción”.
Lo que caracteriza a del Estal es que piensa el arte en su tensión con los problemas de la Filosofía. “El Teatro –asegura– es el único género artístico que no ha podido ser desmaterializado, es una relación afectante entre cuerpos presentes. La escena es una zona de riesgo, su presente, vertical al tiempo, desenfoca la Ley de la Mirada y genera un contagio afectivo que opera como estímulo sensorial antes de remitir a lo simbólico. Teatralidad y pintura son actos constitutivos del hombre; el Arte es un modo histórico de valorar esas actividades. Lo teatral es una fuerza que precede a la dramaturgia y va sobrevivirla. Un hipotético fin del Arte no interrumpiría la creación de imágenes”. Marcando el rumbo de las nuevas teorías, del Estal señala que “de hecho, el Arte se dirige a los sentidos y no necesita la mediación de un discurso conceptual. Que la significación determine la percepción implica una tachadura del cuerpo. Pero, el teatro actual no presenta una evidencia sensible ni nace de un acuerdo social, es un acontecimiento extraño que instala una pregunta y esa pregunta es respondida por un discurso filosófico”.
Como señalamos, del Estal es el padre de Isol y Zypce. E imaginamos que fue su maestro personal. “Cuando nació Isol, Gloria y yo teníamos 17 años. En un país violento, improvisamos libremente un ‘arte de la paternidad’. Nunca tuvimos televisión y abundaban los lápices de colores, los libros y la música. Crecimos con ellos creando juguetes, cuentos y canciones. Les armaba un libro ilustrado para sus cumpleaños y aún lo sigo haciendo. No los impulsamos a ser artistas, su talento les pertenece. No creo haberles enseñado nada, al contrario, aprendí mucho de ellos”.
Propone del Estal un reencuentro con la pasión de la Filosofía como metafísica descriptiva, indagación de las condiciones de la praxis vital y de las posibilidades de conocimiento del mundo inmediato que somos. Su escritura cruza Ontología, Epistemología, Estética, Lingüística. Trasponiendo los límites del lenguaje, su pensar se entreteje con la infancia de la existencia. Las páginas de del Estal recuperan la Filosofía como modo de vida, morada y condición de habitabilidad del universo, y a la vez como campo de asombro, descubrimiento y exploración.
La tapa de Historia de la mirada reproduce un “Círculo Enso” realizado por el mismo del Estal, que recuerda un ojo. Dice al respecto el pensador: “En la cultura Occidental el círculo es la forma perfecta. Su evidencia perceptual y sus propiedades geométricas representan la totalidad de lo existente y lo inteligible, la armonía y racional de la Unidad del Ser. Contrariamente, en la caligrafía china o japonesa el círculo del sumi o Enso, pintado con tinta, es una figura que no pertenece a la geometría ni a la razón. El círculo Enso es una imagen recurrente en el arte Oriental. Aparecen en China durante la dinastía Tang (años 618- 907 d.c.), como un ejercicio de meditación que suspende la voluntad para que obre la no-mente. Para crear un círculo Enso el pintor toma un pincel cargado de tinta mientras contempla el papel en blanco, en actitud meditativa. Cuando intuye el ‘momento perfecto’ plasma rápidamente el círculo sobre el papel con un solo y enérgico trazo de pincel en una fracción de segundo. La respiración es un elemento operativo fundamental de está práctica, el calígrafo se concentra reteniendo el aire y la pincelada se traza en el momento de la exhalación. Su trazo representa la totalidad y la naturaleza continua de la existencia concebida en el Sutra del Corazón: forma es vacío, vacío es forma. En esta imagen el vacío y la forma son recursivos y se definen recíprocamente. La línea es tan representativa como el espacio vacío, la no-cosa. El budismo Zen adoptó este género de pintura como vía de iluminación. El Shinjinmei, escrito en el siglo VI, se refiere al Gran Camino como ‘un círculo como un vasto espacio, al que no le falta nada y al que no le sobra nada’.”
Etimológicamente, teatro significa “mirador”, de allí la complementariedad de este libro con la actividad teatral y su análisis. Dice del Estal: “Historia de la Mirada es el recorrido de una genealogía: el discurso de la Razón proviene de una geometría que lo precede, que ha logrado el dominio de un espacio, de un territorio. La sintaxis y la lógica de la Razón se constituyen a partir de las estructuras geométricas primarias que configuraron el espacio visual. Por lo tanto, la racionalidad de la Razón y el decir del lenguaje tiene su origen en una Óptica de la cual se deriva toda inteligibilidad”.
Eduardo del Estal es un pensador y un artista único. El conocimiento de su obra permite acceder a claves de la poética de los nuevos creadores teatrales argentinos. Es además autor de los libros de poesía Dibujos Animados (1993), La Ilusión Óptica (1995, Edición de la Fundación Guggenheim), Cámara Oscura (1998), El Movimiento Perpetuo (2002, Premio de Poesía “Colegio del Rey” 2002, Universidad de Alcalá de Henares- España), La Peste Argentina (2002), Dictum (2003), Contranatura (2004), Coma (2005), Pneuma (2006) y Trama (2008). Parte de su obra plástica puede verse en la página comunidadvirtualexperimenta.ning.com/profile/EduardodelEstal.

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