Siendo la industria fotográfica el refugio
de cualquier aspirante a pintor y de todo pintor sin talento o demasiado
perezoso para continuar sus estudios, esta infatuación universal lleva no sólo
la marca de la ceguera y la imbecilidad sino también el aire de la venganza. Yo no creo,
o al menos no quiero creer, en el absoluto éxito de tan brutal conspiración, en
la cual, como en todas las demás, uno encuentra tontos y lacayos; pero estoy
convencido que los desarrollos mal aplicados de la fotografía, como todos los
desarrollos puramente materiales del progreso, han contribuído enormemente al
empobrecimiento del genio artístico francés, el cual es ya muy escaso. En vano
puede nuestra moderna fatuidad gruñir, eructar el sonoro viento de su rotundo
estómago, escupir los sofismas indigestos con los cuales la filosofía moderna
la ha atiborrado de arriba a abajo; de todas maneras es obvio que la industria,
al invadir los territorios del arte se ha convertido en el más mortal enemigo
del arte, y que la confusión de sus variadas funciones impide que ninguna de
ellas se cumpla en forma apropiada. La poesía y el progreso son como dos
hombres ambiciosos que se abominan mutuamente con un odio instintivo, y que
cuando se encuentran en el mismo camino, uno de los dos tiene que ceder.
Si se permite que la fotografía suplemente
el arte en algunas de sus funciones, ella pronto lo habrá suplantado o
corrompido completamente, gracias a la estupidez de la multitud que es su
aliada natural.
Charles Baudelaire
El Salón de
1859